Pasaron los gloriosos con escenarios en la ONU, en Cartagena, en Oslo, con Ban Ki-moon, con reyes y presidente y con los Nobel de Paz.
Ahora vienen los dolorosos.
A pagar por las fiestas.
En la prensa ya no reinará la palabra Paz que era una fácil vendedora de titulares y ayudaba a manejar los votos. Competirán con ella ante todo su implementación (o sea las dificultades que esta traiga, como ya lo estamos viendo). Pero además la corrupción (igual de vendedora o más); la economía —menos vendedora, pero más cercana al ciudadano por las alzas que a diferencia del conflicto sí afectan a todos directamente—; igual la inseguridad que ya parece desbocada; la negociación con el ELN que no ha agotado su discurso ideológico —como sí lo habían hecho las Farc al limitarse a los problemas agrarios— sino quiere un cambio de sistema y desea negociar con la sociedad civil. En fin, todo el caos de la institucionalidad y la cantidad de reformas pendientes (salud, educación, pensiones, electoral, etc.) pero sobre todo la de la Administración de Justicia, sin la cual ningún Estado ni ninguna sociedad puede sobrevivir en armonía. (Eso sin mencionar la desigualdad, la pobreza, o el desempleo porque ante estos su permanencia o persistencia han producido el fenómeno de la anestesia).
En la economía no se sabe si crecerá 2,5 % como dice el presidente o 1,7 % como dice el nuevo gerente del Banrepública; lo que sí queda claro es el poco control que hay sobre lo que está sucediendo (como ya veníamos, cuando las proyecciones del Minhacienda bajaban cada vez que daba una declaración, o cuando decía que el precio del dólar era ideal, ya fuera cuando se caía drásticamente, o cuando se disparaba sin freno). Para un modelo exportador el que no crezca el sector y siga manteniéndose el déficit comercial no es muy coherente; y menos cuando se describe el TLC con EE.UU. como de ‘Economías Complementarias’ porque exportamos recursos naturales no renovables —y contra los cuales el mundo trata de acabar su consumo— e importamos productos industriales y de alta tecnología con valor agregado. El segundo renglón de divisas no es el turismo como lo afirma Santos, sino como ‘segundo renglón de exportación’ aparecen las remesas de los exilados económicos. Y tenemos que el desfase comercial es financiado con aumento de la deuda externa (subió del 30 % del PIB al 41 %).
En la corrupción —que en una competencia por ser originales
todos se pelean por reivindicar como bandera—
se regodean los medios de comunicación
En la corrupción —que en una competencia por ser originales todos se pelean por reivindicar como bandera— se regodean los medios de comunicación. Pareciera que el sinónimo de ‘política’ fuera ‘corrupción’, con sentencias ya producidas que van desde la del Consejo de Estado respecto a la Dirección del Partido Liberal por violación a la Moralidad Administrativa y al Interés Colectivo, pasando por Partidos políticos como Cambio Radical con varias de sus elegidos sub jure y detenidos, hasta las campañas presidenciales denunciadas por recibir dineros de sobornos. El nuevo vocabulario del delito es ‘contratación’, ‘financiación’, ‘otro sí’, etc. como si ningún vínculo entre el sector privado y el público pudiera estar exento de relaciones delictuosas.
En la justicia, que debería atacar lo anterior, lo logrado es la degeneración total de cualquier modelo. A comenzar por la Fiscalía donde el tema no es de personas: este fiscal no parece ser más ni menos que el anterior, porque el problema es institucional; quienes deberían ser defensores de la Reserva Sumarial se convirtieron en los defensores y promotores de la violación a la misma. No puede ser diferente pues no nacen de la Rama Judicial, sino, al ser propuestos por el presidente y escogidos por el Congreso, su función rinde cuentas a los políticos (y con ello a los medios). Pues, como decía un presidente de la Corte Constitucional de Francia: existe de hecho el poder mediático-judicial incontrolable, porque en un sistema de controles recíprocos y de pesos y contrapesos, la Administración de Justicia es la llamada a impedir los excesos de quienes tienen alguna forma de poder, y los excesos de la misma solo pueden ser limitados por la denuncia de los medios, pero, cuando justicia y medios y poder político se confunden, ¿quién o qué les puede hacer contrapeso? Qué decir de la vergüenza o tragedia del hacinamiento, con algo como la mitad de los encarcelados sin sentencia; donde son más los que manda la Fiscalía que los que mandan los jueces; con ya no treinta sino del orden de cincuenta nuevos detenidos diarios más; creándose más penas y más largas, al mismo tiempo que se producen nuevas concesiones de casa por cárceles, de sentenciados libres con grilletes, de nuevas negociaciones para ofrecer disminución de penas, y se amplía la lista de delitos excarcelables.
Lo más grave es que, para seguir en el lenguaje litúrgico, la distancia entre gobernados y quienes gobiernan hace que crean que pueden convencernos de que lo que viene no son los dolorosos sino los gozosos.
