Alcaldía Dau, de la risa al llanto

Alcaldía Dau, de la risa al llanto

¿Qué es eso tan malo que ha hecho el alcalde de Cartagena como para que en un año se ganara la desilusión de algunos de sus adeptos y seguidores? Una mirada

Por: Harold Carrillo Romero
enero 13, 2021
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Alcaldía Dau, de la risa al llanto

Hace un año y contados días publiqué en este mismo medio una columna donde contaba a los lectores mis impresiones de lo que había sido el acto de posesión del hoy alcalde de la ciudad de Cartagena: William Dau Chamat. En aquella oportunidad, elogié el simbolismo y desparpajo de una ceremonia, que tradicionalmente estaba plagada de protocolos sumamente estrictos y cuadriculados, mismos que con Dau se habían desvanecido bajo una aurora de esperanza y clamor por el cambio en la gobernanza de la llamada ciudad heroica.

Un año después de que los habitantes de una de las zonas más deprimidas de la ciudad evidenciaran por vez primera el ascenso al poder de un burgomaestre, hoy aún deben seguir soportando como siguen cómodamente instaladas la pobreza y el olvido sin que nada parezca mutar. Curiosamente, en esa publicación escribí apartes donde mencionaba, un tanto apasionado, dicho sea de paso, el significado de la elección de este nuevo alcalde y el futuro lleno de cambios positivos que le esperaban a esta perla enclavada en el Caribe. Tristemente, este fue un sueño de corto aliento, o al menos así nos lo ha mostrado el vigente mandatario, quien pareciese encontrar atractiva su vida de personaje público, en el calor de los escándalos y en las desplayadas de los rumores y acusaciones apresuradas, lejanas del alcance del rigor jurídico.

¿Pero qué es eso tan malo que ha hecho William Dau como para que en un año se ganara la desilusión de algunos de sus adeptos y seguidores? La prestigiosa firma Guarumo en su más reciente estudio reveló que Dau es el alcalde con el más alto porcentaje de imagen negativa de las principales ciudades del país, misma que hoy es de un 40,4% y cuyo crecimiento podemos explicar a partir de los siguientes hechos que ocurrieron y vienen ocurriendo en la ciudad.

El primero es el poco filtro que tiene a la hora de expresar o lanzar una acusación. A mi entender, parece perder de vista su rol y su posición y, sin medir ninguna consecuencia, acusa, desprestigia y denuncia prescindiendo de la prueba. Por lo que nos ha acostumbrado a escucharlo señalar y luego ver como se retracta. Así como así lo ordenó el Juzgado Segundo Civil del Circuito de Cartagena en el pasado octubre del 2020, cuando se refirió a los directivos de la Universidad de Cartagena como “nido de ratas”.

El segundo son los cuestionamientos que muchos cartageneros le hacen acerca de algunos contratistas o funcionarios del gabinete distrital, los cuales, o no reúnen el perfil, o lo que es aún peor, se les acusa presuntamente de falsificar documentos en sus hojas de vida, para poder hacerse al cargo. Así las cosas, Dau culpa de corruptos, pero ninguna de sus acusaciones, hasta ahora, han tenido fruto más allá del show mediático, pero las que recibe su gabinete por eso mismo que el combate, si prosperan, al punto, que varios de sus funcionarios están fuera de la administración. Tal como sucedió con la primera dama en el mes de noviembre.

Siguiendo con el inventario, no podemos olvidar el manejo tan desproporcionado que le ha dado a la emergencia sanitaria producida por el coronavirus. A la fecha de estas líneas, se han registrado según lo que publica la misma alcaldía 48.000 casos, de los cuales 2.191 están activos. Si partimos del sobrentendido de que esta es una emergencia global y de que muy pocos gobiernos estaban preparados para afrontarla, lo que realmente se le critica al mandatario son sus medidas desatinadas y la parsimonia con la que las hace cumplir. Por ejemplo, en el mes de octubre se aprobó bajo la tesis de reducir la accidentalidad y de mejorar la movilidad, el día sin moto; olvidando claramente que ese preciso día la ciudad colapsa en lo que a movilidad se refiere. Las aglomeraciones en horas pico están a la orden del día y lógicamente no podemos esperar superar esta pandemia si quienes nos deben proteger de ella nos arrojan despiadadamente a sus fauces.

De igual manera, se le señala con mucha contundencia el haber abierto a la ciudad de par en par para el turismo y que bajo el argumento falaz de que “aquí estamos bien, porque en otras ciudades están peores” o que “solo se están muriendo los viejitos” flexibilizó los controles y entregó a Cartagena sin negociar termino alguno a los caprichos y necesidades de la industria turística, o al menos así lo podemos colegir en sus declaraciones de 24 de octubre ante los medios nacionales, donde sin ningún pudor dijo que esperaba que Cartagena “estuviera hasta la coronilla de turistas”.

Quizá, si somos un poco acuciosos, el problema no debe radicar en que vengan los turistas, al fin y al cabo es innegable que ese es un renglón importante para la economía, no obstante, era justo allí, donde debía hacer gala de un plan de contingencia o una estrategia eficaz para reducir al mínimo el riego de que se disparase la curva de contagios; no podemos olvidar, que el primer caso que se registró en Cartagena vino del turismo. Finalmente, se le señala porque a la fecha aún no hemos visto la primera obra y su gestión tiene un fuerte hedor de solo buenas intenciones.

Tal es el descontento que si bien sabemos que existe un grupo dispuesto a hacerle la vida imposible, lo cierto es que él no se ha ayudado o no se ha dejado ayudar. Tristemente, Dau es uno de los alcaldes en Colombia a quien en pocos meses se le someterá su continuidad al proceso de revocatoria, medida a la que catálogo de exagerada y que finalmente no daría una solución a los problemas reales de este pedazo del mundo. Pese a ello, Dau debería por una sola vez dejar de escudarse en que todo lo negativo es el resultado de los ataques y confabulaciones de sus contendientes políticos, y más bien debería preocuparse porque quienes con nuestro voto lo pusimos allí no estamos satisfechos con su gestión y le exigimos que cumpla con su promesa de salvar a Cartagena.

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