La economía del departamento no florece desde Cúcuta como sucedió a fines del pasado siglo, florece desde el Catatumbo con los cultivos ilícitos y las cocinas instaladas en medio de selvas vírgenes para mantener una oferta a un mercado que nadie reprime.
Según los organismos internacionales, ONU y seguridad americana, la producción alcanza las 600 toneladas anuales, que puestas en 70 % fuera del país captan más de 13.000 millones de dólares; en otros términos, 13 billones de moneda americana para subvertir una economía anémica diseñada para otra época y sin interés en respaldar, promover o incluir esos nuevos emprendedores que cada día adivinan cómo conseguir pan para los suyos.
Sin embargo, cabe mencionar que si incluimos este flujo en los análisis podemos encontrar los medios con los cuales el alto impacto social del desempleo, la informalidad callejera, la pobreza y la marginalidad del 60 % —índice parecido en Arauca y Nariño, pero en Vichada, Chocó y la Guajira, también cultivos y corredores de ilícitos, con recaudos millonarios similares combinados— aunados retardan que se termine en un caos en ciudades y más violencias.
Esto detiene la revolución y el gobierno lo sabe y su mediocre dirigencia se desentiende con medidas de baja incidencia, porque al fin y al cabo mucho le toca de esta irrigación monetaria.
El valor de estas siembras y procesos viene de capitales internos y del exterior disfrazados de consorcios e inversionistas o simplemente clandestinamente.
Estos flujos irrigados en cosechadores, raspachines, laboratoristas, proveedores, mensajeros, corredores, distribuidores, bodegueros, cobradores y asesinos gendarmes, y el comercio alrededor dibujan cómo se venden en planos montones de viviendas y cómo crecen más los conglomerados suburbanos, sin problemas de precios y sin controles de la ley, además de la carencia de una planeación sostenible.
Si consideramos ingresada a la zona solo la quinta parte, el saldo sobrepasa los 2500 millones de dólares, que en pesos son más de 7 billones. Entonces es por este canal que el status quo se mantiene no por el “ejercicio de la democracia y los alcances del avance nacional”. Situación parecida sufren las demás regiones de frontera, como parias colgadas de un subdesarrollo improvisado y colateral al delito. Y en la campaña actual un tema tangencial sin la coherente trascendencia porque las fronteras son más del 42% del territorio Nacional.
Los consumos diarios urbanos y rurales exceden los 13 millones de dólares apalancados por las compras de venezolanos y antillanos en Cúcuta, Villa Rosario y Puerto Santander, y sin registros ciertos de montos en contrabandos hacia y desde Venezuela. Cúcuta es un distrito financiero que en medio de crisis ve surgir hoteles de cadenas internacionales y concesionarias de autos de alta gama.
No obstante, estos aprendices de nuevos ricos jamás aportan a la infraestructura productiva legal en industrias o agroindustrias nuevas y altamente rentables en mercados internos y externos, se quedan en “disfrute” paranoico de esa frugalidad efímera que generalmente derrochan como en casi todas las bonanzas manejadas sin preparación o de improviso. El régimen, al permitirlas sin asimilarlas, desconoce los movimientos productivos y sociales que pueden desencadenar nuevas economías y métodos de buena vida. Las califican de marginada y pobres para no implementar su conexión con el resto del país y la economía nacional y tampoco las socializan para que maduren en su interacción y progreso.
En el fondo hay miedo de que este país subterráneo los desborde y les quite privilegios y hasta el poder, por eso el pánico desatado en casos como la firma de la paz con las Farc-Ep y el plebiscito. Tanta ceguera, negligencia y corrupción consciente los intimida y enajena a no actuar causando infinidad de retrasos y problemas. La carga de culpa y la detención histórica del poder con manipulación de las minorías que eligen los engaña, porque las corrientes crecen y algunos de ellos están formando juventud que en un momento histórico se lanzará a capturar ese país que sueñan.
En Norte de Santander la gente sale a trabajar antes de las 5:00 de la mañana, unos a cultivar, otros a ordeñar, enseñar, contrabandear en el límite de frontera y de los riesgos, organizar la chaza en una calle o el carrito de tintos y pan, al hospital de enfermera o de médico, al socavón improvisado en la oscura mina sin salud y sin visión, a agitar un trapo saludando las filas de camiones ingresando con una carga, millones de toneladas al año, y otros a raspar hojas o a traficar. Esa es su cruda realidad y cada uno está conforme de manera ingenua e involuntaria, porque tiene un pan para vivir mientras centenares en la incertidumbre corren errantes de tugurios a sendas de concreto a verter sus pocas fuerzas y su escaso conocimiento con distinta suerte, con el sol a cuestas, a más de 30°C y 4 vientos de distintas direcciones azotando. Unos chorros de dinero que mueven el silencio. Corrientes crecidas con las filas interminables de la diáspora venezolana triste y cabizbaja.
El departamento tiene el 7 % en poblados urbanos, 93 %, 23.000 hectáreas. 1.290.000 hectáreas, en zonas rurales, según la Encuesta Nacional Agropecuaria, de las cuales, 369.000 son pecuarias, dedicadas a los animales, 808.000 a bosques, y 112.000 a agricultura, con 56.000 unidades productivas.
Los principales productos agrícolas son cebolla bulbo, yuca, papa, maíz, fríjol, arveja, tomate, cebolla rama, son sus cultivos transitorios, y sus cultivos permanentes café, el principal con 19.000 hectáreas, cacao (7000), plátano, caña, banano, naranja, duraznos, fresas, papaya, mango y otros frutales.
La población del departamento es de 1.400.000 habitantes. El 40 % vive en pobreza relativa y en pobreza crítica el 20 %. El 3 % corresponde a empresarios y élites tradicionales. El 27 %, a trabajadores no calificados. Profesionales y técnicos, están en el 10 % y el 70 % es de trabajo informal. El 17 % de la población está desempleado. El 7 % en la vida rural.
La población flotante es de 90.000 ps/día, para 2,7 millones en el mes. Del 93 % de población urbana, el 59 % es menor de 40 años, el 52 % es de mujeres. Cuadros interesantes que deberán revisar los ganadores si quieren modificar esta situación lánguida y desafortunada.
Norte de Santander tiene 40 municipios que ocupan en 5,3 % del territorio nacional. Participa en el 1,5 % del PIB nacional. El analfabetismo craso es del 9 % y el analfabetismo funcional, del 28 %. Un pueblo ingenuo y manejable. Los niños menores de 17 años son 450.000 y de esos solo estudian 320.000 pero menos del 50% culmina la secundaria. Validan 162.000 de 16 a 24 años.
La cobertura en la educación metropolitana alcanza el 70 %, mientras en otros poblados es del 38 %.
La deserción escolar es en promedio del 25 % para primaria y secundaria. Del total egresado escolar, menos del 20 % ingresa a la universidad. La prioridad de gasto en los colegios está en uniformes, dotaciones de bandas y deportivos, no en bibliotecas, laboratorios, salas de lecturas, o escenarios artísticos.
Las universidades son centros de memoria con ninguna o pobres en tecnologías. Algunas aprovechan el profesional venezolano a menos costo para cubrir nóminas a desdén de objetivos sociales, académicos, prestigio y logros académicos o de alto impacto evolutivo. Será necesario integrar las periferias y en ellas las fronteras, gigantes salas de recibo, ventas y producciones dejadas a su suerte por siglos o los talentos terminaran por pedir segregación e independencia para formar nuevas repúblicas. Nariño, Putumayo y Guajira asemejan problemáticas.