Mi inolvidable abuela María decía que agosto era el mes de las culebras. Valluna fututa, sabía que agosto siempre era el mes más caluroso del año y que como no llovía y la temperatura sofocaba, las culebras, acostumbradas a reptar bajo los troncos y la hojarasca y protegerse con el fresco de la lluvia, debían salir a buscar agua .Seguramente tenía razón y aunque sus afirmaciones podían ponerse en duda porque era agüerista y jugadora de cartas, pero no visitaba adivinas, hacía gala de la sapiencia popular aprendida de su madre y nos la enseñaba.
La vida no la dotó de un miligramo de belleza. Era hija de mi bisabuela Hortensia, la más fea de las mujeres que tuvo Tuluá al punto que cuando ví su retrato gigantesco en el antiguo colegio de las franciscanas donde estudié mi primaria, y que ella había apoyado económicamente desde cuando llegaron, apenas si pude preguntarle a la madre Delfina que cómo era posible que yo descendiera de una mujer tan fea, tan malencarada y con mirada tan tenebrosa .Años después, viendo las fotos del álbum de la abuela, detallé de cuerpo entero a la bisabuela y entendí que a más de paturra tenía nalgatorio de repisa y bien podía ponerse encima de sus caderotas una taza de café que no se derramaría.
Debió haber sido una mujer muy jodida, garantizada por la plata de su madre, la dueña del Hotel Tuluá y por el trabajo diario porque era panadera y repostera
Debió haber sido una mujer muy jodida, garantizada por la plata de su madre, la dueña del Hotel Tuluá y por el trabajo diario porque era panadera y repostera. Horrorosa y todo, escogió su primer marido, el ayudante sustituto del ingeniero Cisneros que construía el ferrocarril y gozaba de tal pinta que todavía me quedo admirado viendo el daguerrotipo que le dejó a sus hijos cuando ella lo echó de la casa por andar mariquiando. Se fue a trazar el ferrocarril de Pasto a Tumaco y lo mató en un santiamén el tifo negro en Ricaurte, pero le dejó la posibilidad de conseguirse de nuevo marido un rico solterón que la llenó de todo, menos de culebras, a las que les tenía un pánico que yo me negué a heredar pero que repunta como tara en este mes de agosto, mes de las culebras.