Ahora todos nos odiamos y graduamos enemigos
Opinión

Ahora todos nos odiamos y graduamos enemigos

La recusación del expresidente Santos por considerar “enemigo” a un representante que revisa el caso Odrebrecht, plantea que el antagonismo político pueda llevar al odio. Pero en esas estamos

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julio 31, 2019
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El desarrollo de las acusaciones contra el Dr. Juan Manuel Santos por posibles ingresos de fondos de Odebrecht a su campaña ha sido opacado por otros temas vistos como de más actualidad. (No ha sido destacada ni siquiera la paradoja de que al mismo tiempo el London School of Economics, le otorga el Doctorado Honoris Causa, siendo esa Universidad una de las más prestigiosas y más exigentes al otorgar ese reconocimiento, y siendo el expresidente el segundo latinoamericano en su historia en recibirlo).

Sin embargo, en reciente entrevista para el programa de Vicky Dávila en la W, fue invitado el Dr. Ricardo Ferro, Representante a la Cámara, miembro de la Comisión de Acusaciones, y como tal encargado de la investigación de ese caso. La justificación para invitarlo, el hecho de que el Dr. Santos había propuesto su recusación por considerarlo su enemigo, y el que está pendiente la decisión al respecto.

El programa de Vicky Dávila es reconocido hoy como uno de los más influyentes y de más impacto en la opinión pública. Y la animosidad de esa periodista contra el expresidente es igualmente expresa y vehemente.

Dentro de la nueva orientación del periodismo las dos cosas van paralelas y eso es normal y legitimado ya por la costumbre: periodista exitoso hoy no es el que informa sobre acontecimientos, ni el que hace reportería, ni el que tiene la ‘chiva’, sino el que remueve las vísceras del público, bien sea con escándalos o estimulando alguna forma de odio. Vicky Dávila es la más exitosa porque es la que más y mejor expresa esa característica.

Lo interesante del programa en mención en particular es que pone sobre la mesa lo que puede ser el peor problema que vivimos los colombianos.

La recusación es por ‘enemistad grave’ y la posición del representante Ferro es prácticamente irrebatible: su función es simplemente investigar y todos los miembros de la Comisión supervisan o pueden supervisar su ejecución; la Comisión misma no juzga sino eventualmente acusa con la participación y el voto de todos los miembros; pero sobre todo la ‘enemistad grave’ solo puede existir en una relación personal y por un motivo que la origine y explique.

Lo que queda planteado es la posibilidad de que las posiciones políticas antagónicas puedan llevar al fenómeno del odio.

E infortunadamente eso es lo que está sucediendo. Y lo que está pendiente de resolverse judicialmente.

Absurdo que eso aparezca en la Comisión de Acusaciones donde por definición participan antagonistas políticos; no debería darse la posibilidad de que por odios se llegue a interferir así una actividad judicial, pero pocos negarían que en esas estamos.

 

 

En la población en general se van tomando posiciones de odio
respecto a quienes representan una u otra línea política
que no coincide con la propia

 

 

Y eso se manifiesta no solo en los personajes del mundo político. En la población en general se van tomando posiciones de odio respecto a quienes representan una u otra línea política que no coincide con la propia. En las conversaciones sociales es usual que al referirse a algún personaje se acompañe de un calificativo agresivo y ofensivo: “el majadero de xxx”; “el bandido de yyy”. Todo sin más fundamento que el mensaje que reciben de los medios de comunicación.

Por ejemplo lo de Vicky Dávila se complementa con lo de Daniel Coronell respecto al expresidente Uribe. Pero los periodistas no solo son en buena parte el origen esto. Como personajes públicos, a los ‘comunicadores’ les cae lo mismo, y desde el público en general se generan odios hacia uno u otro según la posición que toman.

Y asumiendo un mea culpa a nombre de quienes pretendemos ser solo analistas, también se ha vuelto imposible distanciarse de la polarización y de los odios que así se estimulan.

Se puede decir que en Colombia todos vivimos ‘emberracados’ (como dirían alguna vez como estrategia de campaña), nos vemos como enemigos y siempre tenemos la facilidad de alimentar un odio hacia alguien.

 

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