Dicen que la “ropa sucia” se lava en casa. Pero este asunto ni es “sucio”, ni es para mantenerlo oculto entre las cuatro paredes del gremio o de la academia. Es serio, de gravedad, ya que nos afecta a todos, tanto a los pacientes, como a los profesionales y por tanto a la sociedad. Además, todos tenemos responsabilidad aquí. Todos.
Me llegó información por dos fuentes. Un colega me cuenta como en un período de pocos meses, en una respetada clínica de Bogotá, se han suicidado 3 de sus médicos. El último se lanzó del 10º piso de la clínica. Macabro, no. Realidad sobre la cual no podemos mirar hacia otro lado.
Al mismo tiempo encuentro en un artículo estadounidense de este año, 2019, un reporte sobre el “agotamiento, depresión y suicidio en médicos”. Sin quedarnos demasiado en sus estadísticas, podemos anotar que reporta: Agotamiento 44 % de los médicos; bajo ánimo o tristeza 11 %; depresión 4 %. El 14 % de los médicos en general ha pensado en cometer suicidio, sin intentarlo y el 1 % lo han intentado. El suicidio es el doble que en la población general.
En reuniones de médicos, este tema (el agotamiento y la depresión) es tópico de conversación habitual. Tal vez es una de las formas de desahogarse, comentarlo entre pares, entre amigos.
Las causas son exceso de tareas administrativas,
muchas horas en el trabajo, para compensar los bajos salarios
y tener un vivir mínimamente decente
¿Porqué es responsabilidad de todos, en la sociedad? Porque las causas estudiadas y las coloquiales son: exceso de tareas administrativas, papeleo, -por ello los médicos ya ni miran al paciente, por estar atentos al computador-. Muchas horas en el trabajo, -tratando de compensar los bajos salarios- para tener un vivir mínimamente decente. Falta de respeto hacia nosotros por parte de los administradores/empleadores, y pacientes –cada cual cree tener derecho a decidir lo que el médico debe hacer, ordenar, prescribir, diagnosticar, en fin, cómo debe ejercer su profesión-. Ausencia de colegaje, manifiesto en guerra de tarifas, comentarios despectivos, crítica mordaz, entre nosotros mismos. Cada día sentimos más la presión de las leyes y abogados atentos a ganar dinero a expensas de demandas legales, muchas veces por encima de criterios juiciosos para juzgar un acto médico. Es evidente cómo todo lo anterior impone una carga emocional extra (extra a la ya propia de la profesión de lidiar, día a día, con el dolor y el sufrimiento ajeno) e incide directamente en el adecuado diagnóstico y tratamiento de las enfermedades. Por tanto, la buena salud y el bienestar de los miembros de nuestra sociedad se ve medrado.
¿Qué hacemos los médicos para bajar el estrés y reducir el agotamiento y la depresión? Hacemos lo que está a nuestro alcance, entre otros, ejercicio, charlar con amigos, familia, aislarnos, escuchar música, promover actos gremiales, viajar, meditar. Sacar a relucir la resiliencia. Rescatar la pasión por la profesión.
¿Qué podemos hacer, como sociedad, para mejorar la situación? Confiar. Sí, renovar la confianza entre todos, paciente & médico; administradora & médico; administradora & paciente. Confiar en la adecuada calidad y honorabilidad de los médicos. Confiar en que las administradoras den mejores condiciones de trabajo. Confiar en que el paciente ponga de si mismo en su proceso de curar, sanar. Confiar en que las universidades provean una formación humanista y científica equilibrada.
