En un intento por hacer correcciones a lo que a simple vista parece errado —y tal vez de contrarrestar la lisonjería y vanidad propia de muchos latinos— se ha popularizado en redes sociales la idea de que al médico no se le debe llamar doctor y muchos —médicos y no médicos— han abanderado esta causa como propia. ¿Por qué llamarle "doctor" al médico? Vale la pena reivindicar nuestra historia.
Lo cierto es que el título de "doctor" con el que coloquialmente se designa a los galenos poco tiene que ver con el de Philosophiæ doctor (o doctor philosophiæ, o abreviado PhD o Ph.D., literalmente "doctor en filosofía") que reciben aquellos individuos luego de alcanzar el más alto grado académico en el sistema universitario moderno. El origen verdadero de esta tradición no es claro, pero posiblemente se remonta al Corpus Hipocrático —el conjunto de tratados médicos redactados entre el siglo V y VI a.C. fruto del estudio y vida de Hipócrates de Cos el llamado "Padre de la Medicina"— y a la posterior difusión global en el mundo civilizado de estas enseñanzas. Específicamente al Volumen I de este compendio que contiene en su primera parte el Juramento Hipocrático el cual es —para aquellos no familiarizados— un juramento público que realizan alrededor del globo los graduandos en medicina antes de recibir su diploma y que reza en el segundo párrafo de su versión original así:
"Venerar como a mi padre a quien me enseñó este arte, compartir con él mis bienes y asistirles en sus necesidades; considerar a sus hijos como hermanos míos, enseñarles este arte gratuitamente si quieren aprenderlo; comunicar los preceptos vulgares y las enseñanzas secretas y todo lo demás de la doctrina a mis hijos y a los hijos de mis maestros, y a todos los alumnos comprometidos y que han prestado juramento, según costumbre, pero a nadie más".
En otras palabras, todo médico ha jurado ser profesor de los hijos de sus maestros y de todo aquel interesado honestamente en aprender los secretos del arte. Profesor, que en latín se dice doctor.
En medio del oscurantismo Europeo —de igual manera a como ocurrió con el resto de las ciencias— el desarrollo de la medicina se trasladó al mundo islámico. En aquella época de oro para el desarrollo científico y en base a traducciones de las enseñanzas de los grandes médicos del mundo occidental Hipocrates de Cos y Galeno de Pérgamo se erigieron brillantes escuelas médicas de las que surgieron prominentes figuras como Ibn Sina (o Avicena, conocido también como Padre de la Medicina) y en las cuales se cree ya en el siglo VIII de nuestra era se tenía por costumbre denominar a sus graduados con el honorifico de "doctor". Siglos después en la Europa del renacimiento la costumbre de llamar doctor al médico se había difundido y popularizado a lo largo y ancho y hacia 1703 la Universidad de Glasgow otorgó a su primer graduado en medicina el título de Medicinae Doctor (del latín Doctor en Medicina), costumbre que acogieron las escuelas estadounidenses y —equiparándolo al título de PhD.— también las escuelas del Reino Unido.
Actualmente sea que la universidad otorgue al galeno el título de "Doctor en medicina", de "Médico y Cirujano" o simplemente de "Médico" a nivel mundial e incluyendo a los países hispanohablantes se le dice doctor al médico, respetando esta milenaria tradición y el juramento que a mucho honor pronunciamos el día que oficialmente culminamos nuestros estudios y entregamos nuestra vida al servicio de los enfermos y a la enseñanza de nuestro oficio. Y la Real Academia de la Lengua Española lo tiene claro:
"Doctor,ra: 3. m. y f. coloq. Médico, aunque no tenga el grado académico de doctor".
El debate sobre este tema es largo y no se da solo en Colombia, un país donde por "doctor" se denomina a cualquier persona en un cargo moderadamente importante o que ostenta cierto tipo de poder. Costumbre muy arraigada y que abarca todas nuestras clases sociales. Pero aprovechando la ocasión, quiero alzar una voz en defensa de nuestro muy golpeado gremio y de nuestras antiguas y nobles tradiciones: al médico sí se le dice doctor. Lo confirma la historia.