La autoridad bien podría definirse como la facultad para ejercer un mandato, que necesariamente lleva intrínseco el dictar órdenes que deben ser acatadas por las personas. En ese contexto, caben aquellos individuos elegidos para cargos de elección popular y que fungen como cabezas de los entes territoriales.
Y he traído tal reflexión con el objeto de llevarlo al momento puntual que atraviesa el Atlántico, en especial Barranquilla, frente a este tercer pico, que lleva a día de hoy 11 de abril de 2021 la escalofriante cifra total de 115.590 personas contagiadas y 2.875 fallecidas.
Está claro que la ciudadanía adolece de una indisciplina social que desborda los límites de la lógica y nos coloca al nivel de las bestias. Sin embargo, desde mi perspectiva personal, he sentido que la labor del mandatario local luce desintonizada con el momento tan difícil que vive la ciudad.
Cuando el virus estaba a escasos días de tocarnos las puertas, el alcalde, ante las preguntas de los medios de comunicación sobre la posible contención en contra del virus, se limitó a contestar que no especularan; pero la especulación en los meses siguientes se convirtió en cientos de muertos. Posiblemente en ese momento se sintió todopoderoso, creyendo que el cemento y los sueños de grandeza le alcanzarían para afrontar la situación desde los servicios de salud de la ciudad.
El avance del pandemónium pandémico continuó, así como los mensajes tibios de "quédate en casa" de la primera autoridad, sin un acompañamiento de acciones en el terreno que concientizara al ciudadano de a pie. La ciudadanía entonces entendió que tenía libertad para hacer lo que ella dispusiera y que el virus era un tema casi superado, llevándonos al relajamiento social que se juntó con las festividades de diciembre, carnaval y semana santa, casi que en un viva Colombia
Este año conocí un video de 2020 en el que una persona le preguntaba al alcalde sobre el tema de las camas UCI. Me sorprendió su respuesta. Expresó que las camas UCI en Barranquilla se habían puesto de moda y todos quienes tenían la enfermedad querían una.
He visto desde el inicio de la pandemia que el burgomaestre suelta frases que no corresponden a la dignidad del cargo que ostenta, en unas oportunidades por lo impertinentes, en otras porque carece de la coherencia y de la fuerza necesaria para llevar un mensaje de autocuidado y responsabilidad.
Eso sin contar su actitud sobrada y mezquina de llevar a cabo su agenda de gobierno por encima de la salud, y que volvió a manifestarse cuando respondió nuevamente que dejaran de especular, para luego casi que mandar a callar a las agremiaciones médicas de la ciudad que exigían medidas más drásticas. Esto luego de que le dijeron que en la ciudad era muy posible estaba circulando otra cepa del virus.
Desde mi perspectiva, la autoridad está dada para ser impuesta al ciudadano, sobre todo en momentos de crisis. No es el momento de pensar en primer puesto de encuestas, ni en acciones calculadas para ganar réditos políticos ante la opinión pública.
En todo el departamento este fin de semana rigió un toque de queda y una ley seca que buscaba ponerle freno al contagio, sin embargo, si desde lo más elemental no se le corta el tránsito al contagio, será imposible salir de esta. Señor alcalde, deje la tibieza para otro momento, la ciudad necesita una autoridad, no un mago vendedor de ilusiones.