Bogotá, la capital de Colombia es una de las ciudades más pobladas de América Latina. Es una ciudad que ofrece una gran ventaja respecto al resto de las capitales regionales del país. Aquí es posible que millones de personas, nacionales y extranjeras, puedan encontrar las posibilidades tan anheladas para subsistir.
Pero las historias que cuenta Bogotá, no solo son de felicidad: también hay zonas oscuras. Desde hace un par de años, cuando las restricciones de la pandemia se levantaron, el fenómeno de delincuencia y criminalidad se enquistó en la vida de los bogotanos para convertirse en una verdadera pesadilla. Las localidades y barrios que antes eran remansos de tranquilidad, ahora se han visto azotados por la metástasis de la violencia: atracos, fleteos y robos son el amargo pan de cada día.
Algunos barrios de la localidad de Engativá como Ciudadela Colsubsidio, El Cortijo, La Estrada, Alamos Norte, Bosque Popular, así como otros de la localidad de Fontibón como Modelia, que antes eran lugares pacíficos y tranquilos, se han convertido en zonas rojas. Nadie puede bajarse de su carro para estacionarse en su garaje, ni es posible caminar hablando por teléfono celular sin la zozobra de ser atracado. Como sucedía en las villas medievales, la paranoia se convirtió en un síntoma de una ciudad cercada por la delincuencia y el crimen.
Lo que más extraña de esta situación es el silencio del nuevo alcalde Carlos Fernando Galán. Su promesa durante la campaña como burgomaestre de una de las diez ciudades más pobladas de América Latina, fue la de combatir la delincuencia. Su indiferencia es lo que más ha indignado a quienes depositaron, no solamente su voto en las urnas, sino su confianza.
Y es que resulta molesto para quienes confiaron en el sistema democrático, que el candidato que dijo que llevaría a cabo un plan para acabar con los atracos y asaltos a mano armada que azotaban la ciudad antes de convertirse en Alcalde Mayor, ahora parezca totalmente desinteresado por un asunto tan grave como la seguridad ciudadana, cuando durante su campaña usó el lema: "Bogotá camina segura", para ganarse los votos de los incautos e indecisos.
"Y ahora ¿Quién podrá defendernos?", se preguntan los bogotanos, echados a la suerte por la máxima autoridad de la capital, el segundo cargo de mayor importancia en Colombia, cada vez que resultan asaltados, cuando no asesinados por quitarles sus pertenencias. ¿Qué país decente permite que sus ciudadanos, quienes sostienen con sus impuestos las instituciones como la Policía, estén expuestos a cualquier hora del día a un asalto violento y a mano armada?
Alcalde Galán: haga honor al legado de su padre, asesinado por defender los principios liberales de civilidad y progreso y tome cartas en el asunto de la seguridad en Bogotá. Su capital político, que por supuesto, está encaminado a llegar en un futuro, a la Presidencia de Colombia, se lo agradecerá.
