Adiós al General Sandúa, príncipe de la paz en Colombia

Adiós al General Sandúa, príncipe de la paz en Colombia

In memoriam de Aníbal Muñoz Valencia quien, por años y con mucho encanto, acompañó a los bogotanos y turistas en el centro de la capital colombiana, en donde vivía

Por: César Augusto Patiño Trujillo
junio 08, 2020
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Adiós al General Sandúa, príncipe de la paz en Colombia
Foto: Vía Twitter

Le llamaban General Sandúa. Un anciano de 92 años, personaje típico de la Bogotá actual, aunque nacido en Pácora, Caldas por allá en el ya lejano año de 1927. Víctima del Covid-19, murió este 6 de junio en el hospital El Tunal después de 29 días de internado el poeta de la calle y el sabio orador de discursos políticos llenos de justicia social y de paz. Su nombre de pila era Aníbal Muñoz Valencia. El más respetado de los habitantes de calle de la capital. Le conocí, aunque apenas traté una vez con él en una campaña presidencial en favor de Gustavo Petro . Era un hombre alegre, festivo, apasionado. La ciudadanía le quería y aceptaba, había un respeto especial hacia este digno y sabio callejero.

Vivió sus últimos veinte meses en un centro para ancianos. Vida digna se le puede llamar a este último tramo de su vida. A su edad, se le reconocía su sabiduría porque era un hombre que intimaba con la reflexión, era generoso en el uso de la palabra, ofrecía el poema simple y delicado con su voz cansada, sin duda alguna su oratoria la hubiese envidiado cualquier profesional de la palabra; sus historias eran apasionantes y creíbles, era luz en medio de la oscuridad que absorbe a  esta ciudad, una luz que iba dejando en todos aquellos que, alguna vez, al menos una, le escuchamos; fue así, como un día cualquiera, le encontré en el Parque Santander de la capital hablando de la dignidad del habitante de calle, lanzando críticas a los políticos y burlándose de la siempre malsana hipocresía de esta sociedad ciega y desperdigada, relajada en valores y en posturas éticas que pudieran salvar el corazón de la patria y su dignidad. Durante treinta años alumbró con su saber esas calles llenas de ignorancia complaciente, llena de individuos vacíos y superficiales. Bogotá, quien vive de la nostalgia de haber sido proclamada como la Atenas Sudamericana es, apenas hoy un pasado lleno de dignidad, pero, que no logra tapar su actual estado de deterioro moral.

El formidable abuelo era un hombre pequeño en su humanidad, de tez blanca, ojos azules y de contextura delgada. En Pácora vivió con su tía Julia, y era su madre quien le visitaba. Con pocos estudios, se va a vivir a la ciudad de Montería. No caló allí, tal vez, por su cultura andina, la ciudad costeña no era de sus agrados. Ocurre con el costeño frente a la capital, por ejemplo, que la ve mal por ser una ciudad fría y culturalmente lejana a la idiosincrasia caribe. Es entendible.

Mesero de joven, logró trabajar en Medellín, Cali, Manizales, Bogotá. Se dio el lujo de ocuparse en hoteles de gran calado. Fue su poco apego a Montería donde Valencia se inició en el placer de andar por el país. Ello le convirtió con el tiempo en habitante de calle, aunque, realmente, se da de manera menos romántica. En Fontibón estuvo como mesero y su jefe inmediato entró en quiebra. Al no poder conseguir fácilmente trabajo, el hombre tuvo que dormir por vez primera en las calles frías (en todo el sentido de la palabra) de la capital.

Petrista hasta la médula. Veía en el político progresista un defensor de los más pobres. Recuerda mi testa que el abuelo gritaba con gran pasión: “¡Petro presidente!, ¡Petro sí!, menos Juan Manuel mentira!”.  El diario El Tiempo nos cuenta que: “A partir de ese momento, el general Sandúa se dedicó a hablar mal de cualquiera que fuera en contra de su político favorito. ‘El padrecito que me ayuda sabe y le decía a la gente que no me hablaran mal de él. Cuando en la Alcaldía lo querían sacar, yo desfilé por la carrera 7.ª”. Gritaba: “¡Ignorantes! ¿Por qué queréis sacar al doctor Petro? ¿Porque se mete a las oficinas a sacar los ladrones de corbata y corbatín? ¡Viva el doctor Petro!’”[1]

Nadie podrá negar que el habitante de calle en Bogotá fue beneficiado por el burgomaestre progresista en el muy intermitente cuatrienio 2012-2015 a pesar de críticas y ataques de la rancia y violenta oligarquía bogotana. ¿cómo no apoyar a aquel hombre que le había dado la mano a los excluidos, apartados y borrados de la sociedad “pulcra” de la capital? Nuestro Diógenes lanza dardos a la casta política corrupta y aplaude a quien les muestra el corazón a los más desamparados de la sociedad.

