'Al Estado Islámico no se le puede catalogar como terrrorista'

'Al Estado Islámico no se le puede catalogar como terrrorista'

'Se trata de un grupo construido sobre una interpretación llena de odio, de pasajes específicos y descontextualizados del Corán'

Por: Arturo Hernández González
noviembre 24, 2015
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'Al Estado Islámico no se le puede catalogar como terrrorista'
Foto: tomada de libertadigital.com

Los más recientes ataques perpetrados por grupos como ISIS o Al Qaeda fueron precedidos por un largo proceso de gestación ideológica y política. Sería errado juzgar las acciones de estos grupos como meramente terroristas, ya que en realidad poseen una estructura mucho más desarrollada y obedecen a fines mucho más complejos que generar el caos y propagar el miedo entre los ciudadanos del mundo.

Desde hace algunos años el término “terrorismo”ha sido empleado para señalar usualmente a grupos de personas que infunden el terror al coaccionar a una población específica a través de acciones concretas. No obstante, resulta un grave error otorgar el epíteto “terrorista” a un grupo que ha causado cientos de bajas solo en los últimos días y más aún; catalogarlo de este modo, haciendo uso de esta visión reduccionista del lenguaje como representación de la realidad.

¿Es –por ejemplo-, el Estado Islámico un grupo terrorista? No en realidad… Se trata de un grupo construido sobre una interpretación llena de odio, de pasajes específicos y descontextualizados de la bella poesía del Corán, y útil a los intereses de los líderes del movimiento. Además es importante recalcar que, lejos de ser un movimiento religioso –como se propone fervientemente en su discurso reaccionario–, es una conformación política de actores civiles con una perspectiva alterada sobre la necesidad del uso de la fuerza en escenarios de crisis; políticos y sociales, que sufren desde hace años a causa de una arraigada corrupción en ausencia del Estado y la implantación de modelos políticos que excluyen generalmente al pueblo.

El Estado Islámico es, como su nombre lo indica, un Estado. Esto es –según el DRAE (2009)-, una forma política de organización social, económica, soberana y coercitiva, conformada por un grupo de instituciones que tiene el poder de regular la vida comunitaria, generalmente en un territorio determinado o territorio nacional.

Si analizamos las dinámicas que intervienen en los procesos de esta organización, es fácil encontrar que cada concepto que atañe al susodicho Estado está plenamente desarrollado.

Por desgracia, se trata de una organización política (o politizada) de carácter social y que de hecho cuenta con un número creciente de seguidores a nivel mundial, que como nos contó el periodista alemán Jürgen Todenhöfer en Siete Impresiones de un Viaje Difícil (2014): “(…) no son “religiosos ignorantes”, sino que muchos de ellos son personas muy bien preparadas”.

Además tiene una fuerte organización económica; que si bien no es para nada estable, resulta sumamente eficaz, puesto que ISIS obtiene sus ganancias de saqueos y robos a bancos; de impuestos atroces que se cobran en las regiones en las que tienen controles operativos; de secuestros y extorciones, y de fuertes actividades ilegales de exportación de armamentos a través del mercado negro.

Esto es solo un pequeño esbozo de la maquinaria financiera que abre sus fauces famélicas en una forma no tan diferente a como lo han hecho pequeños monopolios de guerra a través de los años, en cientos de países alrededor del mundo y como durante más de 50 años lo hicieran las FARC-EP en Colombia.

La soberanía del Estado Islámico (E.I) no puede ponerse en duda. Estamos frente a un coloso bélico que estructura su poder político a través de la presión (coacción) y el miedo. Solo en este punto puede considerársele un grupo terrorista y, sin embargo, los alcances que posee en una gran extensión del territorio oriental son inimaginables. Es menester, además, prestar cercana atención a los procesos particulares de otros movimientos, como los grupos yihadistas Ansar Dine (Argelia), Al Murabitun, Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), Al Mulathamun o el Movimiento de Unidad para la Yihad en África Occidental.

El último punto propuesto en la definición planteada anteriormente es la capacidad de coerción. El EI tiene a su favor el discurso exacerbado y brutal de la causa religiosa por sobre la razón y la identidad humana occidental, que les permite generar un constructo idílico de pertenencia por parte de los simpatizantes. Al hacer uso de una fe cautelosamente manipulada; cosa que por lo demás no les es original puesto que grupos predecesores como Al Qaeda ya habían utilizado esta “herramienta”, han inspirado una idealización de la guerra internacional justificada por la predica islamista.

