Ahora sí en serio: ¿de qué trata el perdón social del que habla Petro?

Ahora sí en serio: ¿de qué trata el perdón social del que habla Petro?

Cuando Petro habla del perdón no propone rebaja de penas, perdón por parte de la justicia, amnistía o indulto; es pasar la página y mirar hacia adelante

Por: César Augusto Patiño Trujillo
abril 22, 2022
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Ahora sí en serio: ¿de qué trata el perdón social del que habla Petro?
Foto: Nelson Cárdenas

No sé si Federico Gutiérrez ha oído nombrar a Jacques Derrida alguna vez en su vida; no creo que lo haya escuchado nombrar el ingeniero Rodolfo Hernández; tal vez sí Sergio Fajardo, Ingrid Betancourt, Luis Pérez y Enrique Gómez; ni qué decir de John Milton Rodríguez que, seguramente, al pensador más moderno que ha citado es a Jesús de Nazaret, un mito, una leyenda que ha sido oficializada como una verdad histórica. En otras palabras, unos candidatos supremamente pobres a nivel intelectual, lo cual ya dice mucho de un posible Gobierno sin luces como la mayoría de los que hemos tenido que sufrir en Colombia.

Por su parte, Gustavo Petro expone a los colombianos una serie de ideas que asustan a quienes han vivido y gobernado una caverna oscura y empantanada; pone, además, en evidencia, la ignorancia crasa y la mala fe de aquellos que consideran un exabrupto las propuestas del candidato del Pacto Histórico.

Estos, aunque aparentemente de manadas políticas diferentes, se unen con un solo propósito, lanzar dentelladas para tergiversar las ideas programáticas de Petro, en esto no hay ninguna diferencia entre Federico Gutiérrez y Sergio Fajardo, por ejemplo.

El perdón social es un tema que ha aflorado a partir de la visita que Juan Fernando Petro, hermano del candidato, ha hecho a algunos de los reos más famosos del país con el fin de dialogar sobre el tema de los derechos de los internos carcelarios.

Ha sido un escándalo mayúsculo por parte de los dueños de los medios de comunicación tradicionales y las otras campañas políticas, pero, además, innecesario el llamado de atención de Gustavo a Juan Fernando, ya que, es este último un ciudadano que hace su trabajo independiente de la campaña presidencial del Pacto Histórico.

Para las campañas oscuras y aprogramáticas de Fajardo, Gutiérrez, Gómez, Betancourt y Rodríguez, lo que Petro propone es impunidad, pacto con corruptos, alianzas con lo peor de Colombia a cambio de votos.

Ellos, que son impolutos, se han dado el gusto de ser los inquisidores del señor Petro, se rasgan las vestiduras y lanzan llamaradas verbales por sus jetas. Ellos han creado una posverdad para manipular las emociones de los ciudadanos, para interpretar amañadamente una propuesta rica en filosofía, profunda y majestuosa, la del perdón social, que, para el filósofo argelino posestructuralista Jacques Derrida, no debe ser confundido con una excusa, lamento, amnistía o prescripción; y que para poder hablar de perdón: “hay que partir del hecho […] de que existe lo imperdonable” (P. 25).

Derrida se pregunta: “¿no es esa, en verdad, la única cosa por perdonar? ¿la única cosa que llama al perdón?” también asegura que: “si uno no estuviera listo más que a perdonar lo que parece perdonable […] entonces la idea misma de perdón se desvanecería” (p. 25), más concretamente se perdona: “el crimen o el error imperdonable” (p. 25), así que, “el perdón perdona solamente lo imperdonable”.

Cuando las campañas de la posverdad enredan los argumentos y la finalidad de la propuesta, están haciendo exactamente lo que Derrida considera la confusión de conceptos o sinonimización de ellos, sin embargo, a diferencia de una confusión producto de la incomprensión, las asustadas campañas utilizan de mala fe dicha confusión, pues, deciden grotescamente afirmar algo que el senador Petro jamás aseveró.

Ellos saben muy bien el objetivo y alcance de la propuesta, pero, se van lance en ristre para poner en tela de juicio la ética y la moral del único candidato que pone en la palestra pública un programa y unas ideas para debatir.

