Antonio “Toño” Fuentes era un rumbero infatigable. Prendía los Piel Roja con lo que le quedaba del que se estaba fumando. Le gustaban las mujeres y el ron. Se fue a Nueva York en 1929 dizque a estudiar química, pero qué va, la formalidad de la Universidad no era para él. En 1932, después de despilfarrar una pequeña fortuna en los barrios bohemios de la Gran Manzana, regresó a Cartagena, su tierra, en donde sus papás lo esperaban con el anhelo de que tomara las riendas del negocio familiar, los Laboratorios Farmacéuticos Fuentes. Pero Toño tenía otros planes. En Nueva York había escuchado jazz en los antros de mala muerte del Greenwich Village y tenía esa música profana en la cabeza, una música que se parecía demasiado al sabor Caribe con el que se había criado.
Nunca se supo como convenció a sus viejos que le dejaran poner en el último piso de la oficina donde funcionaba el negocio familiar, la oficina de su proyecto de disquera, la Emisora Fuentes. El caso es que levantó escozor. La alambicada sociedad cartagenera consideraba de mal gusto esa música guapachosa que invitaba al baile y a la contemplación de una puesta de sol mirando al mar. El punto es que allí empezó a sonar la música de Esther Forero y los primeros trabajos de Lucho Bermúdez. Era un éxito popular que se tradujo rápidamente en plata. Toño, el rumbero, la oveja de la familia, había potenciado la fortuna de los Fuentes. En 1934 se crea la casa disquera Fuentes y, veinte años después, la trasladan a Medellín. Una idea brillante de Toño Fuentes los potenciaría aún más.
Era 1961 y la idea era hacer un compilado con los 14 mejores temas del año. Como un epifanía aparecieron en su mente los cañones que lucen las murallas de Cartagena y de ahí sacó el nombre: Los 14 Cañonazos bailables. No fue una tarea fácil. En esa época a un acetato le cabían, como mucho, diez temas. A punta de pericia técnica, de imaginación, pudieron meter los 14 tracks.
El primer volumen no traía en la portada a una atractiva joven en bikini sino un cañón de las murallas cartageneras. Esos éxitos de 1961 eran porros, gaitas y cumbias como las inmortales La cinta verde de los Teen Agers, con Gustavo el Loko Quintero a la cabeza y el Pájaro Picón de La Sonora Cordobesa. Se tuvo que esperar hasta 1966 cuando el aviador Hugo Molina quien fotografió a la modelo Anabel Jaimes rodeada de cañones liliputienses apuntándola.
Solo entre 1977 y 1990 las modelos no eran nacionales sino norteamericanas. En 1985 murió Don Antonio Fuentes heredando la empresa a sus hijos quienes la manejaron con buen pulso durante años hasta que el auge del internet acabó seriamente con el auge del disco. Implementaron DVD’S, Cd’s, incursionaron en Spotify pero nada evitó el final. Este será el último año en donde salga un álbum en físico de lo mejor del año. En los 90 14 Cañonazos llegó a vender más de 180 mil unidades una cifra que nunca llegó a repetirse. A partir del 2019 los 14 cañonazos saldrán en una USB de 8 gigas en donde discos Fuentes podrá meter dos álbumes más, Los 14 machetazos de parranda y Mano a mano de novela. Sea como sea la idea de don Toño Fuentes, la de la muchacha en la portada del disco, está a punto de desaparecer.
