Frente a la controversia desatada acerca de la calidad de la educación en Colombia, cada vez hay más familias que optan por educar ellas mismas a sus hijos en casa.
Silvana* cumplió 15 años y nunca ha ido al colegio. Desde muy niña aprendió violín bajo la tutela de su papá que es músico. Durante los seis minutos en los que interpretó el aria para la cuerda de sol de J.S. Bach, hubo un profundo silencio en el auditorio. Bajó de la tarima con los ojos congestionados por las lágrimas, casi corriendo, y se refugió en la cocina que está en una esquina del salón comunal, lejos de la gente que, visiblemente conmovida, no paraba de aplaudir.
¿Qué es el homeschooling?
Rebelarse frente a la escuela y educar en el hogar o homeschooling, como se denomina en inglés, es un movimiento pedagógico que surgió formalmente en Estado Unidos a comienzos de los años 80. El fenómeno ha crecido en Colombia de manera progresiva desde finales de los noventa. En 2004 se creó, con seis padres de familia, la primera red de apoyo de hogares desescolarizados. Hoy, se calcula que en la capital hay más de 150 familias que hacen parte de esta corriente disidente.
Hace 13 años Bárbara y su esposo, pioneros de este movimiento en Bogotá, decidieron sacar del colegio a Laura, su hija mayor. En esa época ellos no conocían familias que hubieran tomado una decisión así “Lo hicimos muertos del susto. La niña estaba en preescolar y nos llamaban a decirnos que lloraba mucho y le tenía miedo a la profesora.” La idea de desescolarizar a Laura la tomaron de una familiar que vive en Italia y educó ella misma a sus dos hijos.
El maltrato al que unos niños someten a otros, profesores negligentes, incoherencias pedagógicas en los planes de estudio, tareas absurdas o informes de notas en los que se desconocen los logros del estudiante, son algunas de las razones por las cuales una familia se declara en franca oposición frente al sistema educativo, y decide que el mejor ambiente para que un niño se eduque es su propia casa. Una buena biblioteca, tutoriales en internet y la compañía y supervisión permanente de sus padres conforman la lista de materiales básicos para empezar.
Los malos recuerdos que los padres tienen de sus vivencias en el colegio, también son un elemento determinante para tomar la decisión de educar en casa.
A Jorge Eliécer los profesores lo humillaban en público por no aprender las lecciones de memoria o lo gritaban porque era distraído y no seguía instrucciones al pie de la letra “me hacía sentir estúpido porque tartamudeaba.” Hoy, este padre de dos adolescentes desescolarizados hace siete años, es conferencista en el área de educación neurolingüística y tuvo que trabajar muy duro para vencer la timidez que, dice él en un tono de congoja, le produjo el hecho de haber estado tantos años encerrado en un colegio que destruyó su autoestima.
En algunos países como Alemania o Turquía, la ley prohíbe expresamente que una familia eduque a sus hijos en la casa. En Colombia constitucionalmente según el artículo 67 sobre el derecho fundamental a la educación, está permitida la educación en el hogar. Sin embargo, la legislación es clara en que el Estado, a través de las secretarías de educación y el ICBF tiene la obligación de vigilar que esta práctica le ofrezca a los menores una adecuada formación intelectual, moral y física.
Luces y sombras
Janeth, madre de dos niñas a las que les dedica todo su tiempo en su casa en Gachancipá dice que los colegios no tienen el más mínimo sentido de autocrítica. “No aceptan que son arcaicos y que en ellos nuestros hijos se aburren y se sienten subvalorados”. Carlos Gaitán, decano de la Facultad de Educación de la Javeriana, enfatiza que si el colegio, como institución social regulativa, no se redefine, esta postura contestataria –la desescolarización voluntaria- seguirá en aumento.
Cuando los niños están pequeños, dicen que no les hace falta compañía y que es suficiente tener a sus hermanos y a su mamá para aprender y divertirse “yo salgo al patio con mi hermana a sacar lombrices, mi mamá me enseña sobre los bichos y me acuesto a jugar en el pasto con la gata” dice Nicolás que tiene seis años y salta de un mueble de la sala.
Existen riesgos al asumir esta opción educativa. Investigadores en el tema de educación y desescolarización del Instituto de Investigación en Educación de la Universidad Nacional, señalan en sus informes que el contacto excesivo entre padres e hijos puede producir una sensación familiar de encierro y asfixia. Además, hay una permanente ansiedad y angustia por parte de los papás ante la responsabilidad de ser maestros, cuando en la mayoría de los casos, ellos no tienen la formación profesional para asumir ese rol.
