En nuestros sueños quisiéramos borrar cuadros tan deprimentes como ver niños llorando al pie del cadáver de su padre asesinado, sin posibilidades de educación y obligados por el hambre a pedir limosnas en los parques; y padres azotados por el desempleo y la falta de atención en salud. Sin embargo, la esperanza se desinfla cuando vemos que en Colombia funcionarios bandidos nos roban de nuestros impuestos más de cincuenta billones al año (dato de 2018), mientras la justicia solo mira y nosotros seguimos practicando una democracia que no sirve para nada.
Hablando de democracia (gobierno del pueblo), esta fue creada por los atenienses en el siglo V a.C. No obstante, ante la imposibilidad de que mucha gente gobernara al tiempo, se validaron algunos criterios para que unos eligieran a otros. Según el filósofo español Fernando Sabater, en las tribus primitivas, más o menos, la fórmula era la siguiente: el mejor cazador dirigía la caza, el más fuerte organizaba el combate, el de mayor experiencia aconsejaba, el más sabio tomaba las decisiones y quien fallara perdía el liderazgo.
No se necesita revisar mucho para concluir que este criterio no fue el tenido en cuenta en ninguna parte de Colombia, haciendo especial énfasis en un pueblo del Caribe donde nombraron a un abogado en la Secretaría de Salud. ¿Por qué esto? Por la simple razón de que la democracia es una porquería y la política es un excelente negocio de un grupo de personas que forman una especie de sociedad para delinquir, organizando un verdadero entramado de corrupción. Lo peor de todo es que el pueblo parece no querer darse cuenta de esto.
Todavía existen ingenuos convencidos que la política es el quehacer dedicado al bien común, pero la verdad es que no es así. No, señores, es un brillante negocio en el cual varios comerciantes se disfrazan de políticos, aportan una cantidad de dinero, escogen a un candidato que tenga cierta simpatía, organizan a su alrededor un circo con lagartos y bufones, buscan un grupo de periodistas que hablen maravilla y al final multiplican su inversión por tres o cuatro. Lo que sobra será lo que se invierta en salud, educación, etcétera, agregando algunas tajaditas para quienes controlan.
Nuestra esperanza se vuelve añicos cuando escuchamos campesinos y obreros llevando del bulto, pero aplaudiendo a los corruptos. También cuando leemos en redes sociales personas respetables dándose rejo por defender a los que tienen a Colombia en este estado tan lamentable. Esta discusión de derecha e izquierda no conduce a nada, lo que quizás se requiere es una política que busque un equilibrio. Es decir, que no tire ni tanto al individualismo ni tanto al Estado, sino al bienestar de todas las personas, ¡eso no es ningún comunismo!
Amigos, considero que si la actual democracia no nos está garantizando nada, debemos practicarla mejor o tirarla al diablo.