José Fernando, su hijo, tenía 3 años cuando el médico Ignacio González le dio la peor noticia de su vida: Luis Fernando, no volvería a caminar, ni siquiera podría volver a respirar solo. El 22 de diciembre del 2004 la vida se le partió. Luis Fernando Montoya, su esposo, había tenido un año espectacular. Contra todo pronóstico había conseguido el milagro de convertir al Once Caldas, un equipo sin mucha tradición, campeón de la Copa Libertadores. La final se la había ganado al Boca Juniors. El 7 de diciembre estuvo a punto de lograr lo que ningún club colombiano había conseguido: levantar la Copa Mundial de Clubes. Ese maldito penal de Johnatan Fabro lo evitó.
El abanico de posibilidades era amplio. Clubes de Europa lo llamaban con sueldos prmisiorios Luis Fernando incluso sopesaba la posibilidad de ser técnico de la Selección Colombia. Pero todo cambió.
Adriana salió con una de sus cuñadas al centro de Medellín ese 22 de diciembre. Estaban viviendo en una casa semicampestre de Caldas, un pueblo a media hora de la capital de la montaña donde ambos nacieron. La idea era comprarle los regalos a toda la familia. Llegaron después del mediodía, la puerta de la casa estaba semiabierta. Luis Fernando jugaba con su hijo cuando dos hombres aparecieron en una moto. Le apuntaron con una pistola a Adriana. Luis Fernando se interpuso “Si quieren plata yo les doy” y se llevó la mano al bolsillo pero ellos creían que iba a buscar un arma, el atracador se asustó y disparó.
Era 1993 y Adriana Herrera trabajaba en Granahorrar, en la sede que quedaba en la plaza central de Caldas. Una amiga en común los presentó. Luis Fernando en esa época era entrenador de las divisiones inferiores de Nacional y se interesó inmediatamente por ella. Un romance rápido. Dos cines, unos helados, unas cuantas cervezas. Y una declaración muy original: “No voy abrir una cuenta en Granahorrar, vamos a abrir los dos una cuenta del amor y la vamos a poner a producir”.
Se casaron en 1998, cuatro años después Luis Fernando conseguía su primer titulo profesional con el Once Caldas, en el 2004 era Campeón de América. Pero todo se esfumó el 22 de diciembre.
Lo llevaron ya inconsciente al Hospital de Caldas. Le salvaron la vida pero le dieron otra. Sus fans, Colombia siguió en vilo su recuperación. Y Adriana allí. En vigilia dia y noche, siguiendo cada avance, por milimétrico que sea, que celebra al lado de su hijo José Fernando.
José Fernando con su grado de bachiller
La acompañan tres fisioterapeutas, una empleada, Elisa Gómez y un sicólogo. Siempre buscando las últimas ayudas para recuperar algo de movilidad. Las cuentas las pagan entidades como la Personería de Bogotá, Coldeportes, Bancolombia, Comfenalco y el SENA mientras ella se ocupa de no desfallecer, de mantener el espíritu, de disfrutar cada segundo de vida.
Son 16 años cuidándolo, al lado suyo. Enfrentada a momentos como el que viven en este momento: fue internado desde la noche del lunes 15 de junio en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica de las Américas de Medellín víctima de una infección urinaria y de complicaciones respiratorias producto de su estado. La guerrera no se doblega.
