Agente Zuñiga, un colombiano valiente y ejemplar

Agente Zuñiga, un colombiano valiente y ejemplar

"Desobedecer cuando las órdenes son una clara expresión de injusticia es la única y verdadera alternativa humana"

Por: Pablo Emilio Obando Acosta
junio 10, 2020
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Agente Zuñiga, un colombiano valiente y ejemplar

“Yo sé que me van a trasladar lejos, lo sé, pero es algo injusto lo que están haciendo en este momento. No les van a dar vivienda, no les van a dar reubicación, están abusando de los derechos humanos, estamos en cuarentena”, palabras pronunciadas por un agente de la policía cuando se negó a acatar órdenes superiores que le impelían a desalojar a unas humildes familias en el sector de La Viga, corregimiento de Pance, zona rural de Cali. Acto seguido manifestó a los cuatro vientos «Si quieren, échenme ya», al tiempo que hacia entrega de su arma de dotación a sus superiores.

Por Dios, que aquí hay un hombre, un ser superior en conciencia que nos obliga a dirigir nuestras miradas hacia la verdadera justicia, no la de los hombres si no la de los seres iluminados. La mirada de angustia del agente Zúñiga debió contemplar la escena triste de esas madres abrazando a sus hijos y sus pocos enseres mientras la mano dura de la justicia “hacía justicia”. Niños famélicos contemplaban la escena, hombres armados de palos y garrotes trataban de enfrentarse a la policía y los representantes de la ley y el orden se preparaban para hacer cumplir los dictámenes de una orden judicial.

El agente Zúñiga invoca a su favor que: «Yo me metí a esta profesión es para proteger a los ciudadanos, no para ser agresivo contra ellos». Pocos seres le son fieles a su conciencia por cuanto olvidamos los verdaderos preceptos de la ley y la justicia. Es común observar a la policía agredir a los ciudadanos que no tienen otra opción que invadir un terreno baldío para allí levantar unos cambuches de latas, maderos y plásticos. Las manos del Estado colombiano se levantan contra los suyos, contra los humildes y los enjutos cuerpos de unos compatriotas que ya han perdido hasta la esperanza. Corre sangre, se escuchan detonaciones, se cubre el césped de sangre inocente mientras unos hombres surgidos del pueblo cumplen ciega y ferozmente unas órdenes superiores e innegociables. Golpean sin tregua, ofenden a la madre y empujan a los niños. Es la irrupción de una feroz y agreste tormenta contra una multitud que mira impávida el desplome sus humildes ranchos.

Y los lanzan a la intemperie, a las calles, a una existencia carente de afecto y amor. No se dan contemplaciones mientras es la ley el factor que ampara este tipo de “justicia social”. Nos acostumbramos los colombianos a mirar y contemplar estas escenas, impávidos, mullidos tras una pantalla que nos ofrece este espectáculo como una amenaza sobre todo aquel que se atreva a desacatar el orden establecido.

Pero el agente Zúñiga no es de esos hombres. Ni de esos policías. Es, quizá, el surgir de la nueva conciencia ciudadana, el inicio de una nueva especie que se niega a actuar como bestia en medio de los hombres. No me queda duda que este hombre es el candidato ideal e idóneo para un premio nobel de paz por cuanto rompe con los dogmas y los paradigmas establecidos en Colombia y en buena parte de Latinoamérica. En su actuar y pensar las armas del pueblo no se levantan contra el pueblo, se recuestan sobre la humilde tierra para demostrar y trazar el nuevo camino que debe recorrer la humanidad.

Desobedecer cuando las órdenes son una clara expresión de injusticia es la única y verdadera alternativa humana. Ya nada será igual, de aquí en adelante cada vez que un policía agreda a un humilde colombiano, la voz del agente Zúñiga retumbará entre el casco y la conciencia de su hermano uniformado. Esperamos que no lo trasladen, que no lo destituyan, que no le hagan juicios y mucho menos que lo menosprecien. Este agente es un colombiano de verdad, un ejemplo para la institución policial.

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