Da grima y consideración la situación por la que atraviesa el joven e inexperto presidente Duque y su partido de gobierno a consecuencia de las fracasadas políticas (hundimiento de objeciones a la JEP, ley de financiamiento, seguridad nacional, relaciones exteriores, en fin). Estos desatinos los ponen de cara a una encrucijada sin salida fomentada por ellos mismos con el aval de quienes confiados eligieron democráticamente esa opción presidencial, los mismos que votaron no en el plebiscito sobre los acuerdos de paz. Hoy día a la mayoría de estos electores se les ve deambulando avergonzados y con la cabeza gacha. No son los impetuosos de otros días cuando enceguecidos y fieles a la “doctrina” de su líder, el que puso al presidente, creyeron casi religiosamente que serían “el pueblo elegido”.
Tal desgobierno ha provocado el desencajamiento del Estado de forma vertiginosa en todos sus órdenes, en muy poco tiempo —15 meses de pena sin gloria—, produciendo la más notable anarquía de los últimos tiempos, el acabose para el pueblo colombiano. Sobre todo, para los compatriotas menos favorecidos, víctimas de la injusticia social desde siempre en regiones olvidadas por los gobiernos de turno de todas las épocas, no hay uno que se salve, solo promesas.
Circunstancias oscuras las que han vivido, pero nunca tan recrudecidas como las de ahora por la violencia que impera de todos los géneros y que no logra controlar el gobierno.
Sumémosle a este desastre la peor de las desdichas que puede vivir un ser humano, la pérdida de un hijo en plena pubertad; así lo evidencian los hechos acaecidos en San Vicente del Caguán. La muerte inmisericorde de 8 incautos infantes de 8 humildes familias, “al desprotegido caerle”, por culpa del desatino de una inteligencia y estrategia militar mediocre, con brutal desenlace. En el afán de Duque por conseguir un “trofeo” para mostrar, él mismo lo informó a los cuatro vientos sacando pecho, dijo: “Fue una operación impecable en la que se dio de baja a 9 disidentes de las Farc incluido el cabecilla Gildardo Cucho”. De los niños muertos no dijo nada. También se lo guardó su mal designado Mindefensa, a quien en el debate del Senado se le vio, previo a la moción de censura y a su renuncia, idéntico a “un ratón enjaulado buscando la salida por alguna rendija”, descompuesto, dando mil justificaciones de su paupérrimo ejercicio. Por fin la semana pasada logró salir con el rabo entre las piernas.
Vienen nuevas mociones de censura en el Senado al gabinete ministerial, para destacar una que se resistía y entraba en mora, pero se avecina. Llegó el momento en que, el canciller explique en nombre del gobierno, sus desacertadas actuaciones en el exterior, que diga basado en qué políticas diplomáticas de Estado, se ha dedicado hasta el cansancio a promover “cercos diplomáticos” granjeándonos más problemas con el nefasto gobierno de la hermana Venezuela y descalificando a cuanto gobierno que no comulgue con los intereses del país del norte.
Para rematar, la decisión del gobierno de no votar ante la ONU, a través del mecanismo de abstención la resolución para terminar el embargo de Estados Unidos a Cuba; esta decisión hace ver ante la comunidad internacional que la totalidad de los colombianos estamos a favor de semejante despropósito, ¡inconcebible! Qué desconcertante ministro Holmes, a usted se le creía reposado y cauto, un hombre con experiencia y con el roce suficiente para manejar la diplomacia de la nación. Por favor, evítenos más líos, reflexione y haga entrar en razón al joven presidente o de un paso al lado, le llegó la hora.
Colofón. ¿De cuando acá los designados por el presidente como ministros de Defensa ddejaron de ser militares de honor y su lugar lo ocuparon comerciantes provenientes de Fenalco? Para la muestra un botón: los fracasados Pretel y Botero, qué coincidencia, en los dos gobiernos uribistas, buenos votos debieron poner. Vale la pena recordar al honorable general Fernando Landazábal Reyes, cruelmente asesinado por el régimen en el nefasto gobierno de Samper, después de cumplir invaluable gestión en favor de la seguridad de los colombianos. Nos merecemos ministros de Defensa no inferiores a las calidades del general Landazábal Reyes.
¡Hombres de honor, por el bien de nuestra amada Colombia!