Alejandra Borrero es discípula de Carlos Mayolo. Siendo una jovencita participó en La mansión de la Araucaima, la adaptación que hizo el hombre fuerte del Caliwood de la novela de Álvaro Mutis, y que es considerada una de las mejores películas que se han hecho en este país. Con Mayolo también Borero estuvo en Azúcar, la mejor novela sobre el Valle y cuya puesta en escena no ha perdido un solo día de vigencia. Un logro estético más que notable. Mayolo confiaba en Borrero de tal manera que escribió Pharmakon, uno de sus testamentos teatrales, sólo para ella.
Antes de la pandemia vi a una Borrero imperial y convertida en Mayolo en Casa E. Y no podía dejar de pensar, esta mujer, con ese talento arroyador, ha tenido que hacer un poco de telenovelas idiotas solo para obtener el sustento que le permita dedicarse a lo que ama. Ahora, con la experiencia de una diva, puede hacer y decir lo que quiera. Alejandra Borrero, la mala de Café, tiene esa categoría de leyenda, de ídolo máximo, de señora de la televisión y por eso puede hacer la más descarnada de las autocríticas.
Desde Casa E desarrolló una independencia realmente envidiable para un país en donde los actores no tienen ni voz ni voto. Por eso dice lo que piensa sin cortapisas ni anestesia. La invitaron esta mañana a un programa en Blu Radio y soltó esta perla: “Debo pedir perdón por tanta novela boba que hice, reconociendo que eso genera en la gente un sentimiento y una imagen de las mujeres que no es. Tenemos que romper con esas estructuras patriarcales. Es increíble cómo en las historias de las novelas las mujeres solo están acompañando, no son quienes toman decisiones y siempre están sufriendo”.
Ojalá tantos otros tuvieran el valor para enfrentarse ante el orden establecido. Larga vida a Alejandra Borrero.