El municipio de Guaranda en la mojana sucreña es uno de los pueblos más pobres y olvidados de Colombia. Ha sido azotado por la corrupción y el desgreño administrativo. De hecho, su alcalde Pablo Rivas Espitia se hizo famoso en la región por una parranda que celebró en el mes de enero de este año y en la cual se gastó 120 millones del escuálido presupuesto municipal, a pesar de tener necesidades de primer orden en materia de salud, educación, vías o acueducto, entre muchas otras, en especial la construcción de un jarillón para evitar las inundaciones que sufren sus habitantes año tras año.
En este preciso momento cuando el río amenaza con desbordarse nuevamente, su derrochador alcalde viene haciendo un llamado a través de los diferentes medios de comunicación para que el gobierno nacional le envíe recursos para atender la emergencia. Ya declaró el estado de calamidad pública, la que le permitirá contratar directamente y a dedo, sin hacer ningún proceso de licitación para ejecutar los dineros que seguramente le girará la gobernación de Sucre y la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD).
La pregunta que toda la opinión publica en Sucre se hace es obvia, ¿por qué el alcalde de Guaranda, Pablo Rivas Espitia, en vez de gastarse 120 millones en parranda no los invirtió en obras para evitar la inundación ?
Los guaranderos no pierden la esperanza de que algún día los entes de control se enteren de que su sufrido y saqueado pueblo existe. Desde ya se comenta que la próxima parranda del alcalde superará con creces la anterior.