Aunque muy diferente a la aventura vivida por Frederic Henry y Catherine Barkley, personajes de la aclamada obra de Ernest Hemingway que lleva el mismo titulo de esta entrada, desde hace un par de días miles de hombres y mujeres de las FARC viven también su propia epopeya larga y difícil para decirle igualmente adiós a las armas.
Estamos siendo testigos de un hecho histórico y posiblemente el más esperado de este proceso de paz, la dejación de armas. En grandes contenedores están entrando esos fusiles que dejarán de ser un culto a la muerte para convertirse en monumentos en honor a la paz y la vida, pero ¿qué mejor culto a estas que su silencio eterno y definitivo? Estas armas dejarán de generar ríos de sangre y lagrimas para colmar con su presencia las plazas y calles en donde quedarán ubicados los monumentos que se hagan con estas.
Las armas fueron para estas personas su eterna compañía, esa que les salvó la vida o con la que se la arrebataron a otro en más de una ocasión, y que por fortuna hoy dejarán de disparar para demostrar que la paz es posible.
Hoy no queda más que seguir respaldando este proceso con más vehemencia y fuerza. Hoy somos testigos de un hecho que lleva este país esperando por décadas, y que actualmente está ocurriendo en esos puntos alejados en donde la ley del fusil reinaba. Hoy podemos decirle adiós a las armas, pero esta vez, y muy a diferencia del libro, esperamos que tenga un final feliz.