Una vez perpetrada la masacre – ¡casi un holocausto!, ¡35 personas sacrificadas tristemente allí!- los miembros de las FARC y de algunos organismos afines colaboracionistas a ésta organización armada antipopular le hicieron saber al mundo que ese exterminio en una verbena en la Invasión La Chinita en Apartadó había sido perpetrado por organizaciones de autodefensa, “Paramilitares”, “Comandos Populares” que ellos llaman, aun cuando en toda la región se conocía que ese hecho tenía nombre propio y que los determinadores podrían ser civiles con oscuros móviles políticos.
José Antonio López Bula y Nelson Campo Núñez, entre otros, políticos de la UP, que fueron apresados por esos días, cuando era común la combinación de las formas de lucha entre las colectividades de comunistas, manifestaron que ellos no tuvieron nada que ver con ese asunto sanguinolento.
Y la justicia les dejó en libertad por falta de evidencias en contrario. Entre ellos a mi amigo, intelectual, sociólogo y defensor de Derechos Humanos, Arboletino, Carlos Andrés Pérez Berrio, exalcalde de Chigorodó, por quien yo podría meter incluso las manos al fuego, de que él no tuvo que ver con ese asunto sangriento.
Pero la verdad aflora, lenta, como embrión en grano de maíz, buscando el sol, con el paso inexorable de los largos años. Joverman Sánchez Arroyave, más conocido, en las FARC y en el mundo del crimen, como ‘Rubén’ o ‘Manteco’, le manifestó muchos años después a Verdad Abierta.com que <<”… ellos fueron los responsables de la incursión armada aquella noche del 23 de enero…>> y también que: << “Nosotros nunca hemos dicho que las Farc no cometió eso, nosotros estamos diciendo sí…”>>.
Pero al tratar de explicar lo inexplicable, tras 35 muertes en un solo sitio, mintió: <<“Lo que hubo fue un exceso de la fuerza, obligatorio. Los muchachos van, no se lo niego, por seis reconocidos paramilitares de los Comandos Populares que iban a estar en esa verbena. Cuando van allá, el partido como tal, ese movimiento de Esperanza, Paz y Libertad, lógico, protegieron allá, y se alzan a capturar a los muchachos con palos, piedras, hubo tiros, los muchachos bregando a salirse para no ser capturados y que los fueran a matar, empiezan a disparar. Ni ellos sabían qué era lo que estaba pasando. Y ustedes saben que un disparo puede causar muchas víctimas, eso fue lo que ocasionó muchas víctimas. Además, los escoltas de los ‘paras’ que estaban ahí, ellos también dispararon, lógico, no mataron guerrilleros, pero pudieron haber matado de ellos mismos”>>.
Sin embargo, durante la mesa de diálogos en La Habana, Cuba, los jefes guerrilleros Pastor Alape e Iván Márquez le preguntaron a las víctimas, sí era verdad que allí en esa fiesta popular fatídica habían hombres armados que habían intentado repeler la funesta incursión de las FARC -¿EP?. Y en coro, las adoloridas familiares de los muertos, seguras de no mentir, dijeron unánimemente que no. Que eso era falso, que allí no había hombres armados, menos de los tales “Comandos Populares” y que nadie por desgracia a la impopular insurgencia les disparó ni siquiera una pedrada.
Los jefes guerrilleros, perplejos, guardaron silencio y días después les pidieron perdón a las víctimas en Apartadó. Y en la Institución Educativa San Pedro Claver manifestaron que las FARC-¿EP? Sí había cometido la masacre pero que su Estado Mayor no fue el determinador. Que ellos no dieron la orientación.
¿Y si miembros de las FARC, en cabeza de “Manteco”, fueron quienes cometieron la dolorosa masacre y el Estado Mayor de esa organización no dio la orientación, entonces quién diablos la dio? ¿Quién fue el determinador de tan espantosa afrenta al pueblo de Urabá?
Me alegra mucho que el país se reconcilie, que los líderes de la UP por tantos años fuera de su patria retornen a su tierra – el exilio es muy duro, me ha tocado padecerlo- pero ante los vacíos es necesario solicitarle a las FARC verdad. Pronto. Por las víctimas. Porque tarde que temprano la verdad aflorará, como embrión de mata de maíz, en búsqueda del sol de la justicia. Y no habrá nada que se pueda ocultar.
FERNEY SUAZA MARIN.
Enero 23 de 2017 –Tras 23 años de impunidad-
