Éramos jóvenes llenos de nuevas ideas y de futuros proyectos de vida, estábamos a finales de los años ochenta, veníamos de un gobierno que había enfrentado a la muerte de tres candidatos presidenciales, la toma del Palacio de Justicia y el desastre de Armero.
Lo más crítico era un país permeado por el narcotráfico, sin embargo, seguíamos creyendo en Colombia debido a un proceso de paz que se gestó con el M-19.
Se planteó la necesidad de una asamblea nacional constituyente para no volver a las armas, pero por el plebiscito de 1957, el cual fue un pacto de la oligarquía colombiana refrendado por el pueblo, era imposible desarrollarla.
Surge en aquel momento desde diversas universidades, en especial públicas, un movimiento estudiantil que propuso la séptima papeleta en las elecciones de 1990, en la cual participamos para lograr la convocatoria de una Asamblea Constituyente.
De esta forma se eligen nuestros delegados, que quedó conformada por tres grandes bloques y por ende un trio de presidentes y hacia mediados de junio de 1991 logra expedir una nueva carta política que a diferencia de la anterior estaba basada en un Estado Social de Derecho más igualitarista y decirle adiós a una constitución liberal de 1886 de Rafael Núñez que era mandada a recoger.
Con la participación del M-19 cómo partido político y lo plasmado en este nuevo contrato social, se plantean unos nuevos derechos fundamentales que debe velar y cumplir el Estado dándose un avance de carácter progresista a pesar de que se venía encima una reforma institucional neoliberal como fue el gobierno de la revolución pacífica de Gaviría.
Sumado al equilibrio de los poderes entre las diferentes ramas, la creación de la fiscalía y de la corte constitucional, ambas inexistentes antes de la nueva Constitución Política.
Durante 30 años esta carta ha sufrido múltiples modificaciones por medio de actos legislativos realizados en el Congreso de la República, pero su estructura en esencia se ha mantenido, es precisamente en este donde se hacen partícipes los diferentes actores sociales, gremios y otros a través de los representantes a la cámara y senadores, donde se discute y se legisla, en otras palabras “nos ponemos de acuerdo” entre los que representan a la sociedad civil con iniciativas por lo general propuestas por el ejecutivo.
Ahora precisamente el representante del ejecutivo que viene del M-19 plantea la necesidad de convocar una Asamblea Constituyente para cambiarla porque ha sido imposible sacar las reformas sociales, ese invento de 1991 no parece adecuada “no deja gobernar” porque la reforma laboral se ha presentado dos veces, la pensional ha estado estancada y la de salud que es el caballo de batalla y esta “virtualmente” hundida. La pregunta entonces es ¿Para qué es el Congreso de la República?
El Congreso es precisamente un cuerpo colegiado, de carácter bicameral, y le corresponde, esencialmente, reformar la Constitución, hacer las leyes y ejercer el control político sobre el gobierno y la administración. Y entonces, ¿Para qué una Asamblea Constituyente? Porque no nos pusimos de acuerdo.
En este momento coyuntural donde ya cedió la inflación, el dólar está estable, las tasas de interés deben empezar a bajar, no hay pandemia, estos resultados parecen deberse a las políticas monetarias y cambiarias del Banco de la República, que de política fiscal que le concierne al ejecutivo.
La invitación señor presidente es gobernar de manera concertada, ya que la economía industrial y de comercio se va a contraer, quedan algo más de dos años para lograr un mejor país.
