Y ahora, ¿quién podrá defendernos?
Opinión

Y ahora, ¿quién podrá defendernos?

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octubre 22, 2013
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A veces siento que las mujeres somos una subespecie en vías de extinción.

Ni el Chapulín Colorado, ni aparentemente ningún superhéroe o superheroína, ni los avances de las mujeres en todos estos siglos, logran que millones de mujeres y niñas en Colombia y en el resto del mundo dejen de sufrir violencias, pobrezas, humillaciones y discriminaciones.

En solo tres horas revisando el correo electrónico y las redes sociales, me encuentro con tres tipos de mensajesque aumentan mis interrogantes frente a nuestro futuro:

Hay un grupo de mensajes portadores de  tantos dolores, que parecen ratificar el enfoque de la revista Semana: “La revolución femenina en el país es más un espejismo que una realidad palpable.”El Informe especial de esta revista, edición del 19 de octubre, sobre las violencias contra las mujeres en varias regiones de Colombia, contiene historias y cifras francamente desalentadoras. En este país cada día mueren mujeres por odio, mientras a otras les son arrebatadas las ganas de vivir, la confianza y la alegría o la posibilidad de soñarse un futuro como ellas quieran. Y no solo en Colombia: por todos lados hay denuncias de violencias, prostitución, feminicidios, esclavitudes, mutilaciones, muertes prevenibles, desfiguraciones, todas historias que muchos hombres y mujeres “emancipadas” creerían superadas hace décadas. Pero no.

Por otro lado, están otro grupo de mensajes, que podría denominar de “feminismofobia”: hombres y mujeres llenos de odio contra el feminismo. Una escritora caleña escribe una larga diatriba contra los estudios de género, contra las feministas y contra una mirada que solo “ve la mitad de la humanidad”. Y se despacha con una lista de afirmaciones, muchas de las cuales son realmente injustas o producto de su incomprensión. Comentarios a los artículos y columnas de mujeres, en los que se acusa a feministas de fomentar odios y de ser también violentas. Otros que develan las grandes carencias que ha tenido nuestra revolución incompleta: el testimonio de una mujer de Barranca, también en el Informe especial de Semana, parece develar una de las grandes tensiones y desafíos. Afirma que “Hay muchas mujeres emancipadas, pero eso a mí no me sirve de nada”. En relación a que, a pesar de los avances de algunas leyes, a ella el exmarido la sigue maltratando y está en peligro su vida.

Con estos dos grupos de mensajes, me dan ganas de “apagar e irme”. Tantos esfuerzos, tantas luchas, trasnochos, cuotas de dolor y el mundo cada días más injusto, violento, discriminador. Y aún más: impera lo que se llama la “colonialidad del poder”, que hace que tengamos interiorizada la lógica de la dominación y nos veamos a nosotras mismas como las culpables y miremos el problema en quienes están intentando cambiar las cosas y no en las causas que generan las injusticias y desgracias. Snifff.

Afortunadamente hay más, mucho más: por un lado, la reciente conmemoración, el 18 de octubre, de los 20 años del Centro de Estudios de Género de la Universidad del Valle, evento que reunió académicas y académicos de varias universidades del país, pensándose y debatiendo sobre los avances y retos que se plantean, pero que evidencian cómo en 20 años los aportes de la investigación feminista han pasado a ser un referente también para cada vez más hombres y para el planeta entero, entrando en diálogos con la lucha contra el racismo, el clasismo y la devastación ambiental.

Por otro lado, la convocatoria a  la "Cumbre Nacional de Mujeres y Paz", que se celebrará del 23 al 25 de octubre, por iniciativa de nueve organizaciones y redes de mujeres de Colombia y con el apoyo del Sistema de las Naciones Unidas en el país y otras entidades de la cooperación internacional. Se reunirán esta semana más de 400 mujeres de todas las regiones, etnias, edades y condiciones, que no renuncian a que en La Habana se pueda tejer un acuerdo de paz que disminuya en algo el sufrimiento de millones y acerque al país las posibilidades de construir una sociedad más equitativa y democrática. Seguir la pista a las propuestas de esta cumbre va a ser una gran fuente de inspiración.

Otro evento que me ha recuperado el ánimo después de la andanada del principio, es la realización, entre el 7 y el 9 de noviembre del Cuarto Encuentro Internacional de Círculos Matriarcales, en la Ecoaldea Nashira, en Palmira, Valle. Con mujeres de varios continentes, este evento se constituye en una oportunidad para conocer y reflexionar acerca de la posibilidad de construir relaciones por fuera de la lógica patriarcal, sin dominación de unos seres sobre los otros, de retomar nociones como el cuidado de la vida, la economía de la ofrenda, la medicina natural, las espiritualidades que retoman a las deidades amorosas y femeninas o bisexuales. Es todo un reto a la manera lineal, piramidal y cuadriculada de ver el mundo que se narra en los primeros relatos que describo. Así, que ubicada en estos espacios de reinstalación de la esperanza, prometo seguir resistiendo:

¡Que nos salven las diosas, ya que el patriarcado nos está extinguiendo!

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