¿Quién tiene duda de que Farah y Cabal son unos fenómenos? Nadie. ¿Quién, además de los colombianos, le importa lo que hacen este par de tenistas? Nadie.
Es sencillo, pese a su increíble talento que queda demostrado cuando entran a una cancha de tenis, ningún interés despierta en la gente un partido de dobles.
La prueba reina es que cada vez que la pareja caleña jugó en un coliseo medianamente grande, como el Artur Ashe o el Louis Armstrong, jamás llenaron los asientos. Y no es culpa de ellos, lejos está de serlo. Sin embargo, hay que ser honestos y dejar de mentirnos. Los pocos asistentes que se veían en los primeros partidos e incluso en fases más importantes siempre lucían camisetas amarillas de la Selección Colombia. ¿Por qué? Porque solo nosotros, los de acá, los que buscamos escapar de esta agobiante realidad, nos refugiamos en nuestros deportistas y sus logros y tenemos la malsana costumbre de magnificarlos a una escala mundial.
Repito, Farah y Cabal son unos fenómenos. De hecho, son los número uno en el ranking ATP en dobles masculinos. Pero haga el siguiente ejercicio: Si llega a salir del país, pregúntele a cualquier desprevenido si sabe quiénes son Robert Farah y Juan Sebastián Cabal. La respuesta será negativa en un altísimo porcentaje. Cosa contraria sucedería si indagara por Federer, Nadal, Djokovic o las hermanas Willias, que juegan el mismo deporte pero en sencillos.
La cosa es clara. Nadie, salvo a un colombiano, le importa el tenis de dobles.