La figura del legendario guerrillero argentino es el mayor ícono de rebeldía que se conozca; es considerada la imagen más reproducida en todo tipo de superficies. Alberto Díaz (Korda) jamás se imaginó que la fotografía que le tomara al Che Guevara mientras asistía al funeral de las víctimas de La Coubre alcanzara tanta fama, y hasta fuera objeto de controversias, como las que se suscitan por estos días en la Universidad Nacional por haber borrado el retrato en sombra que por décadas identificó al auditorio León de Greiff.
La gesta del Che Guevara es reconocida en todo el mundo porque simboliza la rebelión del hombre que tiene un sueño romántico, como hacer que los pueblos más pobres sean redimidos. Inicialmente lo hizo con sus misiones médicas por el sur del continente y luego pretendiendo dar al traste con las dictaduras y gobiernos despóticos que usufructuaban el poder en beneficio de los más ricos.
Fueron las injusticias humanas las que crearon la arquitectura del hombre idealista de la primera década de la segunda mitad del siglo XX, y el médico argentino Ernesto Guevara de la Serna encontraría su caldo de cultivo para su propósito. Inspirado en el gobierno benefactor de Juan Domingo Perón de su país, recorrió gran parte del continente hasta encontrar como destino un país del Caribe que lo acogió como hijo luego de haber contribuido a derrocar la tiranía de Fulgencio Batista con la Revolución Cubana.
Murió casi sólo, traicionado, engañado, mal herido pero con la mirada brillante. Pretendía volver a su amada Argentina para continuar con su lucha rebelde, pero también radiarla desde un punto estratégico de la América Latina, por eso escogió Bolivia como foco de la lucha insurgente.
La noticia de su muerte se regaría como pólvora por el mundo, y con dolor y lágrimas los pueblos oprimidos erigen la más grande de las esculturas que se conozca, y esta está en la memoria colectiva de los estudiantes universitarios, de los obreros, de los movimientos rebeldes, de las marchas del primero de mayo, en la China de Mao, en Camboya y Vietnam.
Era usual que universitario que se respete tenga en su alcoba la imagen icónica del Che, pero no podía ser otra que la obturada por su fotógrafo Alberto Korda, con los cabellos enredados y su escasa barba; con la boina de la estrella solitaria. Carlos Puebla le dedicaría unas estrofas con su canción Hasta siempre, que hoy por hoy tiene el privilegio ser una de las que más versiones tiene por cantantes de muchos países del mundo y en multiplicidad de ritmos.
El poeta cubano Nicolás Guillén, en su poema Che Comandante, se referiría así luego de su muerte: “Estás en todas partes. En el indio hecho de sueño y cobre. Y en el negro revuelto en espumosa muchedumbre, y en el ser petrolero y salitrero, y en el terrible desamparo de la banana, y en la gran pampa de las pieles, y en el azúcar y en la sal y en los cafetos”.
La Cuba del periodo especial por la caída del campo socialista de Europa del Este, abre las puertas al turismo, por lo tanto los escasos mercadillos y tiendas de artesanías se surten con imágenes del Che reproducidas en madera reciclada de empacar habanos Montecristo elaboradas en pirograbado manual. Pero también los pulóver, los llaveros, las porcelanas, los poster, las postales, los libros, todos llevan la mítica imagen.
Aun sin ahondar mucho en la ideología de Guevara, ha sido común ver la imagen del Che en los guardafangos de los camiones, en las chivas junto a una frase típica colombiana. En general, el Che despierta pasiones y odios. Lo más característico es que quienes tienen ideas progresistas o de izquierda lo defiendan y quienes son de tendencia de derecha o de extrema de derecha lo sentencien como asesino.
Quiérase o no las universidades públicas lo han reivindicado como la imagen de la rebeldía y la lucha en favor de los desprotegidos. Nada tiene que ver que la mayoría quieran que se lo borre. El Che es identidad de los pueblos del mundo que buscan un modo de vida mejor y libre de tiranías. Cada vez que intenten borrarlo resurge el mito.
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