Akira (1988), de Katsuhiro Ōtomo. Futurismo, ciberpunk, ultraviolencia y la revolución social como fin

Akira (1988), de Katsuhiro Ōtomo. Futurismo, ciberpunk, ultraviolencia y la revolución social como fin

Akira es una mezcla de muchos elementos: cultura, guerra, futurismo o idolatría de la máquina, cyberpunk japonés y ultraviolencia

Por: Luis Carlos Muñoz Sarmiento
septiembre 05, 2023
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Akira (1988), de Katsuhiro Ōtomo. Futurismo, ciberpunk, ultraviolencia y la revolución social como fin

Optimistas y pesimistas contribuyen a la sociedad.
El optimista inventa el avión, el pesimista el paracaídas.
GEORGE BERNARD SHAW

Para escapar de su miserable suerte, el pueblo tiene tres caminos: dos imaginarios y uno real. 
Los dos primeros son la taberna y la iglesia. El tercero es la revolución social.
MIKHAIL BAKUNIN

Ahorcamos a los ladrones de poca monta y nombramos a los grandes para cargos públicos.
ESOPO

Una vez que decir la verdad se ha convertido en un crimen, todos viviremos en una tiranía. 
NILS MELZER

El Estado no te da la educación que necesitas, te da la que él necesita que tengas.
MAX STIRNER

El Ciclo Cine de Animación del Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, continúa con Akira (1988), de Katsuhiro Ōtomo, una mezcla de muchos elementos: cultura, guerra, futurismo o idolatría de la máquina, Cyberpunk japonés, ultraviolencia, hiper tecnologización, hacia la destrucción total de la especie humana. Con el ánimo entre el optimismo y el pesimismo de iniciar una nueva odisea a caballo entre Homero y Sísifo y la mítica idea de salvarse mediante la destrucción. Todo ello, a pesar de un ambiente a caballo entre el apocalipsis y el pos apocalipsis, en medio de la hiperviolencia entre diversos grupos, reformas fiscales, laborales, las luchas de resistencia social, la sociedad de la vigilancia, la opresión/represión del Estado, el Golpe de Estado militar, el desmesurado/violento amor por las motos (como en Crash por los autos), la sociedad atomizada por el accionar policivo, militar y paramilitar, con un trasfondo científico.

El filme es un ánime Cyberpunk de lo que en la jerga académica llaman postapocalíptico, por el temor a entender/aceptar un fenómeno que ya ocurre, pero que es mejor verlo en un futuro hipotético, es decir, como algo que no ha ocurrido, puede ocurrir, quizás nunca ocurra. Hecho en estrecha colaboración entre el cineasta e Izo Hashimoto a partir del manga (cómic nipón) homónimo. La obra se inicia el 16.jul.2019: 31 años después de la III GM en la ciudad que, a partir de las ruinas de la antigua Tokio, ahora es Neo-Tokio. La nueva reforma fiscal genera manifestaciones de desempleados que acaban en grandes disturbios. Los líderes de oposición se niegan a presentar en una reunión de urgencia convocada por el Gobierno. Así, se complica el voto de censura. Tetsuo Shima entra al Bar Harukiya y pide ‘tres anfetas’ o anfetaminas, esas drogas estimulantes tan adictivas por allá en los años 70 que aceleran las funciones de cerebro y cuerpo. Ultraviolencia en las calles, como en Una naranja mecánica, de S. Kubrick. 

O como en Mad Max (1981), I Parte, de George Miller, filme en el que tras el holocausto nuclear la gasolina deviene un bien tan escaso como muy codiciado. Pelea entre pandillas de motociclistas. La gente pide acabar con las reformas fiscales y que le devuelvan Tokio, en medio de los escombros por las trifulcas entre pueblo y ‘autoridad’: esta, una dudosa figura que se impone en sí misma como argumento, pero sin argumentos en sí misma. La respuesta de la policía no da espera: la zona está rodeada; se prohíbe el paso; el sistema de vigilancia en acción contra la actitud del pueblo: ‘Este gobierno es una mierda. Sí, ¡una mierda!’. La policía derriba al que está armado y va con un niño. La misma policía dice: ‘¡Paren, está con un niño!’ Este, se levanta; el hombre, en el piso, alza el arma, la policía lo liquida. El niño grita, cual Oskar Matzerath en El tambor de hojalata, y quiebra los cristales de los macro edificios y locales comerciales, con la estridencia de su voz. Los vidrios caen sobre la gente.

