“Al final ser colombiano es cuestión de fe, y yo no estoy dispuesto a abandonar esa fe aún”, me dijo un amigo por estos días discutiendo sobre la triste y desoladora realidad que afrontamos los colombianos hoy en todos los sentidos y que, por lo menos a mí, me tiene hace rato con ganas de salir corriendo, porque no veo por dónde se pueda enderezar esta corruptela y carencia de valores que nos agobia.
Saben que intento siempre escribir temas agradables, traducciones del día a día que nos den algo de aliento, pero ante tanta cosa mi sentido del humor —y de cheveridad si se quiere— se me esconde. Lo busco, le doy vueltas, trato de encontrarlo, pero no se deja. Como dicen los campesinos de mi altiplano: “Se llena de motivos y se va…”
Mirando solo por encima, muy por encima, qué tenemos en el panorama informativo nacional:
- Noticias que evidencian la politización de la Corte Suprema de Justicia y la corrupción que no solo tiene al presidente de la Corte Constitucional pegado con babas a su cargo, pues ha quedado claro que de ahí para abajo —pasando por el magistrado Vargas— todos se quedan callados pero graban por si se destapa un escándalo y entonces salen a relucir las grabaciones protransparencia de los que debieran serlo, pero que muy tristemente están alejados de su juramento y principios éticos.
- Noticias en las que junto a la crisis del petróleo, que tiene a miles de trabajadores desempleados devolviéndose para sus lugares de origen, destacan una cadena de corrupción en la que parecía intocable Ecopetrol. Otra vez la corrupción.
- Noticias del proceso de paz, del que muy acertadamente dice Mauricio Vargas en su más reciente columna: “Por momentos parece que para el presidente Juan Manuel Santos y para amplios sectores de opinión la mesa de La Habana fuese un curalotodo, un elíxir mágico que vaya a arreglar como por encanto todos los problemas. Pero la realidad es tozuda y episodios como el escándalo que envuelve a la Corte Constitucional obligan a poner los pies sobre la tierra”. ¿Ven? Ya no solo me preocupan los sapos que hay que tragarse y la corrupción, sino otros “legados” de la guerra como las bandas criminales que quedarán tras la firma del papel, porque así será y ese es el nuevo enfoque para la ocupación de nuestros policías y soldados; es decir, ¡cambian de frente no más!
- Y las permanentes noticias de la Fiscalía que —como también dijo mi amigo—, “parece usada como arma de persecución política en Colombia”. ¿No? Pregúntenle a Sigifredo López que tiene hoy toda una organización dedicada a sacar de la cárcel o evitárselas a inocentes que, como le sucedió a él, sufren por cuenta del temible cartel de los falsos testigos. ¡Qué horror!
El termómetro de que las cosas andan muy mal en nuestro país lo tienen los noticieros de televisión, cuyo contenido se ha enfocado principalmente en la política y la justicia ligadas a la corrupción, al unísono. Cómo será, que hoy hampones, raponeros, yayitas y matones son los protagonistas de videos de seguridad que han encontrado en los espacios noticiosos su vitrina, como si en nuestro país no existieran historias para destacar de personas de bien que hacen empresa, luchan y batallan por salir adelante y por dejar algo medianamente bueno para sus hijos y para la historia de Colombia.
Bueno, no me quiero deprimir más ni quiero atorarme con esta tusa, porque al paso que vamos nos acostumbraremos a tragar entero. Seguro se me quedaron muchas noticias, pero ya me desahogué y espero no dejarlos aburridos. Es que nuestra realidad es muy, pero muy triste y no parece tener salida.
Lamento decir que yo ya perdí la fe.
¡Hasta el próximo miércoles!
