Dos personajes se están atreviendo a algo antes inimaginable. Al superpoderoso Grupo Empresarial Antioqueño (GEA), que antes se llamaba Sindicato Antioqueño y que es dueño o accionista mayoritario de megaempresas como Sura, Argos, Nutresa y Bancolombia, le salieron dos gallos bravos.
Por el lado de la política, el alcalde de Medellín Daniel Quintero se atrevió a destapar, denunciar y desmantelar la sofisticada red que monopolizaba el Grupo Antioqueño en la contratación del municipio de Medellín, donde sus tentáculos llegaban hasta la inconclusa y desastrosa construcción de Hidroituango.
Tal atrevimiento lo está pagando caro, pues está tocando los intereses económicos de muchos pesos pesados en Medellín que tienen relaciones comerciales y negocios con el Grupo Antioqueño y que interesadamente simpatizan con su causa de revocar el mandato de Daniel Quintero. Y digo interesadamente porque el ver amenazados sus negocios se cumplió el milagrito de unir a uribistas y antiuribistas en Antioquia.
El otro gallito es Gilinski. El empresario caleño tuvo la osadía de metérsele al rancho al buque insignia de los antioqueños; con los petrodólares conseguidos de sus nuevos socios los árabes se propusieron comprar a precio de ganga una proporción mayoritaria de Nutresa y Sura, dos de las principales empresas que el Grupo Antioqueño controla a su antojo.
A precio de ganga, porque misteriosamente el precio que suman las acciones de estas empresas es mucho más bajo que lo que realmente están valoradas.
¿Tan raro, no? Haga de cuenta que usted tiene una casa de un piso, bien ubicada, y tiene la idea de hacerle un segundo piso, pero no tiene la plata para ello. Entonces, para conseguir el dinero necesario, decide dividir la participación de la casa en muchas partes y vender parte de ellas para construir el segundo piso.
Como su casa está bien ubicada, tiene el proyecto de ampliarla, y el precio de cada parte (acción) es accesible, le salen muchos compradores que se interesan en comprar una partecita y con ese dinero recaudado usted termina de construir el segundo piso. Pero ahí viene lo raro, usted ya tiene la casa con dos pisos, aunque el precio de cada participación sigue valiendo lo mismo que cuando tenía un solo piso.
El pequeño inversionista queda plop porque su esperanza era que su inversión se valorizara. Eso les pasa a los accionistas minoritarios de Nutresa y Sura, un caso exótico porque en el mundo normalmente las empresas valen mucho más si se suman todas las acciones que lo que realmente vale en libros.
Por esa razón, las acciones de las compañías se valorizan año tras año. Eso es lógico, porque al precio de sus activos tangibles (que usted puede ver y tocar, como son los edificios las fábricas, etcétera) hay que sumarle el valor de la marca, que en algunos casos vale incluso más de lo que valen los activos tangibles.
Esa situación tan peculiar solo sucede en Colombia y se repite en otras empresas. Los que compran acciones simplemente son los idiotas útiles que con su pequeña participación sumada financian grandes proyectos y nunca ven retribuida su inversión en valorización de la participación que compró. ¿Por qué sucede esta situación?, quién sabe?, pero como dijo Maquiavelo "piensa mal y acertaras".
Eso sucedió hasta que Gilinski, en una jugada superastuta, vio en esta situación una oportunidad de negocio, se asoció con los archimillonarios árabes y se hizo con una buena tajada de la casa de dos pisos a precio de casa de un solo piso. Ahora forma parte de la junta directiva de estas dos empresas y muy seguramente va a obtener los beneficios reales de estas grandes y sólidas compañías. Como dicen por ahí, a los paisas les salió el tiro por la culata.
Gilinski y Quintero son rivales. El primero, a través de su revista Semana, hace parte de la campaña de desprestigio al alcalde de Medellín que busca revocarlo. Pero eso no le quita a ambos el mérito por tener la valentía de desafiar a los monopolios que están acostumbrados a manipular a su antojo la economía nacional. Gracias a Dios existe la democracia y el bendito capitalismo.