Con los recientes acontecimientos nacionales que han generado una serie de alborotos lo suficientemente grandes como para abrir debates en distintos escenarios, tanto sociales como políticos, los medios de comunicación masivos nacionales han expandido y medido en gran parte el nivel de interés que suscita la población, además de conocer inequívocamente la agenda periodística de los mismos.
Que lo sucedido en Francia con el Charlie Hebdo; luego el escándalo por María del Pilar Hurtado y la posibilidad de ventilar posibles manejos ilegales por colegas y allegados a Álvaro Uribe Vélez, caso que hoy se encuentra en proceso adelantado; tras esto, una serie de asesinatos conocidos, porque siempre han habido y seguirán habiendo, contra niños en estado de indefensa obvia, donde los principales perjudicados son los infantes víctimas directas de los paupérrimos manejos socioculturales tanto en nuestra familia como en la funcionalidad del sistema que nos sumergimos.
Tras todo esto, los medios masivos y alternativos nacionales han dado su perspectiva, con sus respectivos análisis cualitativos como cuantitativos, de lo ocurrido en los primeros dos meses del año 2015. El punto es que se dispararon las tendencias en redes sociales ante semejantes noticias, unas más sensacionalistas y oportunistas que otras, pero todas con el fin de dar una observación consolidada y contextualizada al interés general del colombiano.
En principio, el Charlie Hebdo vino dando nuevamente de qué hablar con el asunto de la libertad de expresión, un tema tan ambiguo y esquivo por algunos militantes gubernamentales que merecía, por supuesto, un análisis comparativo frente a las coyunturas de sus entornos. En el caso de Colombia, nos quisimos imaginar, como siempre lo hemos asimilado a según como ocurre en Venezuela, que éramos libres en ese sentido. Por supuesto, el alcance del análisis fue miserable por la falta de veracidad y el cuadro comparativo se medía solo según el resultado dado por los mass media locales.
Tiempo después, se disparó una alarma en el sector social ante la captura de María del Pilar Hurtado, quien podía, y hasta el día de hoy es así, dar una serie de declaraciones lo suficientemente fuertes como para derrumbar parte del discurso del gobierno antecesor. El uribismo, en manos y boca del mismo Álvaro U. Vélez, defiende con un poco de sutileza lo acontecido, y como siempre, trató de cambiar el interés nacional a otras personalidades u otros acontecimientos contextuales, principalmente donde se tuviera que envolver a algún funcionario público que se opusiera a su tendencia política. Las agendas del país, cual ventrílocuo estuviese atrás de todo esto, se acomodaron a la dirección donde el dedo de quien era juzgado indicaba. Todos, hasta ahora y ante el reciente anunciamiento de la Corte Constitucional, estamos a la espera y sin embargo, incompletos ante las posibles consecuencias de este suceso.
Mientras tanto y por otro lado, reabrimos un debate nacional de influencia en aportes distintamente fundamentalistas y naturales si nos basamos de la historia de Colombia en sus manifestaciones culturales. Hablamos específicamente de la adopción de niños por parte de parejas de orientación sexual homosexual. Esto después de un incidente más grande aún por su imagen, pues en Florencia, Caquetá, departamento bombardeado por estigmas tras un historial abusado de vivencias sangrientas, así como un territorio lleno de esperanza y fuerza por lo asumido en todo lo que ha vivido, en un caso muy particular tal vez por la historia que hay detrás, donde aún existen dudas de su concordancia, 4 niños mueren en un aparatoso episodio más del día a día nacional.
Esta vez, y sin medir consecuencias, los medios mandaron a sus respectivos corresponsales para cubrir la noticia y satisfacer la sed de resultados por parte del país entero. A pesar de ello, no hubo cabida para un estudio serio donde se detallara con precisión, por ejemplo, la cantidad de niños que mueren de hambre al día, y así ubicar una estrategia con el fin de amortiguar esta clase de eventos donde no solo el conflicto vigente es participe, sino también las ocurrencias de carácter social y económico donde el Estado es principal garante de función para el bienestar nacional. Así con el fin de evitar seguir mandando presencia estatal con fuerza pública, como pasa en Corinto, Cauca, que a la fecha registra enfrentamientos entre indígenas y Esmad por falta de cumplimiento por los acuerdos establecidos anteriormente.
Sin embargo, no se trata de solventar el problema de la agenda periodística llenándola solo de temas sobre política y economía. Violencia y conflicto armado. Hay asuntos que nos involucran a todos. El medio ambiente en su sentido más estricto de la palabra, por ejemplo, es otro tema olvidado y causante de la invisibilización de ciertos conocimientos necesarios, por supuesto, para la estabilidad social. Cada vez los escenarios de choque, porque así resultan ante todo por la indiferencia nuestra, son cambiantes. Entre tanto, no sabemos sino de esos aconteceres solo cuando hay las mal llamadas “catástrofes climáticas”, o fenómenos naturales, o cuando se dan enfrentamientos y heridos o muertos entre manifestantes opositores a determinada intervención a la naturaleza y la fuerza pública.
La agenda periodística nacional seguirá moviéndose todos los días, así el conflicto armado Estado-Farc y ELN pueda concluir pronto, pues si no existen manejos lo suficientemente acordes a las necesidades de formación e información que requiere el país, nunca lograremos convivir con las diferencias sociales y tampoco sabremos reconocer los niveles y las consecuencias de la desigualdad sistemática que enfrenta el país. Es claro que seguimos esperando una agenda periodística, como ya varios medios están ejerciendo pero desconocemos su función, que nos ayude más a conocer para solucionar la situación que a defender ciertos intereses y seamos participe de masas en ello.
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