Lo que acrecienta el efecto de destrucción. La violencia y la destrucción están asociadas al deseo de venganza, como se ve desde que Kaneda va con su pandilla de moteros bōsōzoku, que de forma ilegal personalizan sus vehículos, les retiran los silenciadores para generar más ruido y sus miembros vienen de estratos bajos que usan la cuadrilla como forma de expresar rabia, enojo y malestar con la sociedad japonesa; la banda Las Cápsulas pelea contra la de Los Payasos. Tetsuo, su mejor amigo y rival en la infancia, choca su moto contra Takashi, niño esper (acrónimo por Percepción Extra Sensorial) que una entidad revolucionaria clandestina liberó de un laboratorio secreto del Gobierno. Unos soldados capturan a Takashi, quien busca a Ryu, Tetsuo es hospitalizado y cogido como conejillo de indias y Kaneda y sus amigos caen en manos de la policía. Para sorpresa de todos, Takashi de pronto desaparece, el ejército los rodea y los moteros dicen que no hicieron nada malo, como si ya lo hubieran…

Los esper son sujetos, en diversas ficciones, que hacen telepatía y otros actos paranormales, desde que Alfred Bender creó su historia Oddy and Id o Extraño e identificación (1950); luego, el término lo usará Ridley Scott en Blade Runner como un dispositivo para manipular fotografías; en la serie para TV Star Trek (1966/69), III episodio, Gary Mitchell y la Dra. Elizabeth Dehner devienen espers en tanto la USS Enterprise cruza la Gran Barrera; en el manga Spy x Family (1919), creado por Tatsuya Endō, hay telépatas, lo mismo que en juegos, videojuegos, ánime y tokusatsu: voz que engloba ciencia ficción, fantasía o terror y que se aplica a cualquier filme o serie de TV de acción real con efectos especiales usados de forma intensiva. En Akira, retan los desafueros del Poder por quien sea que los encarne, como pasa con el Cl. Shikishima que pregunta por los revoltosos y la policía dice: ‘Son sólo estudiantes, señor’. Lo cual evidencia la soberbia del poder y la división social sólo entre amos y esclavos.

‘¡Me estás lastimando!’, dice uno de ellos. ‘¡Me vas a romper el brazo!’, dice otro. Pero, esas son apenas quejas… desoídas. Tal como ha pasado en muchos estadios, como en el Estadio Nacional de Santiago, con Pinochet y sus esbirros de la DINA, en el Estadio Olímpico de Tokio, la policía y el ejército, aquí sin fuego amigo de por medio, ‘colaboran’ para acabar a los grupos que se oponen al Gobierno. La policía parece buscar a Takashi, ese chico raro que Kaneda vio desaparecer. Aquí irrumpe la sociedad de control cibernético, de la que habla Paul Virilio en El Cibermundo, la política de lo peor (1), la misma que reemplazó a la sociedad de control de la que habló Burroughs antes de que Foucault aludiera, lo que es igual, a la sociedad disciplinaria. E irrumpe para crear miedo, pánico e incertidumbre: menos mal, al frente está un grupo de jóvenes que enfrenta a dicha sociedad con decisión, voluntad de poder y la consigna que elude a la iglesia sin obviar a la taberna y adopta la revolución social.

En este punto la realidad empieza a chocar con lo virtual, con la abstracción que representa el Cyberpunk y nos lleva de vuelta a los orígenes del Futurismo de Marinetti, ese idólatra de Mussolini y, por ahí derecho, del fascismo o de la anulación de la libertad; y hoy de la cultura de la cancelación o ser mal visto en las redes por tener carácter y desnudar anomalías sin cometer delito alguno; y, más allá, del negacionismo histórico o el hacerse el pendejo como sujeto pasivo o, peor, sujeto activo frente a la Historia y a la comisión de delitos penales o de lesa humanidad. Hay una rara coincidencia entre la vida de Paul Virilio y lo que describe, sin juicios de valor, Ōtomo en su filme: aquél, un apasionado de la ‘música congelada’ o arquitectura, de la psicología de la forma por vía de la pintura, un luchador contra la tiranía del tiempo real y del imperialismo del vértigo que aprendió a vivir con el espectro de su natal Nantes destruida; éste, Ōtomo, muestra el Tokio destruido por las bombas atómicas gringas.

