Al igual que varios entusiastas del SI, yo he leído el acuerdo en su totalidad. Algunos puntos varias veces. Y tiene usted razón: está lleno de tecnicismos jurídicos. Como debe ser cualquier acuerdo de esta dimensión, que requiere un detalle que permita sobre todo que las partes – después de muchos intentos fallidos – vuelvan a confiar.
Por eso quiero debatir punto por punto lo que sugieres de forma aparentemente tan lógica, con la misma altura con la que lo hicimos en el momento en que compartimos – desde dos orillas muy opuestas – en la Cámara de Representantes.
Cuando te refieres a que votarás NO porque el modelo de país que se acordó es inviable, le das al punto justo que quiero resaltar: En los acuerdos de la habana NO se negoció el modelo de país. En ningún momento se habla de modificar la forma en la que producimos, comerciamos y trabajamos en Colombia. Por el contrario, en el punto 1 del acuerdo, lo que se pone de presente es que tuvieron que pasar 50 años para que pudiéramos acordar cómo desarrollar el campo. El desarrollo agrario es una necesidad aplazada que está en el origen de nuestras múltiples violencias. Si tu razón para votar NO, es la oposición a la formalización y legalización de la tierra, te quiero comentar que ese es el sapo más grande que se tragó las FARC, para quiénes hace diez años era una imposibilidad pensar en otra cosa que no fuera su arcaica idea de reforma rural integral.
Querido Miguel: la paraestatalidad en Colombia se inauguró el día que el estado empezó a delegar el ejercicio de la fuerza y sus decisiones fundamentales en otros. Por acción y por omisión. Todo lo contrario. Esta implementación la hará el estado, porque lo que está en el trasfondo del acuerdo es que las FARC van a dejar de existir como guerrilla armada y reconocen al estado como el único legítimo para ejercer la fuerza. Tal y como lo entendimos muchos de los que estuvimos en la guerra y llevamos muchos años en la civilidad. Y la incorporación en el bloque constitucional es temporal y transitoria. Mucho peor hubiera sido abrir la negociación de la constitución misma – ahí sí – a una negociación con las FARC.
Yo creo que el desarrollo rural no es sólo posible, sino viable y necesario. Y la finalización del conflicto con las FARC es justamente lo que lo permitirá. Sobre las decenas de comités creados para la implementación de los acuerdos, tienes razón. No hacen más fácil la tarea, pero es el camino para incluir muchas voces que en las zonas más apartadas – justamente por la guerra – tienen mucho que decir. Incluso contra la propia guerrilla, contra el gobierno, contra los ciudadanos que miramos para otra parte. Hay que escuchar todas y cada una de esa voces, desde el respeto y consideración que merecen. Lo que no puede ocurrir, es que continuemos desconocimiento al otro hasta el punto de arrebatarle su humanidad misma en la expresión más vil y canalla a la que tristemente nos acostumbramos: el asesinato.
Sobre el narcotráfico, creo entender que dices que las FARC seguirán operando como narcotraficantes. Esto me gustaría que lo explicaras. ¿Sugieres que la desmovilización y la dejación de armas serán falsas? Porque es verdad que el narcotráfico no es un asunto de exclusividad de la guerrilla, como también es cierto que en él está uno de los principales motores de la violencia en Colombia. No estaría segura que fuera la principal causa, dado que la violencia política es anterior a la aparición de las múltiples bonanzas ilícitas que hemos tenido. Incluso la de la minería ilegal, que es mucho más reciente.
Es cierto que quizás el narcotráfico no desaparezca del todo. Como también es verdad que el estado y el gobierno voltearon muchas veces la mirada cuando el narco llegó a la política y a la economía formal. Así que celebro esta acción conjunta para la erradicación de los cultivos ilícitos de una forma mucho menos cruenta e ineficiente que con la fumigación. Pero lo que más celebro es que los narcos que procesan cocaína y la distribuyen van a tener cada vez menos capacidad para cultivar, procesar y explotar comunidades enteras en aras de su particular beneficio.
En cambio, si bien es cierto que la inversión del posconflicto será considerable, también es verdad que nunca hemos podido ni explotar ni desarrollar la mitad del país. La mirada pesimista no contempla los réditos de la paz, ni el crecimiento posible. Tal vez en medio de la angustia que nos produce a los colombianos la mirada de futuro a largo plazo. Me gustaría decirte que no es nada común que posterior a una desmovilización el mismo grupo se vuelva a armar de la misma manera que existió. Ni siquiera en el caso de las AUC, con el que muchos hemos sido tan críticos, tenemos que reconocer que los grupos posteriores no han llegado ni siquiera cerca al nivel de violencia y barbarie precedente. Incluso gracias a ese proceso las masacres se redujeron un 88%.
Las FARC no ganaron la guerra. La perdieron. En la doctrina guerrillera una negociación siempre será una rendición. Por el contrario, la dejación de armas es una victoria nuestra. De los ciudadanos que dijimos que la civilidad y no las armas era el camino. La historia nos está dando la razón.
En Colombia todos los sectores hemos sido culpables. Todos hemos amparado años y años de violencia. Todos hemos pensado en algún momento que nuestra violencia es más legítima que la del otro, que es respuesta a la agresión del otro. O que simplemente no nos corresponde. Claro, hay responsables de crímenes de lesa humanidad que tendrán que contar la verdad. Y están las víctimas. Esas mismas que de forma gallarda y generosa hicieron llorar por primera vez a Pablo Catatumbo hasta hacerlo aceptar que no hay justificación alguna para la barbarie del secuestro. Quisiera que los colombianos nos quedáramos con esa frase: No hay justificación alguna para la barbarie. Ni siquiera la más noble. Esos malos muy malos son justamente quienes tienen que dar algo bueno al país. La verdad no es un bien manipulable. En la mayor parte de procesos de paz del mundo, la verdad ha buscado salir a la luz, a veces años después – es verdad – pero siempre ha sido mejor conocerla que ocultarla.
Es verdad que las FARC buscarán el poder. Y ahora lo harán sin armas. Si me preguntas en lo personal creo que no serían en ningún caso buenos gobernantes. No les votaré. Así como millones de colombianos no lo harán. En eso hay que confiar y no es fácil. Pero es mucho mejor sin que su pensamiento divergente y a veces totalitario implique su exclusión de la democracia.
Es perfectamente entendible que tus sapos sean más grandes, babosos y feroces que los que a tu juicio deberán tragarse las FARC. Pero no es verdad. Nunca las partes habían cedido tanto. Lo que me parece válido, y a eso te invito respetuosamente es a dar el debate nacional aceptando nuestros propios sesgos morales e ideológicos. Este es un momento de cambio en que la civilidad debe imponerse. Pase lo que pase el dos de octubre, la paz es un horizonte que no podemos perder.
Una vez firmado el acuerdo, a nosotros nos corresponde la reconciliación, a la que afectuosamente te invito.