Según la RAE, empoderar significa: hacer poderoso o fuerte a un individuo o a un grupo social desfavorecido, también es dar autoridad, influencia o conocimiento a alguien para hacer algo. Ejemplos de empoderamiento femenino serían: garantizar el acceso de las niñas y jóvenes a la educación, fomentar la participación en diversos espacios de la vida social, política o cultural, proveer oportunidades de trabajo, velar por la salud y el bienestar de las mujeres etc.
Aída Victoria Merlano es un hembrón; es elocuente, franca, dicharachera y polémica, muy polémica. No tiene pelos en la lengua, ella es dueña de una transparencia que no muchos logran entender o aceptar. Tan controvertida es que constantemente es noticia por algo dijo o hizo, noticias que directa o indirectamente suelen poner en entredicho su valor como mujer o como figura pública. Todos la conocimos por ser la hija de la excongresista Aída Merlano, notoriedad que ella ha sabido explotar hasta el punto de que muchos no conocen a madre, pero sí a la hija.
La critican porque se presume que contribuyó a la fuga de su mamá, la juzgan porque su novio le lleva 18 años por delante, la despellejan porque a sus 20 habla de sexo con una experticia que escandaliza, la reprueban porque se sabe hermosa y sensual, y porque no teme mostrar su cuerpo en ajustadas prendas transparentes en lugares que ameritan mayor discreción; ahora la quieren censurar porque recientemente osó simular un acto sexual, en vivo y directo, en una popular red social.
Muchos la idolatran, ven en ella un modelo a seguir, la admiran por su belleza, su estilo, su manera de hablar, su manera de pensar, y, sobre todo, por su manera de actuar. Otros no toleran su actitud irreverente, y es que parece que a Aída se le dañó el filtro de la lengua, ella sabe defenderse: unas veces como una gata y otras como toda una dama, con ironía, con furor, con argumentos, con falacias, como solo ella lo puede hacer.
Con el ruido del falso cunnilingus, contenido que algunos consideraron pornográfico, a Aída Victoria le tocó esquivar muchas piedras de hombres y mujeres que la acusaban de exhibicionista, desesperada, amoral, indecente, entre otros tantos insultos que prefiero obviar. La metieron en misma bolsa que a Epa Colombia, Andrea Valdiri, Yina Calderón y Luisa Fernanda W, quienes también han hecho de las suyas para dar de qué hablar; pero ella merece un envoltorio aparte. Del hecho solo habló para decir que lo que hizo le parece empoderador, que es una mujer independiente que toma decisiones, que está rompiendo moldes, que es ella misma…
Es verdad que declaraciones y actitud tienen un tinte emancipador; mientras que unos condenan la “puteria”, ella la celebra: “En un país como este, me enorgullece que me digan puta”, dijo. Sin embargo, muchos colombianos no logramos comprender qué tiene de empoderador pararse frente a una cámara y aparentar un acto sexual frente a un grupo de seguidores, simplemente no se entiende.
Esta situación nos hizo rememorar a Marianne, cuyos pechos desnudos, se cree, son una alegoría de las ansias de emancipación y los ideales de Francia: la libertad, la igualdad y la fraternidad. Pensamos en las Femen que suelen protestar en toples pues, según una de sus simpatizantes, sus cuerpos desnudos son un instrumento para: retar el patrón de lo que se considera una mujer, liberar de clichés, negar el patriarcado y vedar la dicotomía "santa-puta". Ambos casos nos presentan retratos de féminas aguerridas que usan su cuerpo con un motivo, con un ideal, con una convicción. No digo que Aída no haya tenido una convicción al momento de entretenernos con una prueba de lo que es su vida sexual, pero ¿cuál es esa?, ¿mostrarnos qué?, ¿autoempoderarse?
Sucede que muchos colombianos no se tragan lo del empoderamiento de Aída Victoria; eso no los hace retrógrados, frígidos, arcaicos, misóginos o hipócritas; hablo de personas respetuosas y críticas, que lejos de condenar quieren entender. Resulta razonable que no nos conformemos con falacias ad hominem: “En un país como este, me enorgullece que me digan puta”, “¡si hablar de sexo es riquísimo!, ¿o tan aburridos son tus polvos que ni ganas te dan de conversarlo?”, “me desnudo, porque se me da la gana; si no tolera, pues no me vea”. Atacar al oponente en lugar de atacar el argumento no es una respuesta, es un subterfugio.
Nota. Absolutamente reprobables las agresiones verbales en contra de Aída Victoria, más argumentos, menos agravios por favor.