La mujer que dirigió los destinos de la cuarta potencia del mundo e influyó en las políticas de Europa se retira en medio de aplausos de su pueblo. Sus partidarios, muchos con lágrimas, aceptan su partida después de 16 años de gobierno.
Mientras gobernó hacia su propio mercado vivió siempre en su mismo apartamento, sin los lujos de los mandatarios, sin excesos. Tomó su altísimo cargo con la responsabilidad necesaria alejada de todas las costumbres que los mandatarios de su nivel exigen; su segundo esposo, el científico Joachim Sauer, nunca dejó su cátedra de química para intervenir en asuntos del cargo de su esposa.
No gobernó para su partido la Unión Democrática Cristiana; lo hizo para su pueblo y para Europa como canciller de la República.
Además de ser titulada en Física, fue militante de la juventud comunista de la antigua RDA. Conocida por su tenacidad, supo surgir de un partido comandado por el señor Helmut Kohl, dividido por los escándalos financieros, a quien en su momento criticó, pero sin olvidar que él fue su mentor político.
Defensora del medioambiente, de los derechos de la mujer en un país machista, proyectó el europeismo a su máxima expresión. Sin acceder a los caprichos de los Estados Unidos supo equilibrar la política exterior; es considerada hasta hoy la mujer más poderosa del mundo.
Adiós a una estadista como pocas, y que deja un legado difícil de superar.