Sólo que con el pretexto académico de la ‘distopía’ o esa forma de desvirtuar a la utopía que no conviene a intereses sesgados, como se hizo con Orwell y su 1984 o con Colmillo blanco y/o La llamada de la selva, libros en los que London personifica al animal; o de la visión postapocalíptica que se le endilga, sin su consentimiento, y muestra como 1984 lo que en apariencia ocurrirá, pero todo se basa en lo que ya pasó: una supuesta III GM que se saca de la manga, aunque en realidad ocurrió y esa fue la mal llamada Guerra Fría o II Guerra Inter Imperialista o III GM, como señala el profesor Juan C. Monedero ‘por la enorme cantidad de víctimas que dejó y de la que no se habla’ a la entrada de los hospitales, por desempleo, por estar sin dinero o muertos de hambre. (2) En Akira surge el agravante de las tecnologías médicas, de las cuales es víctima directa Tetsuo, cuyo caso por otra vía habla de los peligros de la IA, eufemismo por BC o Brutalidad Concreta o la doma de los humanos por la máquina.

Quizás por ello, Kaneda defiende a Kei de la policía, le dice que le gustaría hablar con ella de la revolución y ésta lo lleva adonde operan los rebeldes. Jocosa, le comenta si así es que conquistan los hombres hoy en día y que si sólo se preocupa de ayudar cuando median chicas. No, dice él, ‘tengo mis principios’. Kei se despide de Kaneda. Los rebeldes buscan secuestrar a Tetsuo y una vez enterado Kaneda decide colaborar. Entretanto, Takashi, Kiyoko y otro chico esper, Masaru, tratan de matar a Tetsuo sin éxito. Éste es presa de la violencia, destruye el hospital y elimina a varios guardias en su delirio de venganza con los espers. En vano, el Cl. Shikishima, Kaneda y Kei buscan capturar a Tetsuo, quien tras la explosión de la ciudad descubre que los diversos órganos del cuerpo de Akira que fueron recuperados ahora reposan por vía de la criogenia (técnicas usadas para enfriar materiales a la temperatura de ebullición del nitrógeno) en un tanque subterráneo del nuevo estadio olímpico de la vieja Tokio y huye.

Va al Bar Harukiya o sitio de la pandilla de Kaneda y mata al barman y al amigo de éste, Yamagata. A Kaneda y Kei lo atrapa la policía y son llevados a prisión. Kei es utilizada como médium por Kiyoko, los saca de allí no sin antes explicarle a Kaneda que a Tetsuo hay que detenerlo. Para pelear con éste, Takashi se lleva a Kei. El Cl. Shikishima da golpe de Estado, arresta a los miembros del Gobierno e impone ley marcial en Neo-Tokio. El caos desatado por Tetsuo, yendo al Estadio Olímpico, causa muchas muertes. Al enterarse por Kaisuke del crimen de Yamagata, Kaneda persigue a Tetsuo para vengarlo. Luego, entra al depósito donde está el recipiente criogénico y halla los restos de Akira separados por partes y enfrascados con fines científicos. Tetsuo está metido en una investigación oficial: el tratamiento Akira que le inocula una conducta ajena a su voluntad para obligarlo a obedecer. Para el milico su labor no radica en creer o no, sino en hacer o no: pragmatismo puro y duro.         

A propósito de la pasión por la velocidad vinculada a la belleza y a la belleza de los autos, y en Akira a la de las motos, cabe recordar lo que Marinetti consignó en su Manifiesto Futurista (1909): ‘Creemos que este maravilloso mundo ha sido enriquecido por una nueva belleza, la belleza de la velocidad. Un coche de carreras, su capó engalanado con tubos de escape que semejan serpientes de aliento galvánico… un rugiente automóvil, que parece correr como disparos de metralleta, es más bello que la Victoria Alada de Samotracia’. Escultura que, dicho sea de paso, se conoce también como Niké de Samotracia por la isla donde ocurrió la batalla naval en la que Demetrio Poliorcetes venció al primer monarca de la dinastía ptolomea en Egipto, Ptolomeo I Sóter. (3) La base de la pieza, es decir, la proa del barco en la que va emplazada se vinculó a la escultura gracias a una moneda acuñada entre 301 y 292 a.n.e., lo que a su vez llevó a comprender su importancia y decidir su reconstrucción hacia el año 1875.

