Desde que tengo uso de razón, el Ejército Nacional ha sido insignia en el país, protegiendo a la ciudadanía y dando golpes a los grandes criminales que le hacen tanto daño a nuestro pueblo.
Desde el 2010, cuando el presidente era Juan Manuel Santos, el Ejército está en decaído. Y es que desde que se dio la negociación de “la paz” con las Farc, nunca se tuvo un respeto hacia la institución y menos un liderazgo. Las fuerzas militares en ese periodo y hasta la actualidad son un cero a la izquierda.
A partir de ese hecho, se puede decir que la institución entró en un limbo, lleno de nerviosismo, partes divididas, falta de sentido de pertenencia y de liderazgo. Nunca volvió a ser la misma.
Pasaron a ser villanos y ahora los supuestos héroes son los guerrilleros. Cuando Iván Duque fue elegido presidente, en el 2018, uno de sus pilares era volverle a dar a las fuerzas militares la importancia que se merecen.
Hasta el sol de hoy no se ha visto ninguna acción que haga pensar que eso se haya hecho. Por el contrario, la institución se debilitó cada vez más. Es que si desde el presidente, que es la cabeza, no se hacen las cosas bien, pues nada va a funcionar.
Por ejemplo, si su sistema nervioso, en este caso el presidente, no funciona o trabaja a medio ritmo, pues obviamente las funciones del cuerpo, o sea las instituciones, van a trabajar del mismo o de peor modo.
Si bien en todos los gobiernos existen problemas sociales, ninguno como los que enfrenta Colombia en estos últimos años y más con las agresiones que han hecho algunos miembros de las fuerzas militares, que en mi opinión son manzanas podridas. Generalizar siempre será una injusticia.
Muchas personas que se creen expertas piensan que la única forma de que no existan más atropellos por parte de la fuerza pública, que en su mayoría provienen de la policía, es reformar cada institución. De igual forma, creen que el “fallo” es en la educación. Como si les enseñaran a cometer estos atropellos.
Otro de los problemas es el descuido en la parte de la formación militar y las ciencias militares, ya que se incursionó en otras áreas que son importantes, pero que no representan en sí al ejército. Se llenan de carga académica y como resultado tienen malos profesionales tanto en lo militar como en la otra carrera que elijan.
Y aunque hay cosas malas, también hay buenas, como que el ejército se preparó para ser una institución multimisiones, que no solo combate en el monte, sino que se prepara para ayuda a la ciudadanía en todos los aspectos en los que se requiera.
Solo hace falta un buen líder.
Al final, lo principal que se debe hacer con la fuerza pública, más con el ejército, es nuevamente llenarla de confianza, hacerla respetar frente a toda la sociedad y guiarla con liderazgo ejemplar. No hace falta ninguna reforma o algo parecido, como lo quieren hacer ver algunos opositores.
Menos crítica sin fundamento, más confianza y más mano dura. Volvamos a hacer grande al Ejército Nacional otra vez.