Se inauguró el pasado 4 de noviembre la exposición In Memoriam 2003-2014, que estará abierta hasta el 15 de enero de 2015, donde el Museo de Arte Moderno de Bogotá rinde homenaje a sus artistas muertos en el periodo de estos diez años con los cuadros de la colección permanente. Juan Antonio Roda, Eduardo Ramírez Villamizar, María Elena Bernal, Enrique Grau, Fernell Franco, Bernardo Salcedo, Gustavo Zalamea, Adolfo Bernal, Hernán Díaz, Omar Rayo, Sara Modiano, Rosa Sanín, Lucy Tejada, Norman Mejía, Edgar Negret, Armando Villegas, Manolo Vellojín, Ana Mercedes Hoyos, Manuel Hernández y Luis Paz.
No todos buenos artistas. Las estrellas de la modernidad escultórica estaban bien representados Ramírez Villamizar y Edgar Negret quienes bebieron de la geometría americana precolombina para organizar estructuras geométricas de gran magnitud. Cada uno, a su manera fue buscando un lenguaje universal. Ramírez trabajó rigurosas esculturas de líneas muy rectas en hierro, en tanto que Negret manejó el aluminio pintado mientras evocaba unas formas que, como lo hizo el rumano Brancusi, en su repetición podía llevar la forma al infinito en sus nudos, sus círculos, sus soles o lunas.
Bernardo Salcedo, uno de los primeros artistas conceptuales, tiene en la exposición tres obras no muy representativas de su trabajo pero de igual forma y, como en todo él, la ironía en el manejo de su mundo de objetos y la conducción de los materiales fue siempre excepcional que lo hace único en la historia moderna.
Hernán Díaz fue el maravilloso fotógrafo que nos dejó un legado de los retratos donde captaba rostros, gestos, personalidades de la sociedad mientras que, Fernell Franco fue un fotógrafo que registró la calle con su miseria y humana dignidad.
Gustavo Zalamea está representado con una obra temprana donde la vida de su pintura oscilaba entre la protesta política y la búsqueda de un paisaje interior en enormes frutas. Importaba en esa época la impronta de unas plantillas que le otorgan a la superficie de los trabajos una extraña experiencia táctil y los colores oscuros manejaron sus historias de la época.
De Ana Mercedes Hoyos como siempre hay demasiado. Unos buenos cuadros del principio de su carrera donde las ventanas cuadradas o verticales buscaban una mirada urbana del cielo, pero también hay obras enormes de su época donde calcaba en oro el perfil de un niño negro y pobre. Por suerte no hubo pinturas de palenqueras ni moños de sus delantales que repitió hasta el cansancio. También se encuentra en la muestra un enorme grabado que es una fiel copia de la naturaleza muerta del gran pintor italiano Caravaggio y que la artista, casi desfachatadamente la realizó hasta en la portada del directorio telefónico de Bogotá.
Armando Villegas está bien representado con su primera época abstracta porque los horribles caballeros de armadura siempre se quedaron y se vendieron mientras combinaba sus fiestas con ventas en su taller. Pocas exposiciones hizo el peruano colombiano.
En frente a las bellas obras de Manuel Hernández se realizó el recital de música sacra. Todo parecía encajar con su obra tranquila y bella de óvalos, rectángulos y diagonales. Formas con los que creaba signos inmortales de una geometría poética.