La noticia de la muerte de Edgar López Garzón generó múltiples pronunciamientos y verdadero sentimiento de pesar en los círculos académicos de juristas del derecho disciplinario.
Este extraordinario abogado oriundo de La Unión (Nariño) se había convertido en invitado imprescindible en los congresos nacionales de la especialidad. Autor de 19 títulos, sabía cómo abordar el conocimiento de esta disciplina desde el campo pedagógico, metodológico y pragmático, logrando agotar ediciones, pues abordaba la casuistica con un lenguaje comprensible y sus minutas eran de diaria consulta y aplicación en los despachos públicos, especialmente de la Procuraduría (donde laboró durante 26 años) y en las oficinas de Control Interno Disciplinario desperdigadas a lo largo y ancho del país.
Se había desempeñado como: abogado asesor del Despacho del Procurador General; coordinador de Procuradurías en lo nacional; procurador regional de Cúcuta, Cali y Montería; procurador departamental en Boyacá y Antioquia; procurador agrario para el Huila y Caquetá, y garante de la Comisión de Paz de Yarumales en Corinto con el M-19.
Sus conferencias registraban asistencias masivas y los reconocimientos provenían de diferentes entidades del Estado que miraban en él a un constructor del orden y la transparencia.
Es paradójico que mientras era conocido y llamado a los más selectos auditorios, en su pueblo natal era un perfecto desconocido, hasta que el alcalde Álvaro Arévalo decidió combatir esa injusticia y le hizo un merecido homenaje en el salón de actos del Colegio Juanambú que fue insuficiente para albergar a quienes querían escuchar de viva voz a este pregonero del respeto de las normas del Estado de derecho. Era uno de los gladiadores de la legalidad y eso le valió el calificativo bien ganado de ser el procurador incorruptible.
Sus exequias se realizaron en Bogotá en la Funeraria Gaviria. Y sus cenizas, en poder de sus hijos Paola y Andrés, serán esparcidas el tercer día del equinoccio de verano desde el cerro de la Jacoba, cuando el viento sople desde el sur, en dirección al pueblo que tanto quiso, a la hora en que comienzan a fluir desde el exiguo bosque las fragantes nostalgias del recuerdo.