Fue descubierta en 1863 con motivo de las expediciones arqueológicas francesas, bajo Napoleón III, coleccionista consumado, dirigidas por el cónsul de Adrianópolis, hoy, Edirne, Turquía, Ch. Champoiseau, arqueólogo aficionado, entonces de servicio diplomático en el imperio otomano que escuchó sobre las maravillas de tesoros que había en Samotracia. Tras un corto viaje a la isla, el diplomático visualizó el tamaño de la oportunidad, así que solicitó dinero a sus superiores para hacer una excavación que, en caso de dar resultado, sería por partida doble: le ganaría el favor del emperador e incrementaría los tesoros artísticos de Francia, así no fueran propiamente de ella. En efecto, aunque muchas de sus partes nunca aparecieron, como cara y brazos, salvo una mano con sólo dos dedos, en 1950, hoy reposa en el Museo del Louvre, como lo muestra el cineasta ruso Aleksandr Sokurov (4), en su filme Francofonía, el Louvre bajo la ocupación (2015), una fina/soberbia reconstrucción histórica.

En 2013 el Museo emprendió un nuevo proyecto de restauración de la escultura considerando todas las piezas recuperadas hasta la fecha y que ascendían a 30, de las cuales 13 pudieron ser incorporadas mediante técnicas especializadas de restauración. Así fueron recuperadas tres plumas del ala izquierda y una mecha del moño. La pieza volvió a exhibirse en 2014. Por último, según el investigador M. Gallipoli el Louvre monopolizó el mercado de las copias en yeso, de las cuales hay varias distribuidas y certificadas a lo largo del mundo, como las del MNBA y la Escuela Superior de Bs. Aires, ambos en Argentina. Como hecho curioso derivado del interés por las copias y el valor que la escultura fue tomando, hasta ser con frecuencia citada en la literatura, el cine y demás artes, para luego ingresar a la vía del capital, del capitalismo y de los negocios, cuando el Niké griego fue transformado en los tenis Nike y hoy ya muy pocos recuerdan la batalla naval en Samotracia o el hurto de Ch. Champoiseau.

Todo ello para relacionar los rugientes autos y motos que parecen correr como disparos de metralleta y que son símbolo de belleza asociada a tecnología e industrialización como en la época de Marinetti. En los años 70 del XX, el motociclista usa el negro porque es el color más sucio en carretera; usa cráneos, porque son símbolo de la igualdad/hermandad humana, sin importar raza, credo, religión o marca de la moto; usan escudos, porque es el símbolo más antiguo de familias o grupos. Al ver un cráneo, se ignora si es macho, hembra, blanco, negro, brasileño, ruso, colombiano, católico, evangélico, pobre o rico: cráneo = transformación; en algunas culturas, poder, fuerza, invencibilidad; el indígena mexicano, tiene muros de cráneos (Tzomplanti) como símbolo de vida. Nada se asocia con el mal: por contraste, un verdadero motociclista aprecia la bondad, la unidad, la familia, los amigos, la compañía, la naturaleza, los animales, el respeto, la libertad, la igualdad y la hermandad. El motorista viste de negro.

Los motociclistas del hipotético futuro anclado en 2019, del filme Akira, consideran posturas radicalmente distintas. Para empezar, su conducta tiene muy poco en cuenta humanidad e igualdad, desconocen del todo los heraldos de familia, no piensan para nada en cráneos como emblema para diferenciar los múltiples tipos de seres humanos, no hacen distinciones dualistas ni maniqueas; son, más bien, afines al caos, la destrucción y el peligro de muerte; muchos de ellos son muestra de frivolidad e ignorancia, como cuando prescinden del casco o se ríen de los pedos que se tiran entre sí, en contravía de la visión optimista del futurismo que percibía a los seres humanos como sujetos que merced al vínculo con la máquina sentían la licitud de trascender la muerte. Al caer el ocaso, para los moteros del filme sólo queda drogarse, subir a sus motos rojas, partir a toda velocidad a chocar con el grupo rival que sea. El presente es lo único que cuenta, cada segundo se quema ya, todo envejece en un instante.

