Es incorrecto decir “ahora” porque al parecer, por lo que dice Francisco I, es algo que ha ocurrido históricamente, pero permanecía oculto, como un gran pecado en la Iglesia católica, que afortunadamente sale por fin a la luz pública en boca del papa. Religiosas abusadas sexualmente, esclavizadas y silenciadas por sus confesores como si ellas fueran culpables de esta situación.
Se han destapado acusaciones contra la Iglesia en India, África, Alemania e Italia. La revista del Vaticano inclusive escribió la semana pasada sobre casos de religiosas obligadas a abortar o que habían tenido hijos, de los que nunca se supo su suerte, embarazos producto de sacerdotes, inclusive de obispos. El escándalo tocó tan alto que llevó al padre austriaco Hermann Geissler, a presentar renuncia como dirigente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), uno de los más importantes órganos del Vaticano.
Me vino a la memoria la visita a un antiguo convento en Arequipa Perú donde el guia contaba como dato curioso que en sus gruesas paredes habían encontrado fetos extraídos a monjas, recluidas en una clausura absoluta. Esa preñez solo podía ser producto de sus confesores, que eran los únicos que ingresaban a dicho encierro. La joven religiosa Doris Wagner, filósofa y teóloga alemana, publicó su historia a través de un video en las redes sociales para contar los abusos sexuales a que fue sometida durante los ocho años que vistió hábitos.
Los escándalos por abusos contra las mujeres no dejan de sorprender con nuevas revelaciones que involucran hombres destacados, especialmente después del auge del movimiento #MeToo en Estados Unidos. Ahora, por ejemplo, le tocó el turno a un premio nobel de Paz, el señor Óscar Arias, expresidente de Costa Rica y uno de los políticos más apreciados de América Latina.
Ahora le tocó el turno a un premio nobel de Paz, el señor Óscar Arias,
expresidente de Costa Rica
y uno de los políticos más apreciados de América Latina
El señor Arias ha sido acusado por tres mujeres distintas, la psiquiatra y activista antinuclear Alexandra Arce, que bajo juramento aseguró haber sufrido el acoso en la propia casa del Nobel, en el 2014 cuando fue a preparar con él una intervención para un congreso. Los otros dos casos son el de la periodista costarricense Nono Antillón, testimonio publicado por el diario La Nación y el de Emma Daly, directora de comunicaciones de Human Rights Watch, quien hizo su denuncia ante el Washington Post.
En Colombia el escándalo se ha dado por cuenta del concejal Hollman Morris, miembro muy importante del movimiento petrista de la Colombia Humana y precandidato a la Alcaldía de Bogotá. Morris ha sido acusado tanto por su esposa Patricia Casas de maltrato psicológico, físico e inasistencia alimentaria, como por la periodista María Antonia García de La Torre quien lo denunció por acoso sexual.
¿Qué pueden tener en común el cura austriaco Geissler, el nobel de Paz Arias y el Concejal Morris? Pues que son hombres famosos, poderosos o reconocidos que creen tener patente de corso para acosar a una mujer subalterna. Se arriesgan considerando que ninguna mujer se atreverá a denunciarlos y lo hacen bajo un mismo patrón de comportamiento que nos debe hacer reflexionar sobre la profundamente arraigada mentalidad machista de que a una mujer se le puede hacer cualquier cosa, sin asumir ningún costo. Ellos estaban convencidos que su verdad quedaría oculta y las mujeres nunca se atreverían a actuar contra tan importantes sujetos… afortunadamente esto ya no es así. Las cosas están cambiando señores; de manera que parodiando una gastada frase de un político antioqueño: ¡O cambian o los cambiamos!
Les doy una mala noticia: las mujeres nos estamos atreviendo a hablar y, lo que es mejor, se nos está creyendo. Porque atreverse a la exposición pública, siendo inclusive una religiosa, no es algo fácil, pero sí muy meritorio pues se corre el riesgo que digan que esa acusación se hace para favorecer a la víctima. Como si alguna mujer pudiera sacar algún provecho de contar sus intimidades y enfrentar a esos “poderosos” pavos reales que un día las maltrataron.