Empero, una lectura juiciosa del Corán y del Sona invita a compartir una verdad íntima de sabiduría y trascendencia, y a combatir la incredulidad a través de una plática continua y sin distinciones. Aun cuando este punto no deja de parecer ciertamente recalcitrante para un libre pensador, es necesario separar el mensaje violento de los grupos que representan un Islam Político de la intención verdadera del libro.

En cuanto al carácter político del EI, es menester hacer una salvedad inicial, el economista canadiense Michel Cossudovsky escribió en 2014 un artículo en el que asegura que la “Guerra contra el Terrorismo”, es un incentivo indirecto a las prácticas de los grupos islamistas más radicales. Además, nos narra la organización primitiva del EI en sus primeros días como entidad afiliada a Al Qaeda, sobre esto, indica que este grupo fue originalmente impulsado por el gobierno estadounidense junto con el M16 Británico, el Mossad de Israel y las inteligencias de Pakistán y de Arabia Saudita.

Del mismo modo, se hace imperativo analizar el contexto actual de la situación internacional. La apertura de los países para recibir flujos masivos de refugiados, es solo la piedra angular para entender la crisis presente. Las potencias internacionales han dado la espalda abiertamente al conflicto. Desde hace meses y meses era posible para un investigador mínimamente atento encontrar la propaganda enfermiza del EI esparcida por toda la internet.

Es ahora, sin embargo, tras los ataques perpetrados en Francia durante noviembre de 2015 (¿Por qué no desde los ocurridos en contra del semanario Charlie Hebdo?) que la necesidad de bloquear y censurar las miles de comunicaciones violentas –con contenido explícito como ejecuciones o extorsiones-, ha crecido con tanto ahínco.

Ahora bien, como ya lo hemos mencionado, dado que el EI obtiene una gran cantidad de capital financiero de los secuestros y las extorsiones que realiza, resulta problemático para dicha organización que miles de refugiados se movilicen hacia Europa. Francia ha tomado medidas obvias de protección de su territorio y su población, al cerrar las fronteras mientras haya una amenaza declarada y posible.

Es necesario recordar que el éxodo rumbo a América Latina o a Medio Oriente que realizaron miles de ciudadanos europeos durante la Segunda Guerra Mundial se refleja hoy con total paralelismo en el trasegar angustioso que continúan estas víctimas anónimas de la guerra.

A modo de conclusión, podrá decirse que este conflicto violento trasciende el lenguaje y el discurso coactivo en sí mismo. Es perentorio formular una vía de acción pragmática contra el lenguaje de odio que sustenta el psicoconstructo de la guerra. El único elemento que le queda al mundo para intervenir en esta situación es la cultura. No se trata de destruir la cultura occidental o aniquilar la religión musulmana, sino hacerla parte de nuestra identidad humana, eliminando toda la idealización de la guerra su discurso lascivo. Aun cuando parezca inocente, un cambio tan sutil en la vida occidental como podría ser la intervención activa de la filosofía en este momento crítico, puede resultar definitivo para nuestra evolución cultural y el nacimiento de una tolerancia más profunda.

Debemos entrar en un pacem momentum en el que las culturas dialoguen y transformen los discursos belicistas en oportunidades para enriquecer la cultura humana. Así mismo, es de suma importancia cortar el flujo económico que financia a estos grupos, frenar el importe de armas a través de medidas restrictivas mucho más organizadas sobre el contrabando de estas y condenar los crímenes de lesa-humanidad que han persistido con total impunidad durante ésta guerra (y todas las guerras). No obstante, nada de esto será definitivo sino usamos la cultura y la posibilidad de generar un pensamiento crítico sobre el quehacer humano en su tiempo vital; que por lo demás, también es común y social.

Finalmente, quisiera concluir citando al poeta sirio Alí Ahmed Said Ésber, más conocido en Europa como Adonis, quien sentencia con optimismo respecto a esta guerra: “Siempre hay que esperar que exista una salida, un pueblo siempre podrá encontrar una salida. No podemos desesperarnos. La esperanza forma parte de la personalidad de todos los pueblos”.

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