De eso da prueba la ‘charla’ entre Kaneda y el policía al que llama Abuelo, así desconozca su edad y lo relacionado con la vida que lleva o la situación en que esté. El hecho de que Akira sobrepase la exigencia de una forma biológica coherente sólo prueba el despropósito ‘científico’; que con sus ultra poderes cree esferas de luz para contener en ellas a Tetsuo, a la par que lo enfrenta, permite inferir cierta mística, cierto mesianismo, como cuando los espers teletransportan al Cl. a un lugar seguro y Takashi salta al círculo de luz para rescatar a Kaneda. Los otros espers que se unen con Takashi y advierten que se sacrifican para salvar a Kaneda, convencidos de que quizás no vuelvan, dan una engañosa idea de cooperación: en realidad, se trata de individuos ególatras a causa del acoso policial y del control estatal que los ha atomizado sin tregua. Algo que se evidencia con la manera en que los espers eran estudiados/vigilados por el Gobierno poco antes de 1988, o sea, de que Tokio fuera destruida.    

En la otra batalla, Kaneda usa un arma láser experimental contra Tetsuo, y el Cl. Shikishima intenta matarlo con un láser satélite: ambos fracasan, pero Tetsuo pierde un brazo; luego, destruye el arma satélite orbital en la atmósfera, produce una prótesis del brazo y analiza los restos de Akira. Al arribar Kaori, Tetsuo es víctima de sus poderes psicoquinéticos. Detrás de las drogas dadas a los espers para combatir la migraña, y luego a Tetsuo para frenar el avance de sus poderes se esconde una desigual correlación de fuerzas. Kaneda salva al Cl. de un ataque de Tetsuo, quien incapaz de controlar sus poderes se ve, cual Samsa en escarabajo, transformado en una masa gigante que se traga a Kaneda y mata a Kaori. Los actos terroristas se intensifican de forma notable. Ejército, policía y antidisturbios son movilizados. El dinero para la seguridad nacional está prácticamente agotado. Y también está el incidente del secuestro del N° 26: porque, sí, los humanos ahora son números, simples fichas del Sistema.

Sin un lugar dónde esconderse, como en el título del libro de Glenn Greenwald acerca de Edward Snowden, la NSA y el estado de vigilancia de EE.UU, (5) así como sin ningún secreto a salvo en la sociedad supervigilada actual y víctima de la hipocresía oficial, sobra la pregunta de uno de los doce funcionarios del Gobierno que en Akira inquiere: ‘¿Es que no sabemos guardar secretos?’ Claro que sí, son los únicos que pueden hacerlo, mientras los habitantes de todos los pueblos de la Tierra se confiesan a diario por las redes en Facebook, Instagram, YouTube. De ahí el porqué antes de que lo destituyan, o busquen hacerlo, el Cl. Shikishima les dice que confronten la realidad y no bailen con la música de banqueros y políticos corruptos: lo que, por esa magia inmediata/automática para convertir mensajes que tiene el cine, lleva al espectador a creer/pensar que, v. gr., estamos en Colombia y no en Japón. Antes de que los sorprenda la parca, el Cl. les dice a Kiyoko, Takashi y Masaru: ‘¡Rápido, corran!’

En conclusión, Akira es un filme ánime/cyberpunk que habla de futurismo, en tanto idolatría por la máquina, por la velocidad de motos, así como por ultraviolencia, caos y decadencia, lo que luego despeja la ruta al Estado para ejercer el fascismo, al Cl. Shikishima para su golpe de Estado y al pueblo lo deja sumido en melancolía, depresión e incertidumbre, teniendo la destrucción como norte, ya no la revolución social como fin, puesto que el Sistema les ha obligado a renunciar a la privacidad, por vía ya no del Gran Hermano orwelliano sino del Ultra Cabronazi virus/negocio que ya se venía encima de la Humanidad hacia 2020, es decir, un año después de que K. Ōtomo daba el punto final a su odisea futurista, cyberpunkiana y ultraviolenta y al margen de la tan anhelada revolución que pondría en el horizonte un mundo quizás no inmejorable aunque sí un poco menos áspero e insoportable que el que ha construido la sociedad de la hipervigilancia, la seguridad absoluta, el alarmismo a ultranza…

