Dicen que la política es dinámica, esta ha sido la mejor forma para describir como la clase política colombiana cambia de bando sin ahorrarse nada del cinismo propio de mentes maquiavélicas, se olvidan de sus ¨ideales¨ para cubrirse con el árbol que mejor les de sombra.
Estamos a meses de otra contienda electoral a nivel local, y comienzan a aparecer fotos de la clase política tradicional con cabezas visibles del proyecto político que nos prometió un cambio.
Esas apariciones no son de gratis, significan que se están tejiendo alianzas para hacerse con el poder en los entes territoriales, aquí es donde comienza la repartija, lo que le corresponde a cada sector político de llegar a ser electos.
Sorprende como personas de espectros ideológicos totalmente opuestos, deponen sus contrariedades para hacerse al poder o mantenerlo, si electo el Congreso hemos visto cualquier cantidad de peripecias para seguir como sanguijuelas desangrando al Estado, desde lo local no podíamos esperar nada diferente.
La política en Colombia desde hace años se vivencia al mejor estilo de la moda, un día fueron uribistas, otro día santistas, más tarde duquistas, y como en Casa de Nariño hay una nueva deidad, entonces quieren posar de petristas, ahora todos se entregan a él.
Produce vergüenza ajena como se regalan para mantenerse ahí, pegados al poder, siendo hipócritas, demandando protagonismo, vendiéndose como meretrices en una calle de mala muerte; qué bajo vuela la clase política en Colombia, incapaz de alcanzar las alturas de las águilas para sobreponerse a los reclamos del ego, de trascender los límites de nuestra condición humana en búsqueda de abnegados ideales.
Si todavía a estas alturas los políticos tradicionales permanecen en la ceguera que les ha dejado el poder, no es menos cierto que los del cambio también nos han demostrado que tienen lo suyo. Ya no les hiede la podredumbre de los primeros, ahora simplemente son aliados para aprobar ahora sí las reformas que demanda el Estado y la sociedad colombiana.
Para una mente sin apasionamientos, lo que observamos es más del mismo espectáculo grotesco; las mismas prácticas, los mismos vicios, la misma pretensión de ser poderosos e imprescindibles, para en últimas terminar haciendo lo que les dé la gana, mancillando la ley y el bienestar de millones de personas en este país.
Mírenlos ahí, impulsando una reforma política, un Frankenstein arropado en la verborrea de exorcizar los demonios del ejercicio político, cuando la única y cruda realidad es que se fortalecerá con esta, la dinámica mafiosa que circunda al interior de los partidos y movimientos políticos.
La máscara está cayendo, y lo que sí va quedando claro hasta ahora, es que eso de que la política es dinámica, es un invento para justificar que nuestros políticos no son fieles a sus ideas sino a sus intereses, que el cambio, no ha sido más que un eufemismo para la conquista del poder, que ya no los perturba lo que tanto criticaron, y que no importa cuantos nombres y organizaciones políticas con vientos de novedad puedan constituirse, si en realidad la esencia sigue siendo la misma.