Ben Affleck es el terror de los casinos. En las pausas que le dejaba el rodaje de Batman vs Superman, el actor se desahogaba en los casinos de Vancouver (Canadá), jugando black Jack. En seis meses le había arrancado dos millones de dólares al Hard Rock Casino de las Vegas. Los directivos nunca creyeron en la buena suerte ni en la técnica insuperable que según la estrella practicaba cada vez que estaba frente a las cartas. En un hecho confuso lo expulsaron de por vida del lugar. En Vancouver, con la típica amabilidad canadiense, también lo sacaron de uno. Nadie descubrió el truco pero siempre gana. Y, siendo sinceros, nadie gana tantas veces seguidas en el póker.
Siempre ha sido un jugador. Lo lleva en la sangre. Cuando llegó a Hollywood en 1995 con su amigo de infancia en Berkeley California, Matt Damon, lo único que tenían era el guion de una película sobre un chico pobre que era un genio para las matemáticas. Dormían en el sofá de un amigo y cada vez que conseguían algún dinero se atafagaban de cerveza hasta la madrugada.
Tocaron todas las puertas y solo una se abrió: la de Miramax. El productor Harvey Weinstein estaba feliz con la historia, pero le resultaba un incordio el empecinamiento de los jóvenes por protagonizar la película y el atrevimiento de escoger a un director tan oscuro como Gust Van Sant para que asumiera el proyecto. Weinstein, el voraz, quería en su lugar a Leonardo Di Caprio y Brad Pitt y a Chris Columbus, el director de mi Pobre Angelito. Después de un tire y afloje consiguieron que el inclaudicable Weinstein cediera. No se equiovocaron Good Will Hunting les dio un Oscar al mejor guion y con ella la pareja de amigos consiguieron su primer millón de dólares.
En menos de un año Ben Affleck había dejado de ser un completo desconocido para ser uno de los hombres más deseados del mundo. Sus fiestas en Malibú eran apoteósicas. Después del póker Affleck hacía concurso de quien podía beber más whisky y cerveza. Él siempre ganaba. En el 2001 se casó con Jennifer López pero la relación naufragaría en el mar de alcohol en el que se había convertido su vida. Empezó desayunando mimosas, pero rápidamente fueron reemplazadas por los destornilladores, cócteles de jugo naranja y vodka. Un año solo duró el matrimonio. En el 2002 Affleck se interna por primera vez en una clínica para desintoxicarse del alcohol. Debía ponerse a tono para preparar su personaje de Daredevil. Allí conocería a su segunda esposa, Jennifer Garner.
Affleck sorprendió al mundo al encontrar estabilidad con la actriz. Se casaron y tuvieron dos hijos. Parecía que había madurado. Durante casi una década no se volvió hablar de él en los tabloides. Lo que nadie sabía es que la estrella bebía dos litros de whisky al día y, en secreto, cada vez que aceptaba un papel en Hollywood se sometía a una extenuante desintoxicación. En el 2013 tocó el cielo con las manos cuando consiguió su segundo Oscar, esta vez como director en la sobrevalorada Fargo.
El Oscar en vez de impulsarlo terminó hundiéndolo. La depresión se hacía cada vez más severa. Le entraban dudas —absolutamente justificables— de si era buen actor o solo una estrellita sexy. Siguió trabajando con eminentes directores como David Finsher en ese clásico inmediato que es Gone. Pero el vacío no se iba y se llenaba con juego y whisky. Además, apareció Christine Ouzounian, la niñera de sus hijos con la quien sostuvo el romance que terminaría con su matrimonio de diez años.
La pareja se separó en 2015 tras diez años de matrimonio, aunque informaciones recientes de la revista People apuntaron a una supuesta reconciliación, tras la cancelación del proceso de divorcio. Según informó People. "Jen ha cancelado el divorcio", ha dicho una fuente cercana a Garner a la revista. "Ella realmente quiere resolver las cosas con Ben. Están tratando de intentarlo de nuevo". Otra fuente cercana a la pareja asegura que fue una decisión que ambos tomaron: "Siempre hay una oportunidad de reconciliación. Se aman, aman a sus hijos y esos niños aman a sus padres. "
A pesar de su separación, la pareja ha estado viviendo en la misma casa para criar a sus tres hijos: Violeta, de 10 años, Serafina (7), y Samuel (4). Esta especial situación fue explicada por el actor hace unos meses. "Intentamos hacer lo mejor para nuestros hijos”.
Esta no es la primera vez que Affleck enfrenta sus problemas con la bebida, ya que en 2001 ingresó a un centro especializado para tratar esta adicción. Affleck ha ganado un Oscar a la mejor película por Argo (2012) y de la estatuílla al mejor guion por Good Will Hunting (El indomable Will Hunting en España, 1997). Ahora volverá a ponerse en la piel de Batman para la película de superhéroes Justice League, que se estrenará en noviembre.
Además, la sinceridad del actor, que reconoció haber caído, de nuevo, en las redes del alcoholismo, y su ingreso en un centro de rehabilitación tras las pasada ceremonia de los Oscar que coronó a su hermano, Casey Affleck, como mejor actor por 'Manchester frente al mar', han hecho pensar que podría retirarse de la franquicia DC, lo que supondría poner punto final a su papel de Batman.
Las causas que alegó Garner fueron exclusivamente a los problemas con la bebida y el juego de Affleck y los rumores de infidelidad de él con la niñera de la familia.
Foto: FameFlynet
Luego de que Us Weekly revelara que Ben Affleck estaba saliendo con la exniñera de sus hijos, Christine Ouzounian, la joven de 28 años se dejó ver en L.A.
Ouzounian fue fotografiada el pasado miércoles sonriendo ante las cámaras. Lució un top blanco, jeans, flats negros y un bolso de Henri Bendel, así como lentes de sol.
Affleck se refirió al tiempo que pasó en una clínica de rehabilitación de Malibú, California, como una "línea de demarcación" entre el nuevo y el viejo Ben, y comentó que sus momentos salvajes han sido exagerados, probablemente, debido a que el asunto se hizo público.
Contar cartas en el blackjack no es ilegal, pero es mejor que no te pillen. A Ben Affleck le tomaron la matrícula hace unos meses en el Hard Rock casino de Las Vegas y su expulsión «de por vida» fue muy comentada en todo el mundo. El actor era «demasiado bueno», se dijo, y el establecimiento no quería seguir engordando a su costa los ingresos del protagonista de «Argo». El ganador de dos Oscar (como productor y como guionista) ha confesado que, en efecto, contaba los naipes. Según explicó, decidió «aprender el juego para ser un jugador decente», algo que le llevó «algún tiempo». Y justo cuando lo había conseguido, ya es mala suerte, le prohíben jugar. Una injusticia, proclama.
