Andy Selva (número 10 en la foto) tiene 38 años, es capitán de la selección de fútbol de su país y posee un record que probablemente ningún otro futbolista pueda darse el lujo de ostentar. Además de ser quien ha vestido en más oportunidades la camiseta de la selección San Marino, es su máximo goleador, pues ha anotado el 40% de los goles que registra el conjunto sanmarinense en partidos oficiales. Escandalosa estadística para un jugador virtualmente desconocido. Resulta que de las 20 anotaciones que figuran a favor de San Marino en la IFFHS, 8 han sido de Selva. Toda una leyenda en su natal San Marino.
Desde su emancipación del imperio romano en el siglo IV y tras resistir a la influencia de emperadores, familias nobles, papas y hasta a dictaduras fascistas ya en el siglo XX, San Marino se erige como la república soberana más antigua del mundo. Enclavado en la franja oriental de Italia, en cercanías al mar adriático, con una superficie similar a la de la localidad de Suba en Bogotá y una población de 32.000 habitantes que apenas podría llenar el estadio Manuel Murillo Toro de Ibagué, San Marino parece estar desconectado del ritmo frenético del mundo actual. Eso se ve reflejado en su selección nacional de fútbol.
El icónico Andy Selva es uno de los pocos jugadores profesionales que han vestido los colores de La Serenissima, el resto de ellos a pesar de militar en diferentes clubes de su liga local- la cual es amateur- se gana el pan en oficios tan cotidianos que tratándose en otro contexto sería un total disparate imaginárselos representando a su país en amistosos internacionales y partidos clasificatorios de la UEFA. Es el caso del volante Matteo Coppini quien trabaja en una fábrica de aceite de oliva, el abogado y también volante Michele Cervelini, el defensor Fabio Vitaoili quien dirige un café-bar en sociedad con su hermano o Cristian Brolli un estudiante de economía de 20 años, y de igual forma podremos encontrar en su plantilla desde trabajadores de banco hasta policías.
Es así como gente trabajadora que lleva vidas comunes en un pequeño país de tanto en tanto cuando hay fecha fifa hacen acopio de todo su valor y amor de patria, se ponen la camiseta azul y salen a darle la cara a las grandes figuras del fútbol mundial, a sabiendas de que la probabilidad de que su rival los liquide futbolísticamente es muy alta. Tal como sucedió en 2006 cuando Alemania les encajó 13 goles en su propia casa, o si queremos antecedentes más recientes está la derrota a 11 ante Holanda en 2011. En esta ocasión comparten grupo con Inglaterra y Suiza (entre otros rivales de menor peso) por las eliminatorias para la Eurocopa 2016.
San Marino no es un caso aislado, existen varias otras selecciones de fútbol que debido a limitaciones geográficas y demográficas deben improvisar su nómina con los más talentosos de sus pobladores. En la copa confederaciones 2013 se presentó una desconocida selección Tahití con apenas 3 profesionales en su plantilla, varios desempleados, 3 hermanos y dos primos, un arquero odontólogo, entre otros jugadores amateur. En esa ocasión los oceánicos recibieron 24 goles en tres partidos y solo marcaron uno ante Nigeria, aun así no cayeron en la provocación o el juego sucio, de hecho recuerdo gratamente cómo trataban de salir jugando al toque corto o ‘tiki-taka’ ante la poderosa España que es la máxima exponente de este estilo de juego.
El fútbol de hoy es cuantitativo, ha adoptado las máximas del llamado ‘capitalismo salvaje’, el valor del deporte se está perdiendo, todo trabaja en función de los signos de moneda y los ceros a la derecha. A pesar de que el elemento dinero ha estado siempre presente en el balompié, y ciertamente es importante, ha tenido efectos nefastos en el espíritu de un deporte cuyos pioneros, ferrocarrileros y estibadores portuarios del reino unido en el siglo XIX, seguramente jamás imaginaron ni quisieron para este. Los jugadores del ahora a pesar de estar al tope de sus capacidades físicas y técnicas, ser reconocidos y destacados, han sido reducidos a objetos mercantiles, materia prima susceptible de compra y venta. Eso es algo que no solo es antifútbol sino antihumano. La pasión se cambió por portadas de revista, mercadotecnia y lamborghinis.
Soy hincha del fútbol y quiero, como una suerte de idea utópica, que el fútbol sea por el fútbol, por la pasión y por la gente. El reconocimiento es no solo a los jugadores de San Marino, Tahití, Gibraltar o Eritrea, que tienen los pantalones de exponerse a la humillación de una goleada de dos dígitos representando a su país, es a los amantes del fútbol que saben que este es un deporte, una forma de vivir, un pasatiempo, mas no un maquinaria industrial masificadora. Sería hipócrita decir que dejaré de ver los partidos de las grandes ligas o los torneos internacionales. Lo que sí haré es abandonar las ataduras de discordias, de prestigio, de ídolos de barro, solo me dedicaré a disfrutar los saltos, vuelos y vaivenes de la caprichosa bien sea que esté en los pies de Lionel Messi o de Andy Selva. Es por eso que ahora soy hincha de San Marino.