Enrique Peñalosa, alcalde de Bogotá, al estilo de Duque comete de vez en cuando particulares embarradas que cualquier ser humano, por más cargo importante que tenga, perfectamente puede hacer. Los desaciertos a lo largo de las carreras políticas salen a la luz tarde o temprano y resultan en ocasiones ser tan frecuentes, que no dan otra opción que burlarse de estos y por supuesto, de sus protagonistas (ver video peñalosadas).
Por tal motivo, debería ser necesario para una alcaldía, gobernación, ministerio o presidencia la exigencia de un doctorado (verdadero) en administración pública, ciencias políticas, economía o estudios afines con el “arte de gobernar” y, con las características del proceso administrativo para que no suceda lo que se presenta por el escaso conocimiento, poca experiencia o cero nivel investigativo en cada cargo y, sobre todo, cuando se trata de la ordenación del gasto (o ejecución presupuestal) dentro de las atribuciones del alcalde estipuladas en la Constitución Nacional, artículo 315.
Si bien es cierto que estar en el ojo del huracán no es tarea fácil, también es cierto que para ciertos cargos se debe ser más riguroso y se requiere de un liderazgo y elocuencia innatos, adicional a las competencias y habilidades específicas. Ese cumplimiento de requisitos minimizaría los errores frente a las funciones. Pero en el caso de Peñalosa ¡no aplica! Las equivocaciones son más que palpables y desatan una infinidad de discusiones eternas.
Por ejemplo, cuando los estudios de Peñalosa estuvieron en polémica por lo de su supuesto doctorado, en una entrevista con La W, en junio de 2017, el alcalde explicó que su diploma de Administración Pública realizado en Francia en el Instituto Internacional de Administración Pública (ahora ENA) era considerado por cualquier ciudadano francés mucho más importante que una maestría y, se refirió a su otro título de estudios Dess, de la Universidad de París II, de tercer ciclo (es decir, cuando se comienza el doctorado), así lo explicó el alcalde, aduciendo a su vez que, en el peor de los casos, era equivalente a una maestría.
Al final de la entrevista, Peñalosa, aceptó que hacía treinta o cuarenta años mencionó ser doctor por equivocación y aun así dijo que los dos diplomas “como mínimo” significaban tener ¡dos maestrías! (ver entrevista). Después de unos meses, el embajador de Francia en Colombia, Gautier Mignot, avaló el título de estudios Dess de Peñalosa, confirmando ser equiparables con un máster (ver artículo), pero no con un doctorado.
Pero bueno, retornando a lo central, dicen que el pasado no perdona y Peñalosa se equivocó al mencionar “el medio por ciento” en un video del año 2016. Ahora el video empieza a circular nuevamente y ese es el costo que se debe pagar cuando se aterriza en la política y se cometen reiteradas equivocaciones de hechos y palabras (ver video).
Sea como fuere, la duda que queda es sobre el “medio por ciento” que falta por cumplir. Si bien es cierto que en el Plan Distrital dentro de la Estrategia menciona que: “Las vías deben ser completas en cuanto a andenes, mobiliario urbano (bancas, canecas de basura, bolardos, paraderos, tótems informativos)” (ver Plan Distrital, Tomo I), y de igual manera, una de las metas establecidas es: “Mantener libre de publicidad exterior visual ilegal el 20 % de las rutas tradicionalmente cubiertas” (ver Plan Distrital, Tomo II) , y teniendo en cuenta que los aspectos más importantes son las metas de resultado, las metas producto y los indicadores de estos porque a partir de allí los bogotanos pueden darse cuenta si se está cumpliendo o no. No obstante, es lo único que hasta el momento se puede observar.
En definitiva, hasta el momento, sí se hace bastante notorio una cantidad considerable de nuevas canecas de basura grandes y pequeñas, y la limpieza de varios postes publicitados por el mismo alcalde, pero, mientras tanto, Quito acaba de inaugurar su metro construido en tres años con un costo del pasaje promedio de USD 0,45, ($1.400 colombianos) (ver Noticia, Canal 1).
Entre tanto, Bogotá seguirá “reinventando” y refaccionando buses de TransMilenio cuyo costo del pasaje y como la mayoría conoce es “solamente de mil pesitos más” (71 % por encima del pasaje en el Metro de Quito. Y si hablamos de los salarios mínimos de los dos países, en Ecuador está establecido en USD 394.00, o sea $1.216.672 colombianos, equivalente a $388.556 más, es decir, 47 % por encima del salario mínimo mensual de Colombia.
¡Así como vamos estamos bien!
