Después de haber sido declarado el coronavirus como una pandemia, no puede haber ninguna persona, institución o Estado en el mundo que sea indiferente a la urgencia de garantizar el acceso universal al agua. Mientras la humanidad se convertía en un testigo ansioso de la carrera que adelantaba la ciencia para encontrar una vacuna contra el virus, el agua fue -y seguirá siendo- el principal frente de lucha para protegernos. En el marco de la transición de un gobierno a otro, vale la pena hacer un balance sobre perspectivas, logros y retos. Así será posible articular esfuerzos y construir sobre lo construido con decisión y sin perder la energía de procesos en marcha
Hace poco más de un año, ONU hábitat otorgó al Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio, el premio Pergamino de Honor por la gestión adelantada en medio de la pandemia en materia de vivienda, agua potable y saneamiento básico. Colombia logró este reconocimiento compitiendo con otros 120 candidatos y siendo escogida por los jurados de manera unánime. El premio destacó la serie de medidas estratégicas que se implementaron, especialmente en los lugares más vulnerables y, por otro lado, resaltó la priorización de acciones de mediano y largo plazo que pusieron a la infraestructura del agua y saneamiento como un eje de la reactivación económica y social del país.
Es claro que no hay fórmulas mágicas ni recetas infalibles para solucionar los problemas específicos de cada territorio. Por el contrario, parte del éxito de cualquier iniciativa o política pública depende de asumir que los territorios son diversos. Sus particularidades obligan a la administración pública a implementar acciones específicas en cada uno de ellos. En este sentido hay tres grandes áreas de trabajo que hemos abordado de manera integral: cerrar brechas de cobertura, garantizar la sostenibilidad ambiental y mejorar la eficiencia de quienes prestan los servicios de agua potable y saneamiento.
Sobre el cierre de brechas, no es lo mismo llevar agua a una ciudad que a una zona rural dispersa, ni tampoco es lo mismo llevar agua a un barrio formal que a uno informal. Por eso se ha hecho la tarea de plantear esquemas diferenciales que permitan avanzar en cobertura, al tiempo que se consolidan territorios y comunidades sostenibles. El primer gran esquema diferencial es Guajira Azul, un programa que, durante el último cuatrienio, puso en marcha 85 proyectos que suman una inversión cercana a los 454.000 millones de pesos y con los cuales se pasará de una cobertura en la zona rural dispersa del departamento de 4% en 2018 a una de 60% a finales de 2022. En total serán beneficiadas más de 700.000 personas, de las cuales 200.000 tendrán acceso al agua potable por primera vez.
Otro esquema diferencial es “Agua al Barrio”, una estrategia que busca llevar el servicio de agua a barrios informales y municipios con altos índices de pobreza. Este modelo tiene una altísima carga en materia de equidad, pues son estos asentamientos donde generalmente se ubican las personas de menores recursos económicos y que presentan un mayor nivel de vulnerabilidad, porque confluyen problemáticas como el desplazamiento, menores ingresos económicos y ausencia de prestación de los servicios públicos y que por ello requieren mayor atención del Estado en su conjunto. Ya son 14 ciudades vinculadas a la estrategia, con lo que se han atendido efectivamente 58 barrios con un estimado de 92.488 personas conectadas.
Finalmente, “Agua al Campo”, un programa que tiene el objetivo de cerrar brechas en materia de cobertura, continuidad y calidad del agua potable en las zonas rurales. Desde el punto de vista de un acueducto, es mucho más costosa una inversión en infraestructura para atender una población rural que es más dispersa que la de una ciudad y esto, por supuesto, genera unos retos que deben ser asumidos fortaleciendo la capacidad institucional, operativa y financiera de los prestadores del servicio. Desde que se puso en marcha Agua al Campo se han creado 795.335 nuevos accesos rurales y se han terminado 75 proyectos con una inversión que supera los 270.000 millones de pesos.
La segunda gran área de trabajo es la de garantizar la sostenibilidad ambiental y para ello se desarrollaron el Programa de Saneamiento de Vertimientos (SAVER) y el Programa de Economía Circular de Residuos Sólidos. En cuanto al programa de Saneamiento de Vertimientos (SAVER), logramos pasar de un 43% de aguas residuales urbanas tratadas en 2017 a un 52% en 2022. Además, en el momento hay 7 Sistemas de Tratamiento de Aguas Residuales (STAR) que cuentan con una financiación cercana a los 2 billones de pesos, de las cuales dos se encuentran en proceso de contratación y ejecución y cinco en proceso de estructuración. Sobre el programa de Economía Circular, hay que resaltar que Colombia es el segundo mejor país de la región en índices positivos en materia de recolección de Residuos Sólidos después de Perú. Con este programa hemos buscado incorporar las mejores prácticas a nivel mundial para la sostenibilidad ambiental en materia de saneamiento básico y la reducción, reciclaje y reutilización de residuos sólidos.
La tercera área de trabajo es la de mejorar la eficiencia de los prestadores por un principio básico: solo buenas empresas pueden garantizar una buena prestación del servicio. Con los programas de Gobierno Corporativo y Empresas Regionales hemos avanzado en el fortalecimiento empresarial y en la consolidación de empresas certificadas con buenas prácticas de gobierno corporativo y mercados regionales consolidados. Esto redundará en proyectos estructurados con criterios técnicos más rigurosos, una prestación del servicio con calidad y, especialmente, una población mejor atendida independientemente del territorio en que se ubique.
Son muchos los temas que se podría seguir mencionando, pero el espacio es limitado. Sin embargo, el resultado más alentador es que, sumados todos estos esfuerzos, podemos decir con orgullo que más de 3.6 millones de personas pudieron acceder al agua y saneamiento básico por primera vez en los últimos cuatro años. Y, si bien las conclusiones también pueden ser diversas, me gustaría plantear una reflexión: es claro que el agua es quizá la principal riqueza de nuestro país, sobre todo si se suman dos factores. En primer lugar, el agua es un recurso agotable (especialmente si no tomamos consciencia sobre su cuidado) y, en segundo lugar, porque hay un crecimiento poblacional vertiginoso. Si se suman esos dos factores, tenemos que el agua es un recurso cada vez más valioso y eso debería ser un llamado a la acción para todos: las empresas, las personas y los gobiernos. Del trabajo en conjunto que hagamos hoy, mirando hacia el futuro y sin el afán del inmediatismo, lograremos consolidar un país en el que la reactivación económica y social, la seguridad hídrica, la economía circular y los territorios sostenibles sean una realidad.