Como para algo han de servir las encuestas de opinión, tan desprestigiadas y a veces tan precisas, vale la pena analizar algunos de los datos que ofrece la denominada Pulso País, de Datexco, realizada del 20 al 29 de enero. Dos cosas notorias y probablemente correspondientes. El repunte de la imagen favorable de Gustavo Petro y el derrumbe de la favorabilidad del gobierno y de Álvaro Uribe, que viene a ser la misma cosa.
Para empezar por el expresidente, hay que decir que desde principios de 2018 su imagen favorable ha venido siendo inferior a la desfavorable, pero alcanza ahora su punto más bajo: solo el 30 % de las personas encuestadas. Y cosa parecida pasa con el presidente Iván Duque; desde noviembre de 2018 su imagen desfavorable ha sido superior a la favorable. Coincidencialmente, solo el 30 % de los encuestados lo aprueban y tienen una imagen favorable de su gobierno. La calificación de la gestión de la vicepresidenta es de 2,5 sobre cinco, la más baja desde diciembre de 2018.
La imagen de Gustavo Petro en cambio oscila como una montaña rusa. Para mayo de 2019 era igual la positiva y la negativa. Luego desciende la primera. Vuelven a ser iguales en junio de 2020, en plena pandemia. Hoy su imagen positiva es de 49%, las más alta que ha tenido desde 2014. Es decir, que la pandemia con todo y sus terribles consecuencias, ha perjudicado al gobierno y favorecido a la oposición política, que es una conclusión a la que podría haberse llegado sin la encuesta, pues es sabido que no hay gobierno que sobreviva a una debacle económica y social. Petro ha ejercido la oposición de una manera implacable, solo comparable a la que el Centro Democrático ejerció sobre el gobierno Santos, con tan excelente resultados. Esos réditos políticos se siguen produciendo.
De otro lado, desde octubre de 2018 a hoy, la imagen favorable de Sergio Fajardo ha venido descendiendo, de 73% a 51%. Sin embargo, solo ha descendido 4 % durante la pandemia, que no parece haberlo afectado, por fuera como está del debate parlamentario y sigue siendo la más alta entre los candidatos elegibles. Ese 51% es un empate técnico en favorabilidad con Gustavo Petro, lo cual es un poderoso llamado de atención al confuso proceso de conformación de una coalición de centro izquierda, que se enfrentaría con su multiplicidad de candidatos al sólido bloque caudillista que encarna Petro.
Más comprometido que cualquier otra cosa es la continuidad del Centro Democrático en la Presidencia. Recibe le herencia del gobierno Duque y no tiene un candidato elegible. Además, quienes suenan en otras orillas políticas de una coalición de derecha como Alejandro Char y Federico Gutiérrez son poco conocidos y con imágenes desfavorables muy grandes, particularmente en el caso de Alejandro Char cuya imagen positiva es solo del 28%.
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Quienes suenan en otras orillas políticas de una coalición de derecha como Alejandro Char y Federico Gutiérrez son poco conocidos y con imágenes desfavorables muy grandes
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Lo que marca la actualidad política son las eventuales coaliciones. Petro solo necesita de algún personaje que se lance a competir con él en la consulta de marzo de 2022, para no quedarse por fuera de ese evento. Pero no hay nadie que le pueda sumar siquiera una fracción del enorme caudal electoral que ya tiene. Y las posibilidades de una sola coalición del centro y la izquierda son poco menos que ninguna. Sería juntar el agua con el aceite. Uribe está recogiendo los pedazos dispersos de la política regional, que en conjunto son una formidable maquinaria política, la cual tiende a funcionar mejor en las elecciones parlamentarias que en las presidenciales.
Y el centro izquierda está embolatado en un debate prolongado y un tanto bizantino. Hay demasiada gente sentada en esa mesa y esperan más. Deberían depurar el proceso de las candidaturas a la consulta interpartidista por partes. En el partido Verde hay más caciques que indios. Ese partido de tamaño medio (1,3 millones de votos en 2018, cuyos grandes electores Antanas Mockus y Claudia López no estarán en el debate) debería acordar un candidato único, mucho antes de la consulta de marzo de 2022, con facultades para hacer una alianza con Sergio Fajardo (4,6 millones de votos en 2018), muchos más que el exiguo caudal de los actuales precandidatos verdes. Fajardo tan verde como ellos. Cabría allí también, como en el pasado, Jorge Robledo (230.000 votos en 2018)
A la coalición de centro izquierda deberían ir el candidato de esa alianza con al menos otros dos que salgan de otras mesas de diálogo: fuerzas del antiguo partido liberal, los Liberales Social Demócratas, que hoy trata de aunar Roy Barreras (¿Alejandro Gaviria, candidato?); y Juan Manuel Galán y sus aliados, que aportan votos de opinión y el recuerdo de su padre (1.022.000 votos galanistas en 2019). Más de tres son multitud, que solo dispersa esfuerzos y confunde al electorado. Con más veras cuando de tan extensa lista de precandidatos ilustres puede salir excelentes listas para el Senado. Si no se mueven pronto y rápido por ese camino, adivinen ¿quién va a ser el próximo presidente de la República?