En tal sentido, Akira certifica que se sigue ahorcando a los delincuentes de poco peso, se deja libres a los peces gordos, y se continúa nombrando a los grandes bandidos como funcionarios públicos. Así, ya estamos en la tiranía como sea que decir la verdad se volvió un crimen o una supuesta forma de polarizar, pero se olvida lo que pasó: que la mentira se legalizó a la vez que se quiere extirpar de la faz de la Tierra las virtudes que se asocian a una mejor calidad de vida: intimidad, búsqueda, creatividad. Todo ello forjado entre el secreto y la alarma, tácticas usadas por el statu quo merced a teóricas formas de delicadeza y persuasión por las que el Gobierno desliza el miedo, si no el caos y el pánico, para racionalizar la contracción de la libertad, la expansión del Poder y la mutilación de los derechos; he ahí el lío de hacer primar la seguridad física por encima de educación, cultura y artes. La revolución será posible cuando el Estado dé la educación que el pueblo requiere y no la que él cree que debería tener.

Para terminar, aunque Akira hable en apariencia del futuro lo hace del futuro del pasado y del hoy como utopía: y no como ‘distopía’ en tanto cuadro ficticio de una sociedad futura cuyas condiciones negativas alienan a sus ciudadanos, toda vez que así naufraguen entre esnobismo, incertidumbre, escepticismo, con una que otra secta mística en medio, y no poca frivolidad e ignorancia, pretenden llevar a efecto la revolución social. Claro, en su extravío creen que por ser panclastas, como los drugos de Una naranja mecánica o ultraviolentos, como los patanes de Mad Max, todo afán iconopanclasta les está permitido o de por sí cuentan con el aval social, cuando al final lo único que encuentran es resistencia férrea y agresividad, opresión y represión oficial puestas en marcha con el golpe de Estado del Cl. Shikishima y la eliminación de todo foco de disidencia, sea de ministros, funcionarios, burócratas, jóvenes o viejos, obreros o estudiantes y hacia el futuro sólo quede la destrucción como única salida.

A Santiago, hijo adorado, quien me embarcó en esta aventura futurista de un presente incierto: el que hace creer que el trabajo es la fuente para obtener dinero. Si así fuera, el que trabaja todo el día sería millonario y no, como es, el zángano que lo explota.     

Notas, enlaces y bibliografía:

(1) VIRILIO, Paul. El Cibermundo, la política de lo peor. Cátedra, Madrid, 1997, 112 pp.

(2) MONEDERO, Juan Carlos. El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza, Bogotá, 2005: 54.  

(3)https://www.culturagenial.com/es/escultura-victoria-de-samotracia/#:~:text=Esta%20alude%20a%20una%20victoria,conmemorativa%20y%20no%20solo%20aleg%C3%B3rica.

(4) https://ok.ru/video/1095942408718

(5) GREENWALD, Glenn. Snowden – Sin un lugar dónde esconderse. Ediciones B, Bogotá, 2014, 313 pp.

FICHA TÉCNICA: Título original: Akira. En español: Akira. País: Japón. Año: 1988. Gén.: Acción / Ánime / Cyberpunk. For.: 35 mm; color; 124 min. Dir.: Katsuhiro Ōtomo. Historia basada en Akira, de Katsuhiro Ōtomo. Ayudante de Dir.: Hiroshi Adachi. Dir. Artística: Toshiharu Mizutani. Guion: Izo Hashimoto / Katsuhiro Ōtomo. Prod.: Shunzo Kato / Ryohei Suzuki. Diseño de Prod.: Koji Ono / Yuji Ikehata / Kazuo Ebisawa. Mús.: Shoji Yamashiro. Son.: Tokuya Shimada. Fot.: Katsuji Misawa. Mon.: Takeshi Seyama. Actores de voz: Mitsuo Iwata / Nozomu Sasaki / Mami Koyama / Taro Ishida. Prod.: Akira Committee. Dist.: Tōhō. Estreno: 16.jul.1988. Akira está disponible en Netflix.           

* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine, de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín Cultural de EE, 5.jun. 2012; columnista, 23.mar.2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre Manuel Zapata Olivella y su novela Changó, el gran putas, fue lanzado por la UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión, Magazín EE y Las2Orillas. E-mail: [email protected]

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