En el reciente debate de control que se adelantó en el Congreso de la República al ministro Carrasquilla para que respondiera por los efectos de las reformas pensional y tributaria se le vio totalmente desconectado de la realidad fiscal y económica del país, tratando de defender sin argumentos su indefendible ley de crecimiento (antes llamada ley de financiamiento, antes llamada reforma tributaria).
Contrario a su comportamiento prepotente, se le vio descompuesto, nervioso y en gran parte de su intervención se enredó, se le olvidaron las palabras y en algunos momentos dio la impresión que le faltaba el aire. Su lenguaje corporal delataba a un hombre desesperado que no encuentra la salida del laberinto en que él mismo se ha metido por las mentiras que está transmitiendo. Ya no amenazó con la hecatombe que según él se produciría si no se aprobaba esta reforma y sus frases incoherentes, no finalizadas, dejaron en claro que no sabía de qué estaba hablando y que ni él mismo creía en los argumentos con los que pretendía defender su esperpento de reforma.
El tartamudeo que no pudo ocultar a lo largo de su intervención nos recordaba la triste historia de Tiberio Claudio César Augusto Germánico, conocido dentro de la realeza romana tan solo como Claudio por su mediocridad, que además de tartamudo era medio sordo y que, pese a su ineptitud, asumió el cargo de emperador porque aquellos a quienes les convenía así lo decidieron.
Su nerviosismo lo traicionó al punto de aceptar que si existe la intención de adelantar una reforma pensional, asunto que su jefe el presidente Duque ha negado insistentemente y presentado a la opinión pública como una mentira más de los organizadores del paro nacional. No menciona que mientras está promoviendo la necesidad de una reforma pensional, el ministerio a su cargo se apropió de $1,06 billones de los recursos del Sistema general de Participaciones cuyo destino legal y constitucional era el Fondo Nacional de Pensiones de las Entidades Territoriales (Fonpet), recursos de las reservas pensionales que aún no ha consignado en la cuenta de este Fondo en clara desobediencia a lo establecido en el artículo 48 de la Constitución Nacional.
Menciona Carrasquilla también que en esta reforma se impone un impuesto al patrimonio para montos superiores a $5.000 millones. Lo menciona tratando de mostrarlo como un impuesto nuevo cuando la realidad es que se trata de la continuación del impuesto que se ha venido cobrando bajo la denominación de “impuesto a la riqueza” y cuyos montos gravables tienen un techo menor al de su famoso impuesto al patrimonio. En lenguaje sencillo, la base gravable sobre la cual se cobraba el impuesto de patrimonio fue ampliada por el ministro Carrasquilla para que menos ricos sean los que tengan que pagar dicho impuesto.
Otra de las mentiras dentro de su accidentada intervención es que según él, dentro de su reforma se elevó la tributación para los más ricos. Para las personas de más altos ingresos su impuesto a la renta se incrementó en 4 puntos mientras que para las personas con patrimonios altos se impuso un impuesto que es “significativo”. No menciona el ministro a cuánto equivale en pesos colombianos un impuesto significativo.
Una de tantas frases incoherentes de su intervención, refiriéndose a las devoluciones del IVA es que “ayudan a formalizar, ayudan a que el Estado entienda mejor la composición de la sociedad en las diferentes regiones del país”. Un galimatías que nadie puede entender. Según Carrasquilla, esta devolución va a ser un éxito, pero no menciona cómo se va a devolver ese IVA a los de menores ingresos, mediante cuál mecanismo, qué herramientas ha implementado el gobierno para hacer esa devolución, entre otras incertidumbres.
Como colombiano del común no solo se siente vergüenza ajena por la mediocre intervención de un ministro que constantemente anda de pelea con la verdad, descolorido, que mostró total desconocimiento del tema que debería estar defendiendo con cifras y con argumentos reales, no con frases incoherentes y con mentiras. También se siente vergüenza de aquellos congresistas que han votado a favor de la reforma tributaria bien sea por ignorancia, por conveniencia, por pereza de leer el texto de lo que están sometiendo a su aprobación, entre otras razones.
