La técnica conocida como fracking para la extracción de petroleo, que ya en varios países ha tenido efectos nocivos tanto para la naturaleza y humanos, y que pareciera incrementar el riesgo de la ocurrencia de sismos en las áreas de aplicación -motivo por el cual Francia y otros países han prohibido el uso de dicho mecanismo- parece ser el futuro modelo de explotación de este recurso en Colombia. Aunque ya se ha implementado no a gran escala, haciendo que la economía nacional siga dependiendo entorno a dicho recurso, aún cuando salta a la vista esto juega una carta en contra para la estabilidad de la nación, pues Colombia no es por excelencia un país petrolero.
Según el debate del Canal Uno en su programa "Veredicto", el pasado año se emplearon 500mil litros de agua para la extracción de petroleo, de los cuales tan solo se recuperaron 200mil litros. Es decir que los pocos litros de agua que ahorramos los conscientes colombianos se la terminamos entregando a las transnacionales para su uso y no recuperación.
Así, todo indica que primero va el aprovechamiento y explotación del petróleo para luego encaminarse a la privatización del recurso hídrico, que como sabemos, no será dirigido por la clase media colombiana, aún menos por la baja, privatización que corre en curso con la casi inminente venta de la mayoritaria empresa pública de Isagen este 19 de mayo. A esto se opone, por mucho, más de la mitad de los diferentes entes de Gobierno, pues radicaría la pérdida de uno de los mayores activos que tenemos los colombianos, todo bajo el disfraz de la necesidad de vías 4G. Esto debió pensarlo la nación antes de meterse a los TLC. Esto tiene tanto de ancho como de largo, y da para un amplio análisis.
¿Agua o petróleo? Estamos ante la penosa situación en la que hace mucho tiempo los colombianos dejamos de ser los administradores de "nuestra" Colombia para darle paso a la empresa privada que explota, en todo el sentido de la palabra, nuestros recursos naturales, haciéndonos creer que aquí quienes ganan somos nosotros. Todo esto orquestado y apoyado por nuestro Gobierno, que resulta no ser una democracia sino el cuasi monopolio del poder dirigido por unos pocos y todos sesgados; qué triste realidad.