El respetado General Sandúa tenía un bastón de mando. Era su símbolo más preciado, aunque era un ser humano vestido de gran cantidad de simbolismos haciendo de él uno en su máxima expresión. Un hombre que simbolizaba la pasión y la palabra, orientada siempre hacia la defensa de las luchas por lo justo, como cuando los grupos étnicos colombianos llegaron a Bogotá a exigir sus derechos. El anciano se inmiscuyó en esa lucha que haciéndola suya la tomaba y defendía con todas sus fuerzas. Él sabía qué era lo apropiado, hacia dónde apuntaba la lucha por la humanidad, y esa lucha de sus hermanos indígenas era suya propia: “Ellos venían a pedirle al Presidente semillitas para sembrar. Yo me metí a ayudarlos y a gritar: ¡Los señores indígenas llegaron aquí primero que los españoles!, ¡merecen admiración, respeto y ayuda!”[2]

Dicho apoyo dejó en sus manos un bastón de mando adornado con cintas multicolor obsequiado por sus hermanos indígenas al buen General. Dicho bastón era su tesoro más preciado, pues, estaba cargado de gran valor y sacrificio.  Al anciano sabio, a nuestro Diógenes de la Atenas Sudamericana, lo han querido de manera especial los estudiantes universitarios. Se han convertido, al menos momentáneamente en su Sócrates. Le escuchaban, le ayudaban con algún dinero entregado con total desprendimiento, pues, ya sabrán ustedes que no son los estudiantes los que más dinero cargan en sus bolsillos. Ese desprendimiento lleno de admiración y amor hacia el carismático hombre era, realmente, la manera más pura y sencilla de agradecer al hombre sabio y con toda autoridad moral para enseñar. El General Sandúa fue el Gran Maestro de las calles. Un maestro de la universidad de la vida, en la que realmente se aprende.

Apreciado por los capitalinos, nuestro pacifista sabio siempre fue en contravía a lo establecido. Reunió la fortaleza que la gran mayoría de nosotros no ha tenido para plantar con autoridad un discurso coherente y vestido de dignidad. Fray Gabriel, sacerdote que estuvo siempre a su lado, además de ser un defensor del habitante de calle dio estas palabras sentidas para analizar al buen General Sandúa: “‘es símbolo de las expresiones callejeras de la ciudad y que su despedida fue como nadie imaginó. ‘Él murió solo, en su cama, sin la compañía de los seres que lo amamos. Él es la voz de miles de seres humanos que viven en la soledad, la tristeza y el olvido de las calles. No era un habitante de calle cualquiera, era un habitante de calle que decidió optar por las calles y cuando eso pasa hay que respetarlo porque las calles se convierten en espacios que dan libertad’”[3]

Al diario El Tiempo le intimó el buen Diógenes pacoreño que no temía a la muerte. Cito: “A sus 91 años dice que ya se siente cansado. Solo quiere asegurarse de que ese día lo acompañe el padrecito que tanto lo ayudó, que este le ponga un vestido de San Francisco y el crucifijo bendecido que le dio de regalo en el pecho y que lo recuerden con una frase célebre que escuchó alguna vez y que nunca se le borró del disco duro de su memoria: ‘Vale mucho más una persona que intenta algo aun cuando no lo consiga que la persona que no intenta nada”[4]

Si bien el buen General Sandúa se convirtió en un personaje típico bogotano, da tirria que un diario como La Patria de Manizales, apenas hubiese dedicado unos pocos y superficiales renglones a un hijo emérito del departamento. Reconocer el papel de nuestros hombres y mujeres en esa diversa forma de manifestar y enseñar valores es un deber de los medios. Poco respetuoso terminó siendo el casi imperceptible espacio noticioso cuando se atreve a decir sobre el viejo sabio que: “Muñoz Valencia iluminaba las calles de Bogotá con sus ocurrencias”[5] como si sus frases llenas de sabiduría y decoro pudiesen ser calificadas de esa manera, ¿dirían lo mismo de un reconocido azuceno bien vestido y emperifollado?

El periódico manizaleño está en mora de desarrollar una historia digna de reconocimiento y en la capital, muy seguramente, un busto en la Séptima sería una manera de honrar su nombre, aunque en la décima haya un descolorido mural en su honor. Finalmente, en otro medio, se recordó otra gran frase del General Sandúa: “'Yo me parezco a Bolívar en 3 cosas: en mi vestido, en mi cuerpo pequeño y en mi gran corazón para amar a Colombia’, dijo Muñoz en un video publicado por el canal bogotano [Canal Capital], donde él mismo dijo que se ‘auto promocionaba’ como el ‘Ángel de la paz’”[6]

Esperemos que Pácora realce el papel de su Sabio hijo ilustre con un homenaje más que merecido. Es lo menos que podría hacer para grandeza del lugar sagrado que le vió nacer. Yo, como caldense me siento muy orgulloso de ser su paisano, un orgullo que se cargará siempre con gran admiración a su nombre y su saber.

[1] Tomado de El Tiempo. 7 de junio de 2020. Con covid-19 murió el ‘general’ más querido en el centro de Bogotá

[2] Ibidem.

[3] Tomado de El Espectador. Bogotá, 7 de junio de 2020. Así recuerdan sus amigos al ‘General Sandúa’, legendaria personalidad del centro de Bogotá

[4] Tomado de El Tiempo. Bogotá, 7 de junio de 2020. Con covid-19 murió el ‘general’ más querido en el centro de Bogotá

[5] Tomado de La Patria. Manizales, 8 de junio de 2020. Adiós al General Sandua, el pacoreño que vivía en las calles de Bogotá.

[6] Tomado de Pulzo. Bogotá, 7 de junio de 2020. ¡Adiós, ‘general’! Falleció el habitante de calle más icónico y querido de Bogotá

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