¿Ahora viene lo bueno?

¿Ahora viene lo bueno?

La nueva fase política empezó aún antes de haber nombrado los ministerios y seguirá su curso en diversos escenarios paralelos, pero no precisamente en el Congreso

Por: Fernando Dorado
julio 19, 2022
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¿Ahora viene lo bueno?
Fotos: Archivo Las2Orillas

Después del estallido social vino la campaña electoral. Ahora entramos en la fase de la negociación y toma de decisiones. Algunos temas quedaron resueltos de antemano, otros están en proceso de discusión y, unos más, se aplazarán mientras los diversos sectores acumulan fuerza al interior de la sociedad y el Estado. Será un pulso entre lo nuevo y lo viejo, y entre lo urgente y lo importante.

El expresidente Uribe y el saliente Duque aprovechan el interregno entre la elección y la posesión del nuevo gobierno para incidir en las políticas de quienes los reemplazarán en la dirección del Estado. Intentan negar u ocultar su derrota, tratan de agrupar a la oposición y se apoyan en los “gremios empresariales” para defender su legado (defensa a muerte de los fondos privados de pensiones, de las EPS y de la economía extractivista de combustibles fósiles).

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Esta nueva fase empezó aún antes de haberse nombrado los y las ministras, y seguirá su curso en diversos escenarios paralelos. No será el Congreso el verdadero escenario de esa lucha y negociación como piensa la mayoría. Ese espacio de lucha se dará al interior de todas las clases y sectores sociales que se confrontan en este período y se materializará en su capacidad de unirse, en las alianzas interclasistas y en sus decisiones públicas.

Tres grandes bloques socio-económicos se han venido configurando en la última década y se han agrupado con decisión luego del estallido social y a lo largo de la campaña electoral. Ellos son:

El constituido por los banqueros y capitalistas transnacionalizados liderados por el Grupo Empresarial Antioqueño y los grandes terratenientes devenidos en capitalistas agroindustriales y rentistas de la tierra (cañeros, palmeros, etc.), que apoyaron la “paz santista” pero vacilaban frente al ascenso de un gobierno de “izquierda progresista”.

El que congrega a las “burguesías emergentes[1]” aliadas de los sectores populares. Allí están los campesinos tradicionales y colonos cocaleros, los pequeños y medianos productores agrarios que se liberaron del “uribismo” ante la desaparición de las Farc, y el conjunto de los trabajadores, incluyendo al joven precariado profesional. Un sector de la burguesía burocrática se muestra muy activa frente a la nueva realidad política y ha desplegado todas sus artes para sobrevivir e influir.

Y el de los “nuevos” grandes terratenientes despojadores de tierra que surgieron y se fortalecieron durante los gobiernos del expresidente Uribe al calor de la guerra paramilitar “contrainsurgente”. Tienen como principales aliados a un sector poderoso de la burguesía burocrática (grandes comerciantes y contratistas del Estado) y sectores corruptos del ejército y la burocracia.

Los dos primeros bloques ya han logrado ubicar sus fuerzas y cuadros dentro del nuevo gobierno progresista, tanto a nivel de representación legislativa como en los equipos de empalme y ministerios. El tercer bloque se coloca como cabeza de la oposición aunque algunos de sus representantes juegan a no aislarse para poder influir “desde adentro”.

Entre los temas “consensuados” en esta primera fase están los de avanzar con los acuerdos de paz, restablecer las relaciones con el gobierno de Venezuela, aprobar una reforma tributaria para garantizar la inversión social, fortalecer la lucha contra la corrupción e impulsar una reforma agraria. Sin embargo, todos serán fruto de un fuerte y tenso tire y afloje, y no será nada fácil.

Las reformas en el sector de la salud, de las pensiones y en la estructura del Estado (policía, procuraduría y justicia, los nuevos ministerios, hacienda y planeación nacional), y el cambio de la matriz energética como parte de una transformación del aparato productivo, serán los temas que sacarán a flote la voluntad del nuevo gobierno y la verdadera correlación de fuerzas en evolución.

Y están aquellos aspectos y problemas que dependen del contexto global y regional (América Latina). La problemática del narcotráfico, la violencia estructural ligada a las economías criminales, las relaciones con los bloques de poder geopolítico (EE.UU., Europa, China, Rusia, etc.), son temas que posiblemente se irán abordando de acuerdo a la capacidad del nuevo gobierno para resolver los “temas internos” y crear condiciones para actuar en el entorno externo.

En lo inmediato, el nuevo gobierno tiene un escenario muy difícil. La ventaja mínima obtenida en las elecciones no le dan un soporte contundente para forcejear con toda la fuerza que la situación exige. La recesión económica global que se incuba, la inflación galopante en buena parte del mundo, la caída del valor de las materias primas, la devaluación de la moneda nacional, y el enorme desequilibrio fiscal que deja el gobierno de Duque  (“raspada la olla” y una enorme deuda pública), lo enfrentan a tener que resolver con guantes de seda los siguientes interrogantes:

¿Cómo restablecer el equilibrio fiscal sin restringir los gastos públicos? ¿Cómo hacerlo sin afectar los intereses del sistema dominante y sin que la nueva regulación del reparto de los impuestos signifique transferir una parte importante de las cargas públicas a los hombros de la gran burguesía? ¿Cómo ganar tiempo y mayor apoyo popular para poder acumular la fuerza suficiente?

Le corresponde al movimiento popular aprovechar esta situación para agruparse con independencia y autonomía y poder jugar -desde su escenario propio y natural- en favor de sus intereses y los de las grandes mayorías. No será en el Congreso ni al interior del aparato burocrático del Estado donde se resuelvan estructuralmente los problemas planteados sino en el campo de la fuerza real.

La oligarquía financiera y los grandes terratenientes jugarán al desgaste gradual. Los “nuevos” terratenientes despojadores buscarán el choque inmediato y la desestabilización. Las burguesías emergentes pueden ser unos buenos aliados siempre y cuando desde los pueblos y trabajadores se tenga claridad estratégica. La “cooptación burocrática” es nuestro mayor peligro y amenaza.

[1] “Burguesías emergentes” siempre han existido desde que surgió el capitalismo. La acumulación originaria de capital encuentra nuevos escenarios y contribuye a la aparición de nuevos sectores capitalistas. En Bolivia, Perú y Ecuador les llamaron “burguesía chola”. En Colombia la economía del narcotráfico y otras economías ilegales contribuyen con ese proceso. Hoy se acepta que importantes recursos económicos surgidos del narcotráfico se “irrigan” hacia la economía legal y se han convertido en un “estabilizador macroeconómico” tanto en Colombia como en el mundo. De acuerdo a algunos analistas, las economías ilegales y “criminales” (tráfico de drogas, de armas, de personas, de información, crédito ilegal, apuestas, etc.) contribuyen con un 33 a 38% del PIB global (Nota del Autor).

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