Derrida y Petro se alejan en algún punto de la atractiva teoría; mientras el candidato del Pacto Histórico sienta las bases de la propuesta hacia un fin, una visión teleológica o una necesidad que es, para el candidato, fundamental para lograr la paz y reconciliación en la nación, Derrida asume que: “cada vez que el perdón está al servicio de una finalidad, fuese ella noble y espiritual (salvación, redención, reconciliación), cada vez que tiende a restablecer una normalidad (social, nacional, política, sicológica) entonces, el ‘perdón’ no es puro, ni su concepto” (p. 25)

En 2007, Petro ante el senado colombiano, explicaba que: “en ciertas épocas históricas muy de vez en vez, una sociedad puede tener el acto imaginativo y creativo, y virtuoso de un gran perdón social para sus integrantes. Derrida lo asemeja con ese carácter que se da de vez en vez y que tiene la misma generación de creación social con las revoluciones” y acota también que: “los perdones sociales y las revoluciones no se dan todos los días, pero cuando se dan, hacen saltar la sociedad hacia adelante”, y ante esas acertadas frases del perdón social como una eventualidad, Derrida reconoce que: “El perdón no es, no debería ser, ni normal, ni normativo, ni normalizante. Debería permanecer excepcional y extraordinario, sometido a la prueba de lo imposible: como si interrumpiese el curso ordinario de la temporalidad histórica” (p. 25)

Cuando Gustavo Petro aborda el perdón social, no está proponiendo rebaja de penas, perdón por parte de la justicia, amnistía o indulto; más bien, invita a la sociedad a pasar la página, a mirar hacia adelante, que, a pesar de las múltiples tragedias en que ha estado inmerso nuestro país, volver a confiar en nosotros vale la pena, y allí está inmerso el perdón social.

Esto no conlleva a olvidar, a mirar con poco valor lo ocurrido, es imposible olvidar, y el mismo Derrida lo acepta cuando dice que: “en este siglo, crímenes monstruosos (“imperdonables”, por ende) no sólo han sido cometidos —lo que en sí mismo no es quizás tan nuevo— sino que se han vuelto visibles, conocidos, recordados, nombrados, archivados por una ‘conciencia universal’ mejor informada que nunca, porque esos crímenes a la vez crueles y masivos parecen escapar o porque se ha buscado hacerlos escapar, en su exceso mismo, de la medida de toda justicia humana, y la invocación al perdón se vio por esto (¡por lo imperdonable mismo, entonces!) reactivada, remotivada, acelerada” (p. 26).

¿Está la sociedad colombiana preparada para el perdón social?, porque el mismo Derrida hace una aseveración primordial cuando considera que: “el perdón debe presentarse como lo imposible mismo [y que] solo puede ser posible si es imposible” (p. 26). El perdón social no raya ni es disonante con la sanción penal, inclusive, y como el mismo filósofo argelino indica, “se puede absolver o suspender un juicio y no obstante rehusar el perdón”, siendo uno de los casos más recordados el del Proceso 8000, escándalo de magnitudes cósmicas que fue archivado en la Cámara de Representantes, pero siempre en la mente de la ciudadanía que, asume su papel de juez cuando le recuerda constantemente a Ernesto Samper su pasado, su “elefante blanco”, señalamiento que llevará el expresidente como un sambenito  hasta su última morada.

Y Derrida nos trae a Hegel recordándonos que este: “gran pensador del ‘perdón’ y de la ‘reconciliación’, decía que todo es perdonable salvo el crimen contra el espíritu, es decir, contra la capacidad reconciliadora del perdón” (p. 27), y que en este caso, producto de la crisis moral que sufre Colombia, se tendría que inferir que a la ciudadanía no se le es dable perdonarle el “crimen contra el espíritu”, ya que, es una sociedad decidida a no perdonar, sino, más bien, a castigar, sancionar, y peor aún, a buscar venganza por mano propia.

Una sociedad decidida a ver en el otro a un enemigo que se debe eliminar, humillar, postrar no merece ni siquiera que se le tenga en cuenta dentro del conjunto de naciones dignas y “civilizadas”, sino, como un pueblo perdido entre la barbarie y el más primitivo salvajismo, en 1908, diplomáticos europeos lo aseveraban, y Enrique Olaya Herrera tuvo que sufrir ante el mundo las críticas contra su país. ¡Qué acertados parecían estar los europeos que incluso consideraban que era la única zona de Suramérica no preparada para gobernarse soberanamente!

En el debate que tiene a Colombia generando toda clase de disertaciones, el ingeniero Rodolfo Hernández, tal vez, el único rival de Petro digno en su opinión le envió a este último una respuesta: “el perdón no se regala, se gana”, sin embargo, Petro le responde: “el perdón social se regala” y ello está en consonancia con Derrida cuando acepta que el perdón social no se gana, porque, de acuerdo con el argelino, se estaría poniendo condiciones para el acto del perdón; “te perdono si…” es algo así como una “lógica condicional del intercambio” (p. 27, negrillas del autor): “esa presuposición tan ampliamente difundida según la cual sólo se podría considerar el perdón con la condición de que sea pedido, en un escenario de arrepentimiento que atestiguase a la vez la conciencia de la falta, la transformación del culpable y el compromiso al menos implícito de hacer todo para evitar el retorno del mal” (p. 27).