Silvana, la joven violinista, dice que no tiene muchos amigos, “algunos en la clase de natación y otros en los talleres de botánica que hace un amigo de mi papá con otros chicos desescolarizados”. Su timidez extrema y su lenguaje poco común en los jóvenes de su edad, reflejan la falta de interacción que los hijos de familias que educan en casa tienen con otros jóvenes. “He ido a un par de fiestas, pero no me gustan. Me encanta la música, pero no sé bailar” confiesa la joven.
Esta es otra dificultad que señalan los investigadores: la falta de aprendizajes sociales en los niños. “El obstáculo más difícil para los homeschoolers viene bajo la forma de socialización. Por años, se ha visto la dificultad para que estos niños puedan funcionar fuera de la "burbuja" proporcionada por sus padres.” señala en sus estudios sobre pedagogía Daniel Brailovsky, doctorado en educación. Y, lo más difícil de resolver es que no hay interacción con más niños ni jóvenes en sus rutinas diarias. Este último aspecto puede producir aislamiento e incapacidad de relacionarse de una manera espontánea con sus iguales, señala el experto.
El homeschooling en la práctica
Un modelo en estas familias de clase social media alta y alta es que uno de los padres, normalmente la madre, renuncia a compromisos laborales y profesionales para dedicarse tiempo completo a la formación académica y afectiva de sus hijos.
Catalina es ingeniera y madre de dos niños desescolarizados. Ella decidió renunciar a su vida profesional para permanecer en el hogar acompañando el proceso educativo de sus hijos. Su esposo es el proveedor de la familia, y Catalina se declara orgullosa y feliz de poder asumir un rol, con el que asegura, hará que sus hijos crezcan más felices y con una mente más abierta que el común de los niños: “algunas mujeres ven mi decisión como una traición a las conquistas femeninas en el campo laboral, pero mi mayor conquista y prioridad es mi familia” indica.
También están los costos de las salidas de campo, así como de las clases particulares: botánica, música, astronomía, karate y tecnología digital, son algunas actividades que estos padres deben brindar a sus hijos para convencerse de que les están brindando unas sólidas bases para su futuro.
Un colegio privado para niños de estrato cuatro o cinco puede costar mensualmente alrededor de 1.5000.000 pesos por cada hijo. Las clases particulares que deben tomar los niños sin escuela también son costosas. Un taller de arte o de expresión literaria, varias veces a la semana, pueden tener un costo aproximado de entre 300 y 400 mil pesos mensuales. Así, una familia que educa en casa y tiene dos hijos o más, como en muchos de estos casos, no gasta menos dinero en formación a una que le paga a un colegio matrícula, pensión, alimentación y transporte. “El tema no es la plata, dice Bárbara, es la calidad de educación, los valores, la autoconfianza y la ideología política que tú como madre puedas inculcarles. Yo creería que para la economía doméstica hasta saldrá más caro ser homeschoolers”
El futuro
“¿Acaso cada niño no sabe qué le interesa aprender y qué no. Acaso los colegios, las universidades y el empleo son la única opción que hay en la vida? El destino de las personas puede ser distinto a eso”. Así responde Ana Paulina ante el cuestionamiento sobre el futuro de sus cuatro hijos, a los que está educando junto con su esposo en su casa en Cajicá. Creer en el autoaprendizaje de los niños, en que ellos saben qué les interesa y les gusta y qué no, es el primer escalón de este método educativo.
María Victoria Franco, psicóloga escolar de un instituto por ciclos, ha orientado a varios de estos muchachos que llegan a presentar los exámenes de validación del bachillerato. “No están acostumbrados a presentar exámenes y algunas veces se bloquean ante una pregunta que no saben o se dedican a encontrar errores de interpretación y gazapos en la redacción de la evaluación y sólo contestan lo que ellos consideran que se les está preguntando” señala esta profesional, sin embargo, añade, que las habilidades de interpretación y de pensamiento crítico frente a los cuestionamientos son muy superiores en estos jóvenes frente al promedio de los estudiantes del instituto.
Para los padres que se lanzan a esta aventura, el mundo es más ancho y generoso de lo que enseñan los colegios y los planes del estudio del Ministerio. El mundo está ahí, dispuesto para que los niños y los jóvenes lo descubran a su propio ritmo, siguiendo sus propios pasos y guiados por sus propios intereses y talentos. “La escuela es sólo un aparato de poder y de disciplinamiento. No sirve para pensar distinto, ni para ser distinto. No sirve para un carajo” declara enfática Ana María, politóloga y madre de dos niños desescolarizados hace cinco años.
Por su parte, Silvana, con la seguridad y la madurez poco común en un adolescente promedio, dice que va a ser concertista de violín y que va a viajar por el mundo realizando presentaciones y conciertos, “mi manager va a ser mi papá”. Pero primero, debe vencer la timidez social que la abruma y la hace llorar cuando se para frente a su público.
*El nombre fue cambiado a petición de la familia de la menor de edad.