Llama mi atención tanto político, politiquero y uno que otro comunicador criticando con rigurosidad a William Dau, alcalde de Cartagena.
Si bien en algunas cosas tienen razón, qué descaro y qué cinismo, fueron muchos de ellos quienes crearon y eligieron a William Dau: con su actuar delincuencial motivaron a una ciudadanía hastiada de las miserias y migajas que sus administraciones significaron a que lo votaran.
Es que con absoluta mezquindad se repartieron el erario por décadas, sin retribuir en nada a la ciudad de sus electores, la misma de sus familias e hijos. Qué miserables.
Toda la clase política cartagenera está señalada. ¡Toda!
No vengan ahora a dar cátedra de soluciones, buen manejo y diligencia.
¿Cómo se dignan estos adalides de la moral y de la buena contratación a revisar —ahora sí— con lupa selectiva cuanto acto administrativo ejerce esta alcaldía cuando años atrás solo mantuvieron silencio absoluto? Ah, claro, es que hasta hace solo meses hacían parte de la camada y recibían.
Por último, al señor alcalde toca mandar a decirle que se asesore, que se haga acompañar de un buen equipo, y que delegue funciones, revise y audite todo. Si algo no perdonaría este pueblo explotado, que vio en él transparencia y por eso confió, sería un acto de corrupción.
Si le va bien a Dau, tal vez la situación cambie para todos los cartageneros.