Derrida acusa a quienes exigen algo a cambio del perdón, de querer hacer una especie de “transacción económica” contradiciendo la tradición abrahámica (cristiana, judía, islámica) del perdón como un acto de gracia, en otras palabras: “una exigencia, del perdón incondicional, gratuito, infinito, no económico, concedido al culpable en tanto culpable, sin contrapartida, incluso a quien no se arrepiente o no pide perdón” (p. 27, negrillas del autor).

El ingeniero Hernández, muy cercano a la postura de Jankélévitch que no estaba de acuerdo con el perdón incondicional, se opone en todo caso a Petro, quien acepta en Derrida, las bases del perdón social gratuito, incondicional y aneconómico.

Punir y perdonar en Jankélevitch y Arendt parecen ser una simetría irrompible. Si se castiga se perdona, porque “los hombres son incapaces de perdonar” como citara Derrida a la autora de La condición del hombre moderno.

Ahora bien, el perdón condicional que predica Rodolfo Hernández en respuesta a Gustavo Petro, al ser condicional, es, entonces interesado.

El interés tiene en el intercambio un problema, que, para este caso, el perdón no es puro y sincero. Petro pone una finalidad al perdón social, el que vivamos en paz como sociedad, Hernández pone una condición de perdonar si hay un compromiso del que va a ser perdonado: “Si digo: ‘Te perdono con la condición de que, al pedir perdón, hayas cambiado y ya no seas el mismo’, ¿acaso te perdono?; ¿qué es lo que perdono? y ¿a quién?; ¿qué perdono y a quién?; ¿perdono algo o perdono a alguien?” (Derrida, p. 27).

También el senador Petro, defendiendo su argumento verdadero, no el de la posverdad, enfatiza que el perdón social como su nombre lo indica es de la sociedad, es de todos, es personal, individual, voluntario.

El perdón social, según Fabian Sanabria (2022) en entrevista con Hollman Morris, e interpretando a Derrida explica que es: “un acto de reconciliación que la sociedad [aunque para Derrida se debe distinguir entre perdón y proceso de reconciliación] le otorga a sus ciudadanos después que ha habido rostro y verdad [aquí sería conveniente consultar a Levinas].

Imposible hablar de un perdón social si no hay un cara a cara, si no hay procesos de verdad donde se cuenten todas las versiones posibles, no solamente las versiones de las víctimas sino también de quienes son acusados, todas las múltiples voces tienen que escucharse y a partir de esa escucha generosa la sociedad asume una reconciliación” y termina diciendo que: “eso no quiere decir que la justicia no opera y si evidentemente ha habido daño, que haya proceso de reparación”.

Debe quedar muy claro, el perdón social lo otorga la sociedad, no el que gobierna a una nación, Gustavo Petro propone el perdón social para avanzar hacia una era de paz y progreso de Colombia, pero, él, no tendrá autoridad, si llegase a ser elegido, para, a nombre de una ciudadanía, perdonar por medio de decretos oficiales, en cambio sí, para proponerle a la población colombiana darnos esa oportunidad dando un primer paso hacia esa ansiada era de paz y concordia tan esquiva históricamente.

Con este aporte tan valioso del Pacto Histórico se concluye que nunca se ha propuesto amnistías, perdón judicial, rebaja de penas, acuerdo con reos condenados, en cambio sí se propone el perdón de la sociedad hacia aquellos delincuentes que deberán, de todos modos, asumir su condena con toda la gallardía posible, entendiendo que ese perdón debe salir de cada individuo que engrosa a la sociedad, y que, incluso, es válido comprender que hay quienes no desean perdonar por la dificultad que ello conlleva. Una propuesta para la que la sociedad colombiana la analice, la tenga en cuenta y la utilice o desheche, pues, ella es quien tiene la última palabra.

REFERENCIAS:

El siglo y el perdón. Jacques Derrida entrevista con Michel Wieviorka [i] traducción de Mirta Segoviano en El siglo y el perdón seguida de Fe y saber. - 1ª. ed., Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2003, pp. 7- 39.

Entrevista a Fabián Sanabria por Hollman Morris en el Tercer Canal. ¿De qué trata el perdón social que propone Gustavo Petro? /Análisis Fabián Sanabria y Claudia Girón. En: https://www.youtube.com/watch?v=wT5Qn_LHysw

Gustavo Petro. Intervención ante el senado de la República. (2007)

 

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