En Colombia, tras el arribo del presidente Gustavo Petro Urrego, están sucediendo hechos que nos obligan a pensar y reflexionar sobre nuestro papel ciudadano. Uno de ellos es nuestra visión de futuro, y esto se relaciona con la obligatoriedad de la libreta militar. Los jóvenes se encuentran en medio de un horizonte promisorio y esperanzador.
Uno de los mayores problemas para nuestra sociedad es la guerra, representada en altos recursos del presupuesto nacional, genocidios, desplazamientos y combates en los cuales el mayor número de muertos, sin importar el frente, son jóvenes de estratos bajos de la sociedad. Hijos de pobres, de campesinos, de ese pueblo de ruana y alpargatas.
Obligados a la guerra y a convertirse en asesinos de sus hermanos de clase. Quien de alguna manera rehuía este compromiso era considerado una especie de paria o delincuente que no podía acceder al sector laboral.
Ese es, justamente, el requisito que frena la posibilidad de ingresar al mundo laboral a nuestros jóvenes, una libreta militar que se constituye en un peaje entre un trabajo o el desempleo o la informalidad.
Colombia debe ingresar al mundo culto. Dejar de exigir una libreta militar y sustituirla por una especie de libreta de servicio social o comunitario, es decir cambiar esa cultura de la muerte y la guerra por una de servicio en beneficio del bien común. Así, nuestros jóvenes darán ese gran salto hacia esa Colombia en la cual es más importante la cultura de la vida que la de la muerte.
En vez de un arma enseñar a sembrar vida, llevar educación y saberes a los pueblos o edificar futuro para los cientos y miles de compatriotas que aún no conocen las bondades de una carretera o una escuela digna.
La libreta militar no es otra cosa que la refrendación de la salvaje costumbre nuestra de matarnos utilizando a los más pobres y vulnerables. Nuestros bachilleres ya no deben ir a la guerra a matar o morir o retornar heridos mental y espiritualmente. Su preparación en las aulas es un homenaje a la vida que no debe mancillarse con la afrenta de un fusil o una granada.
Abogamos por el adiós definitivo de la libreta militar como requisito de ingreso al trabajo. Bienvenido un servicio social que enseñe a hacer patria y no a asesinar hermanos.
Por supuesto que nuestra historia no dará un viro hacia otras orillas simplemente obviando un requisito como el de la libreta militar; se concibe este paso como el inicio de una nueva cultura educativa y ciudadana.
Como en todo cambio, sabemos cuando inicia, pero no cuando se alcanza colectivamente los beneficios de un proceso que desata un renovado espíritu social o se legítima un firme y sensato contrato social.