Murió Vargas Llosa y no voy a decir mucho más de lo que se ha dicho: un gran escritor, un cultor de las letras, de su obra literaria, solamente leí: La fiesta del Chivo y Pantaleón y las visitadoras; la tía Julia la dejé antes de llegar a la mitad. Era ciertamente un ensayista particularmente bueno, leí además algunas de sus columnas en el País de España.
Solo quiero decir sobre él, dos cosas:
Primero, fue uno de los que acuñó esa gran mentira de la Ética y la neutralidad de la ilustración en la Política, simpatizante del neoliberalismo, cuando era sonoro y de moda; antes del gran desastre que ha mostrado ser.
Se distanció de la izquierda hablando de la libertad económica como un producto de la libertad de pensamiento que él supuestamente representaba; nada más falso, seguramente suene cacofónico ese balancín de lados con un punto medio delgado y, por tanto, inestable (que propugnamos principalmente quienes nos hacemos a la orilla izquierda). Sin embargo, ese discurso del punto medio intelectual, de un ethos académico que no tiene orillas, mientras se proponen políticas de privatización, se culpa a los indígenas de flojos y se dice que la empresa es la generadora de riqueza y que por eso hay que incentivarla, para que le entregue de esa riqueza un poco al pueblo a cuentagotas, no es para mí, un militante de la izquierda, otra cosa que un discurso de derecha.
Más aún, esa idea de la intelectualidad académica como un factor de eticidad, es además bastante peligrosa por lo que dice su espejo: la población excluida del ámbito académico no puede ser otra cosa que inmoral y violenta; una suerte de Neomalthusianismo que solo daba cuenta de su aporofobia y elitismo.
Segundo, y en consonancia con lo anterior: esa idea de cultor de la lengua, incluso fue numeral de la RAE (si mal no recuerdo). Su amor exacerbado por el idioma se centraba en propender por una pureza lingüística inexistente, era eso sí —y particularmente válido hacerlo para sí—, obseso con la perfección editorial de sus trabajos, se decía que usaba varios diccionarios y gramáticas mientras iba confeccionando sus escritos.
Sin embargo, transgredía esa perfección idiomática hacia el mundo hispanohablante, tal vez esa idea de que la lengua nos pertenece a todos y a la vez a nadie y que la correcta dicción, el manejo impecable de la norma es más el accidente que la norma, nunca fue de su gusto; en su mundo de la perfección idiomática palabras como "dotor", "haiga" y los nuevos dobleces del género no cabían en su gramática perfecta.
Se murió Vargas Llosa y ahora podremos decir tranquilamente: el golpe secreto que le propinó en aquel avión nuestro García Márquez, lo celebramos todas, todos y todes.
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