Después de tomar fuertes medidas para colocar “la casa en orden”, posterior al intento de golpe del 15 de julio pasado, el presidente Recep Tayyip Erdoğan ha mostrado sagacidad en la forma que mueve sus peones, caballos y alfiles sobre el tablero del Medio Oriente, desarrollando una política exterior más agresiva.
En Siria, por ejemplo, el 24 de agosto, Ankara lanzó la operación “Escudo del Éufrates”, siendo esta la primera incursión militar que desarrolla desde el inicio de la guerra civil en su vecino país. Esta operación tiene dos jugadas bien definidas. En primer lugar, Turquía está empeñada en comerse los peones del Estado Islámico en el norte de Siria, lo cual ha venido consiguiendo satisfactoriamente: su último logro lo consiguió el 17 de octubre, cuando tropas suníes aliadas a Ankara hicieron jaque en el pueblo de Dabiq.
En segundo lugar, la otra jugada de esta operación militar es evitar que las piezas de los kurdos de la Unidad de Protección Popular (YPJ/YPG) se fortifiquen en la región fronteriza de Rojava, conformada por tres cantones al norte del país. El bombardeo de tres aldeas norteñas el pasado 20 de octubre, en donde perecieron cerca de 200 miembros de las Fuerzas Democráticas Sirias (coalición de milicias opuestas al régimen sirio y lideradas por el YPJ), ha sido el último movimiento que Turquía ha ejecutado.
Ahora bien, en el tablero de Irak, con el inicio de la operación militar dirigida a retomar Mosul, Ankara se interesa por hacer notar su presencia, fortalecer alianzas y oponerse a la entrada de fichas que podrían amenazar su juego. Además, Erdoğan adjudica a su país una supuesta “responsabilidad histórica” con la ciudad de Mosul, por haber sido ésta parte fundamental del Imperio Otomano (la Wilaya de Mosul era una de sus regiones), y por ser un centro de mayoría suní y con presencia de una gran comunidad turca.
Con respecto a las alianzas, producto de la reunión entre Erdoğan y Barzani (presidente de la región autónoma del Kurdistán iraquí), llevada a cabo el 23 de agosto, las tropas turcas y los Peshmerga (ejército turco-iraquí) formaron una sociedad para desplazarse conjuntamente sobre las casillas y combatir así al Daesh. Asimismo, Turquía contó con la luz verde del ex-gobernador de Nínive, Atheel al-Nujaifi, para desplegar sus tropas en Bashiqa a cambio del entrenamiento de sus tropas.
Turquía no se conformaría únicamente con el desplome del rey del Estado Islámico en Irak. Si bien lo enfrenta en Siria y ahora ayuda a eliminarlo en Mosul, Daesh no es el único actor al que Ankara percibe como una amenaza. Así pues, Erdoğan coloca al PKK (Partido de Trabajadores del Kurdistán) como otro objetivo en su nuevo avance por Irak. Inclusive, el combate en contra del PKK fue otro punto de discusión en la agenda de la reunión entre Erdoğan y Barzani.
De igual forma, Turquía teme a la presencia de Irán e intenta combatir milicias chiíes obedientes a Teherán en Irak. Aunque Erdoğan dice querer evitar entrar en querellas sectarias advirtió que “30.000 milicias chiíes estaban en camino” y enfatizó en que éstas mismas “debían estar preparadas para lo que les espera”.
Pero ¿con qué piezas cuenta Turquía en Irak para jugar una partida? La República de Turquía dispone tanto de 500 efectivos de su ejército como de 3.000 tropas suníes iraquíes que ha venido entrenado desde diciembre del 2015. La mayor parte de éstos están ubicados en una aldea al norte de Mosul. Además, a inicios de octubre el parlamento turco brindó un respaldo legal para que las Fuerzas Militares turcas en Irak extendieran su periodo de estadía en el país vecino a un año. También la Fuerza Aérea turca fue dispuesta para bombardear al Daesh en el intento conjunto por expulsarlo de Mosul.
A pesar de que Turquía trata de mostrar buenas intenciones sobre el tablero, su presencia en Irak ha recibido una fuerte oposición de miembros de la coalición anti-Daesh. El Primer Ministro iraquí Al-Abadi condenó la presencia de personal militar turco en Irak, y advirtió de la posibilidad de una “guerra en la región” de no haber un repliegue inmediato. Incluso Al-Abadi solicitó al Consejo de Seguridad de la ONU una reunión de emergencia para abordar la intervención turca.
En principio los Estados Unidos parecieron reprochar la aventura de Turquía. Sin embargo, las últimas declaraciones del Secretario de Estado, Ash Carter, mostraron aprobación a la incursión turca, después de que el político estadounidense tuviera una reunión a puerta cerrada con Erdoğan. Independientemente la opinión de Washington, Erdoğan declaró que: “(EEUU) vienen de miles de kilómetros fuera y tienen derecho de decir que Bagdad pidió su ayuda. Turquía está a 350 kilómetros de la frontera y estamos en amenaza constante”.
Turquía juega una partida inteligente en la región. El envolvimiento turco en la lucha contra el Estado Islámico ha servido para debilitar a la organización terrorista en los últimos meses. En Siria bombardea a los kurdos y en Irak forma alianzas con ellos.
Erdoğan se vuelve un gran estratega (involucrándose en conflictos regionales para olvidarse de los domésticos) y parece que utiliza algunas de las jugadas de Vladimir Putin, perpetuándose en el ejecutivo y legitimando su intervención por motivos étnicos (como lo haría Rusia en Crimea). Lo irónico es que los rusos tienen grandes campeones del ajedrez. No obstante, no hay que adelantarse a los hechos y habría que esperar el desenlace de Mosul para ver si Ankara consigue dar el Jaque Mate.
@comandoaereo94